“¿Los duendes siempre son tan cínicos?”

HENRY GOLDING

“El delincuente es sometido a la acción de la justicia porque sus actos han constituido una perturbación de la vida comunitaria globalmente considerada, poniéndola en grave peligro, y no porque, como ocurre en los procedimientos civiles, los haya cometido contra individuos que tienen derecho a la pertinente reparación. La reparación, en el ámbito de la legislación penal, tiene distinta naturaleza; es el mismísimo cuerpo político quien necesita la ‘reparación’, y es el orden público general lo que ha sido perturbado y debe ser restablecido. En otras palabras, debe prevalecer la ley antes que el individuo perjudicado.”

HANNAH ARENDT

Cuando la 4T —y en particular Adán Augusto López— todavía no rinde cuentas sobre sus evidentes nexos con el cártel de La Barredora, ya tenemos sobre la mesa el siguiente escándalo: los posibles delitos de Gerardo Fernández Noroña, señalado por evasión fiscal, donativos ilegales y, en el mejor de los casos, un enriquecimiento inexplicable. Mucho, demasiado que… ¡explicar!

La relación entre el exsecretario de Gobernación y el grupo criminal no es una especulación ociosa. Hay un silencio cómplice. Informes militares filtrados en los Guacamaya Leaks (2021) ya advertían que funcionarios de su gobierno en Tabasco protegían a Hernán Bermúdez Requena, alias “Comandante H”, exsecretario de Seguridad Pública de la entidad y señalado como líder de la organización criminal. La Barredora operó con impunidad hasta 2024. Bermúdez hoy está prófugo.

La oposición ya denunció penalmente a López y exigió su salida del Senado. Morena, como es costumbre, lo blinda.

Pero lo central es lo que Arendt advertía: el orden político fue dañado. El narco incrustado en las instituciones estatales no es solo corrupción; es traición al cuerpo social.

Pasemos al otro personaje de la tragicomedia. ¿Cómo pasó Fernández Noroña de presumir austeridad y un modesto departamento en la Ciudad de México a tener:

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dos coches de lujo con valor conjunto superior a dos millones de pesos,

• una casa de descanso en Achichipico, Tepoztlán, valuada en más de 12 millones de pesos,

• y una vida de viajes, gadgets de última generación y comodidades que nada tienen que ver con el “austericidio” que predica?

¿De las rifas a los millones? No lo digo yo: él mismo reconoció que en tres años pasó de “carecer” a tener. El 25 de febrero pasado declaró: “nosotros no tenemos casas que no podemos justificar con nuestro ingreso”. Pues que justifique, porque hasta ahora no lo ha hecho.

El inmueble de Achichipico está en terrenos comunales —inalienables por ley—, carece de registro catastral y viola normas ambientales. La comunidad de Tepoztlán ahora lo sabe y está molesta. Encima, Noroña no paga predial. Ni como propietario irregular ni como supuesto vecino ejemplar. Es decir: no solo evade al SAT, también evade al municipio.

El problema es doble:

1. Los donativos ilegales. Según registros de plataformas y denuncias opositoras, ha recibido alrededor de 500 mil pesos en 2025 por “aportaciones voluntarias” en redes sociales. La Ley General de Responsabilidades Administrativas (arts. 7 y 52) prohíbe que un servidor público reciba dinero o regalos.

2. La evasión fiscal. Esos ingresos no aparecen en sus declaraciones patrimoniales ni fiscales. En algunos casos, las aportaciones son anónimas, incluso en moneda extranjera. Eso no es financiamiento ciudadano: es la receta perfecta para el lavado de dinero.

Mientras tanto, lo vemos viajar “sufriendo” en business o primera, usar iPhones de última generación y monetizar en YouTube y Facebook —plataformas gringas— mientras arremete contra el “imperialismo yanqui”. La diferencia es que el neoliberal fifí promedio paga impuestos. Él no.

Y por si faltara, tenemos su pleito con la periodista Azucena Uresti: la acusó falsamente de tener un departamento millonario, publicó imágenes personales sin consentimiento y la puso en riesgo. Artículo 19 lo calificó como violencia digital. Pero ya sabemos cómo termina la serie: en una nueva temporada de “Noroña, víctima”. Hoy, su papel preferido lo interpreta con más enjundia que nunca.

Lo que une a Adán Augusto y a Noroña no es solo Morena, sino un sistema de impunidad que permite que se burlen de la ley y del país. Lo que está en juego no son sus patrimonios personales, sino la reparación del cuerpo político del que hablaba Arendt: un Estado donde el crimen organizado gobierna en Tabasco y un senador hace del fraude y la violencia su modus vivendi.

Giro de la Perinola

A la lista de presuntos delitos —lavado de dinero, evasión fiscal, falsedad en declaraciones, uso de terrenos irregulares— hay que sumar otros: levantar falsos contra periodistas, poner en riesgo su seguridad, ejercer violencia de género contra mujeres de todos los espectros políticos (desde Lilly Téllez hasta su propia expareja).

Y todavía tiene el cinismo de exigir una disculpa pública