Oye, Cucú, papá se fue… en 35 millones de hogares mexicanos.

Aún no amanece y ellas ya están alistando pancartas con los nombres y fotografías de aquellos varones que fueron parte de una historia en la que su participación fue la ausencia. Sería colocado el primer tendedero de deudores alimentarios en Oaxaca.

La revolución comienza con una mujer que tiene una amiga dispuesta a creer en su causa y las activistas que encendieron la llama de la dignidad no sabían que de ser 5 encapuchadas montando un tendedero de mecate, literalmente, de pronto serían 70 y luego 200, después, cientos.

Diana Luz tiene una hija de 4 años que ha criado en la tribú de las abuelas y las amigas, la prisa y la preocupación. Comunicóloga de profesión y activista de causas feministas, se sacudió la vergüenza que le colocó la injusta sociedad que culpa a las madres y no a los padres irresponsables del abandono. No es una “mama luchona”, como dice el misógino meme que se burla complacientemente de los irresponsables. Es una luchadora social feminista que materna. Su lucha es más grande que el juicio abierto contra Martín Rosado, un político priista consentido del gobernador Alejandro Murat que tiene más de 2 familias y varias víctimas de violencia emocional. Es más grande que una pensión, una casa o una exigencia de cualquier bien material.

Su lucha en contra de la ausencia es una exigencia al Estado, un punto de encuentro para todas las madres que han tenido que quintuplicar jornadas criando, trabajando, doblando turnos, teniendo varios trabajos, manteniendo un hogar limpio y un infante atendido. Fue tras los primeros “tendederos” que, mientras alistaba un megáfono con el sonido de alerta, recordaba un viaje entre amigas cuya foto se nombró “la patrulla feminista”.

La Ley Sabina es avance y también prueba viviente del fracaso del Estado para garantizar el desarrollo de las familias en las que los hombres han ejercido su socialmente aceptado “derecho al aborto ficticio por abandono”. Desde la ley, le han colocado a las madres toda la carga y los gastos para perseguir a los deudores alimentarios, haciéndoles pasar un calvario completo para lograr el mínimo vital para sus hijas e hijos. Ignorantes e insensibles de la realidad, han dejado también para los inoperantes notificadores la función de avisar a los deudores que tienen un juicio sin jueces que les exijan garantizar con dinero o bienes lo que costará el proceso. Ellos pueden ausentarse o cambiar de domicilio y ellas tendrán que investigar o hacer labores hasta de perito. Si la necesidad es demasiado alta, probablemente haya impunidad.

La ineficiencia de las autoridades orilló a que la “patrulla feminista” lleve un recordatorio a cada domicilio, laboral o personal, de los deudores alimentarios. El recordatorio incluye caca. Así como lo lee usted, desechos que simbolizan todos los pañales que nunca cambiaron.

Según datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, el 72.3 por ciento del país, que equivale a 35.2 millones de las mujeres de 15 años y más, ha tenido al menos una hija o hijo nacido vivo. Y de ellas, al menos el 7.0 por ciento son madres solteras. La ausencia no sólo debe entenderse en términos económicos sino emocionales. Ese vacío paternal puede generar consecuencias a largo plazo con heridas psicológicas como la del abandono y el rechazo. Aunque en todas las entidades es un delito que se persigue con cárcel, hay una red de encubrimiento sostenido por empresas e instancias gubernamentales que evitan comprobar los ingresos reales de los deudores alimentarios. La imposibilidad se traduce en que los pocos que pagan pensión lo hagan, en muchas ocasiones, con violencia económica y emocional de por medio.

En datos, del total de madres jefas de familia, la mayoría (77.1 por ciento) tenían hasta dos hijas o hijos nacidos vivos, el 20.4 por ciento entre tres y cinco y 2.5 por ciento seis o más bocas que alimentar.

Dentro de las localidades de 2 mil 500 habitantes y más, como las ciudades, las jefas de familia representan el 19.5 por ciento del total de población femenina de 15 años y más; mientras que, en comunidades más pequeñas de provincia, principalmente con menos de 2 mil 500 habitantes, la cifra disminuye a 13.9 por ciento. El 3.2 por ciento de ellas no tiene estudios, 46.4 por ciento tiene educación básica, 26.0 por ciento tiene educación media superior y 24.3 por ciento tiene educación superior. Independientemente de sus niveles de estudios, la tasa de participación económica de las madres jefas unitarias de familia es de 75.2 por ciento, el más alto. El 27.9 por ciento de las madres solteras ocupadas en el mercado laboral tiene de 15 a 29 años; más de la mitad (50.4 por ciento) son de 30 a 49 años y 21.7 por ciento tienen 50 o más años.

La propuesta de ley que impulsan las madres que integran la patrulla feminista es ambiciosa y va por los ausentes en todos los aspectos y los espacios: un padrón de deudores alimentarios nacional, restricciones a derechos civiles como el de contratar créditos, solicitar pasaportes, abandonar el país, casarse de nuevo, La ley 3 de 3 contra la violencia ya impedía a los violentadores económicos aspirar a un cargo público. Algunos de ellos se han atrevido a falsificar documentos con tal de burlar esta disposición.

Hoy la Ley Sabina es el emblema de esperanza para las infancias que tuvieron un padre ausente, para que sus cuidados no queden como carga explotadora para sus madres ni en justicia divina en manos de Dios. Si es que durante tantos años se le ha castigado con la ley más dura a las mujeres que deciden abortar ¿Por qué a los hombres que abandonan se les ha de solapar?

Diana Luz Vásquez sostuvo la tarde de este martes, una reunión con la presidenta del Senado, Olga Sánchez Cordero y el Senador José Narro, ambos de Morena. Habrá Ley Sabina para las infancias porque todas las niñas y los niños merecen crecer con la tranquilidad afectiva, económica y moral.

¿Los hombres? Ellos no merecen la comodidad del silencio de ninguna. La revolución de los afectos, nadie la para y si es que la Unidad de Inteligencia Financiera debe embargar cuentas completas para garantizar los alimentos de la niñez mexicana, que se haga. Ni un solo deudor alimentario debería dormir tranquilo pues la “patrulla feminista” podría llegar en cualquier momento a su oficina, con las tamboras, las pintas, las fotos y los recordatorios de que engendrar implica criar, financiar, impulsar y no abandonar. Hasta que la dignidad se haga costumbre.