Circula un video en el que, con infinita paciencia y puntillosa pedagogía, la presidenta responde al bullicio lleno de quejas pidiendo que la escuchen. Las familias, desesperadas por su situación o por los desaparecidos y muertos, dejaron de gritar y la observaron. Ella pudo hablar sin megáfono y sin micrófono o templete, no hubo ambiente controlado de un mitin, fue el espacio auténtico del momento en que se necesita a la voz de gobernanta. Se comprometió a brindar todo el apoyo; frente a una multitud enojada con sus gobiernos estatales o locales, donde aseguró que nadie quedaría en el abandono.
Claudia Sheinbaum es una presidenta presente. Lejos de sucumbir al espectáculo o al temor del reclamo, acudió a constatar la dimensión del daño y la magnitud del problema. No fue la visita fotográfica de otros ex mandatarios: fue la mirada de una científica que necesita observar para formular hipótesis y delinear soluciones. Su salud lo permite, y su conocimiento es base suficiente para creer que esa presencia no será en vano. Hizo observaciones al presidente municipal de Huauchinango creyéndole al pueblo que se quejaba, atendió a la máxima maquiavélica de no rodearse solamente de aduladores.
Desde la filosofía política, Hannah Arendt hablaba de la acción como el espacio donde la política se vuelve real, y en ese acto presente con los afectados está el germen de lo político auténtico. En contraste, se evoca la figura de Maquiavelo como símbolo de cálculo y prudencia extrema. Pero hoy es legítimo decir: Maquiavelo se equivocó. Porque es mejor tener una presidenta amada y respetada, que alguien cuya presencia sea temida. Esa cercanía que inspira confianza permite que ella viaje a las ciudades afectadas sin temor al encuentro con las víctimas, sin recelo de la mirada dolida, sin esquivar el rostro del sufrimiento. Definitivamente, la altísima aprobación de Sheinbaum tuvo que ser uno de los factores a valorar para que pudiera calcular la seguridad de su visita.
Los hechos recientes en Veracruz, Puebla e Hidalgo demandan que sus promesas lleguen pronto. En los últimos días, los estados del centro y del Golfo de México han sufrido tormentas e inundaciones de gran escala provocadas por los fenómenos tropicales Priscilla y Raymond, que arrastraron ríos desbordados, deslaves y destrucción masiva.
Particularmente en Veracruz, reportes oficiales señalan que 48 municipios fueron inundados, que varios ríos (Tecolutla, Cazones, Pantepec y Nautla) se desbordaron, y que las lluvias alcanzaron niveles históricos no vistos en decenas de años.
Además, en Xalapa se registraron más de 100 milímetros acumulados en 24 horas durante eventos recientes (relacionados con el huracán Erick y vaguadas).
Ante esos hechos, la presencia se agradece pero la transparencia se vuelve tema crucial. En los medios circula la versión de que la aseguradora responsable de las labores de reconstrucción en Veracruz es prácticamente una empresa fantasma, que no tiene huella clara, que no responde. Si es cierto —y corresponde investigarlo— no puede permitirse que reconstruir sea un esquema opaco que beneficie intereses oscuros.
La legitimidad de la presidenta depende también de los otros gobiernos, principalmente de los de su partido que en las comunidades afectadas han tenido margen de acción.
Aunque da orgullo y tranquilidad tener un presidenta que es capaz de creer al pueblo por encima de la tradicional política que encubre a otros gobernantes, es imposible e injusto que ella cargue todo el peso sola cuando en realidad, los gobiernos municipales y estatales son actores clave en la prevención, contención y resiliencia climática. Simplemente, no tienen derecho de fallar y eso contempla a ex gobernadores que pudieran tener conflicto de interés con las aseguradoras supuestas encargadas de la reconstrucción.
X: @ifridaita