“El poder te hace grande… hasta que te hace pequeño.”
Fito Páez
“Todos quieren tener la razón, pero nadie quiere escuchar.”
Ricardo Arjona
No deja de ser curioso: cuando alguien incomoda al poder, ya no se le llama opositor ni empresario ni ciudadano crítico. Se le llama “tirano”. Así, sin matices. Pero, eso sí, con etiqueta moral incluida.
Sabina Berman, en su cruzada reciente contra Ricardo Salinas Pliego —su exjefe—, ha decidido que el empresario encarna “la tiranía del más fuerte sin obligaciones para los demás”. Una sentencia redonda… y vacía.
Porque si de obligaciones se trata, el IMSS no es precisamente una institución que deje pasar impune a ningún patrón. Cobra hasta el último centavo, ¿o no? Y si no lo hace, entonces sí estaríamos ante un escándalo mayor (otro más de este régimen): el de un gobierno que perdona a quien dice combatir. ¿Será eso lo que quiso decir Sabina sin darse cuenta? ¿Que López Obrador también fue cómplice del “tirano libertario”?
A veces, los discursos se disparan solos.
Berman sabe de poder y de medios. También sabe —lo confesó en redes— lo que es sobornar a un juez para obtener un fallo favorable. No lo digo yo: lo dijo ella, entre risas, como quien presume una travesura. Pero ahora reparte certificados de pureza moral desde la televisión pública. Es una contradicción que ni el mejor guionista o editor podría maquinar.
Y es que la izquierda moralista suele tener memoria selectiva. Aplaude al SAT cuando persigue empresarios, pero guarda silencio cuando los “amigos del régimen” reciben contratos millonarios. Denuncia la riqueza privada, pero nunca la del presupuesto. Exige justicia, siempre y cuando no toque al gobierno que la cobija.
El verdadero “fuerte” hoy no es el empresario incómodo, sino el Estado que lo señala. Ese que decide qué medios sobreviven, quién paga impuestos y a quién se los perdona (sobre todo si viste de morado y presume de Morena). Ese que interviene juzgados y tribunales, modifica leyes y dinamita contrapesos. Eso sí es una tiranía. La del poder absoluto.
Pero claro, más fácil es escribir sobre “la tiranía del más fuerte” en una presentación de libro que preguntarse por qué en México los millonarios de siempre —y los nuevos, los del círculo guinda— gozan de muy buena salud al amparo del gobierno… y no solo en México, es cierto. Según Forbes, hay más multimillonarios que nunca.
Así que los “billonarios no desaparecen”, Sabina. Se reproducen. Solo cambian de partido (sustitúyalo por las palabras movimiento, ropa, ideología, causa).
Ricardo Salinas Pliego genera empleos, paga impuestos (según la ley, si no lo hiciera, ya habría sanciones; ojo, no confundir con las disputas judiciales). En cambio, tenemos funcionarios que ni siquiera cumplen con el SAT: Adán Augusto, señalado por no declarar todos sus ingresos; Noroña, con propiedades sin explicar y ganancias muy gordas no gravadas en Youtube; ¡el propio López Obrador, quien durante más de veinte años no pagó impuestos!
¿Dónde está, entonces, la tiranía? ¿En quien crea empresas o en quien usa el Estado para reprimir, perdonar y premiar según su conveniencia?
De 150 mil empleados “agraviados”, ¿alguna demanda colectiva? No. Ni una sola.
No, la tiranía del más fuerte no vendrá de los empresarios. Ya está aquí, y tiene nombre: se llama 4t; una casta política que, mientras se disfraza de virtuosa, se come uno a uno nuestros derechos básicos.