La flexibilidad y la democracia tarde que temprano tenían que aparecer en el plano sucesorio presidencial. Sólo esos dos factores eran fundamentales para empujar un proceso equitativo antes de que se hunda cualquier aspiración de refrendar el paso dominante de Morena de cara al 2024.

Y es que, durante meses, perduró la idea de que Claudia Sheinbaum era la favorita del presidente Obrador, al menos todas las señales apuntaban a esa hipotiposis. Ejemplos hay muchos como los elogios desmedidos y la publicidad a mansalva que -a lo largo de mucho tiempo- fue ignorada. Ahí radica gran parte del malestar de los mismos aspirantes a la presidencia que advirtieron la descarada campaña anticipada que estaban llevando a cabo el equipo de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

El punto es que, esa situación, comenzó a generar una perspectiva errónea en las mismas entidades a donde se trasladó la idea de que Claudia era la preferida de Palacio Nacional. Tal vez sí, sin embargo, la inercia de las circunstancias la despojó del pedestal, especialmente por la crisis que está generando su ausencia institucional asociada, hoy por hoy, a la campaña presidencial a la que se volcó con todo el aparato de comunicación.

Por ese motivo, hubo quienes creyeron que la designación del perfil estaba planchada en Palacio Nacional. Sin embargo, en momentos de mayor inestabilidad institucional -en la Ciudad de México- el presidente Obrador ha dado un giro al paradigma. Así, calificamos el hecho como una reconfiguración al plano sucesorio donde se movieron las piezas del ajedrez. Entonces, no fue solo la crisis que todavía vibra en la capital del país, sino el propio reclamo social lo que abonó a corregir lo que por muchos meses prevaleció en la corriente de opinión.

Sí a eso le sumamos la caída de Claudia Sheinbaum en las encuestas encontramos más motivos y razones para que el presidente Obrador lleve el proceso a otras latitudes.

Era un error estratégico seguir sosteniendo la cargada a favor de Claudia Sheinbaum. Hay que recordar lo que pasó en 2021 cuando perdió la mayoría de las alcaldías ante los excesos de confianza de ella y su equipo que no supo operar un proceso que estaba técnicamente ganado dado el efecto que goza la figura del presidente López Obrador. Esa fue otra premisa que seguramente sumó, especialmente porque el favoritismo que se había generado no estaba dando ninguna certeza y garantía de triunfo en 2024.

A raíz de ello, el presidente llevó la sucesión a un terreno equitativo; la carta que envió el dirigente nacional a los gobernadores es la lectura del mandatario federal. Es, políticamente, una instrucción de Palacio Nacional para integrar, oficialmente, a cuatro aspirantes a la silla presidencial que han manifestado su interés por participar, eso sí, con reglas claras y transparentes que garanticen las mismas condiciones luego del clima tan cuestionado que se originó cuando colocaron y regaron, por todo el país, una falsa apariencia diseñada de #EsClaudia a través de enormes espectaculares.

Podría decirse -en este momento- que esa hipótesis se irá diluyendo. La caída en las encuestas de Claudia y la rebeldía con causa de algunos personajes propiciaron un giro sustancial. Lo que viene en camino es, de acuerdo con la misiva del CEN de Morena, un piso parejo para Adán Augusto, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal al que, por cierto, muchos daban por defenestrado. De hecho, el coordinador de los senadores de Morena ha ganado otra batalla más. La más reciente fue conservar el poder político de la fracción mayoritaria ante la presión de los radicales.

Entonces, estamos hablando de qué -la corcholata que demuestre más habilidad para encarar esta nueva etapa- será quien trascienda para abanderar a Morena en 2024. Empero, la primera prueba de fuego -para el partido- es conducir el proceso por el sendero de la transparencia, pero sobre todo de la democracia que parecía extraviada, sin embargo, está claro que el presidente estableció nuevos mecanismos de participación interna en la que desaparece la figura de favoritismo en la que estaba cayendo, erróneamente, el equipo de comunicación de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Tomando en cuenta lo que pasó el fin de semana se espera una reconfiguración, eso sí, el partido debe vigilar que las corcholatas no caigan en el dispendio o los excesos para promover su imagen. Se supone que todos traen línea presidencial. Está claro que eso fue lo que corrigió el presidente. El asunto es que, para que se ponga fin al clima de polarización que en la mayoría de los casos estaba sucediendo entre las corcholatas, deben priorizar la tolerancia y el respeto.

Con la habilidad que le caracteriza al presidente puede haber un pacto de civilidad y de no agresión entre los cuatro aspirantes presidenciales. Es importante que se tenga presente eso, sobre todo sí hay un panorama equitativo. Entonces, habiéndose equilibrado el proceso es buen momento para que la dirigencia programe un esquema de debates entre Claudia, Marcelo, Adán Augusto y Ricardo Monreal. De hecho, es una propuesta que ha surgido de los propios aspirantes pero que, en la práctica, será un mecanismo indispensable para reforzar o, igualmente, para que la población civil tenga una percepción más cercana.

Finalmente, esa es una responsabilidad que debe asumir la dirigencia de Morena ahora que tomó la batuta de reconocer a Marcelo, Claudia, Adán Augusto y Ricardo Monreal. Este último, por cierto, un factor clave porque nunca quitó el dedo de renglón para que le reconocieran su derecho legítimo de participación. Esto fue, entonces, el consentimiento del presidente cuando puso en marcha el plan B que consistió en corregir la estrategia presidencial para jugársela con el perfil que mejor demuestre capacidad de adaptarse y evitar, eso sí, una crisis que hubiera sido un cataclismo para el partido en vísperas del 2024.

No hay que perder de vista al senador Ricardo Monreal que ha venido desde atrás, incluso, esquivando la metralla. A pesar de ello, el coordinador de los senadores de Morena es un serio aspirante presidencial que puede convertirse, sin problema, en el próximo candidato del lopezobradorismo.

Será una competencia reñida y sumamente atractiva porque se igualó el panorama para las cuatro corcholatas oficiales.