En el gobierno de Adán Augusto López Hernández en Tabasco, se consolidó un grupo criminal que operó con la venia del poder: La Barredora, brazo del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), encontró en la estructura estatal un terreno fértil para extender sus redes. Su líder no era un desconocido. Se trataba de Hernán Bermúdez Requena, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, detenido por la noche de este viernes en Paraguay, en una zona boscosa y escondida, resguardándose con modesto lujo entre juguetes sexuales, joyas y efectivo, pieza clave en la administración del hoy senador de Morena.

Los informes de inteligencia del propio Ejército y del Centro Nacional de Fusión de Inteligencia (Cenfi) advertían desde 2019 que Bermúdez estaba identificado como jefe de la organización criminal. Y no solo él. La lista de funcionarios vinculados con el crimen organizado incluye a Nicolás Bautista Ovando —fiscal general hasta 2024—, Ulises Pinto Madera —su número dos, detenido en Jalisco—, José del Carmen Castillo Ramírez, Leonardo Arturo Leyva Ávalos y Javier Reyes Palomeque, entre otros. Todos ellos ocuparon cargos de poder durante la administración de Adán Augusto.

Los documentos confidenciales detallan que Bautista mantenía nexos con Trinidad Alberto de la Cruz Miranda, el Pelón de Playas del Rosario, escisión de Los Zetas que luego se integró al CJNG. A pesar de estas alertas, en 2019 Adán Augusto lo incluyó en la terna para fiscal, y en 2021 el Congreso lo ratificó en el cargo. El círculo de protección política parecía cerrarse.

El legado fue doloroso: durante los años siguientes Tabasco vivió una escalada de violencia inédita. Cuando en 2021 Adán Augusto partió a la Secretaría de Gobernación y dejó a Carlos Merino como interino, los mismos mandos siguieron en funciones. Fue hasta la llegada de Javier May, en 2024, cuando algunos empezaron a caer: Bermúdez huyó de México en 2025 y hoy enfrenta una ficha roja de Interpol; Carlos Tomás Díaz Rodríguez fue detenido en Puebla; Bautista y otros renunciaron bajo sospechas, pero tras años de haber controlado el aparato de seguridad.

La descomposición se conocía desde dentro. Pero cuando en 2022 Proceso reveló los nexos de Bermúdez con La Barredora, tanto López Obrador como Adán Augusto desestimaron el escándalo como “chismes”. Esa narrativa, hoy, se derrumba frente a las detenciones, renuncias y fugas.

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El caso Tabasco no solo es la historia de un estado infiltrado por el crimen. Es también el retrato de un político que ascendió con la promesa de lealtad absoluta, aunque a costa de la seguridad ciudadana. Hoy, Adán Augusto encabeza la bancada de Morena en el Senado, con un pasado que lo persigue. Sus nexos amenazan con manchar la histórica administración de Andrés Manuel López Obrador pues además de ser su hombre de confianza, es o eran como “hermanos”. Aquella hermandad hoy le pesa al movimiento qué prometió moralizar la vida pública de México.

A este cuadro se suma otra pieza incómoda: los escándalos de la Marina en el control de las aduanas. López Obrador retiró la administración civil para entregar a la Armada el manejo de lo que llamó “el botín”, convencido de que así se cerraba la puerta a la corrupción. Pero la paradoja fue evidente: las investigaciones actuales siguen desenredando largas cadenas de complicidad y aún no está claro si había vínculos con autoridades fuera de la Marina, incluyendo a gobernadores. La corrupción no se acabó, solo cambió de uniforme.

La diferencia hoy es que el mensaje desde Palacio Nacional parece distinto. Va en serio Omar García Harfuch, va en serio la UIF, y va en serio la presidenta Sheinbaum. El combate a las redes criminales, dentro y fuera del Estado, no se mira ya con los ojos de la simulación, sino con la urgencia de desmontar cacicazgos que crecieron al amparo del poder.

El movimiento que prometió moralizar la vida pública enfrenta una contradicción dolorosa: ¿cómo sostener la autoridad moral mientras uno de sus hombres fuertes carga con la herencia de haber confiado la seguridad de un estado a un presunto líder criminal?

¿Acaso no es momento de que Adán Augusto, por prudencia, se haga a un lado? Porque cada vez que se recuerda a La Barredora, se recuerda también que la corrupción y la impunidad no solo habitan en la oposición. Y aunque a la presidenta no le tiembla la mano para combatir a corruptos y a criminales dentro y fuera de su partido, el lastre tabasqueño amenaza con convertirse en una prueba más de fuego para el discurso de justicia y legalidad que sostiene este gobierno.