“El corazón, donde estuviste
Va rodando triste y sin amor
Uoh, uoh
Te voy a olvidar
Palabra de honor
Paloma perdida
Ya no puedo más
Te tengo que olvidar
Y te tengo que olvidar”
LUIS MIGUEL
“¡Arde bebe arde! ¡Arde bebe arde! ¡Arde bebe arde! ¡Arde bebe arde!
(Burn, baby, burn! Burn, baby, burn! Burn, baby, burn! Burn, baby, burn!)
¡Ardiendo!
(Burnin’!)
Para mi sorpresa, ¡sí! Cien pisos de altura
(To my surprise, yes! One hundred stories high)
La gente se está soltando, todos ustedes se están subiendo al techo, ¿oyen?
(People gettin’ loose y’all gettin’ down on the roof, do you hear?)”
TINA TURNER
La filtración llegó cruda. Documentos oficiales. Números que no se combaten con excusas ni con un “yo no recuerdo”. En el expediente público aparecen transferencias por aproximadamente 79 millones de pesos a nombre del senador Adán Augusto López, entre 2023 y 2024. No fue un rumor. Fue una cadena de cifras y registros que obligan a una explicación absolutamente creíble.
Que Adán salga a decir que todo está en regla no hace desaparecer la estela. Es al revés: mientras más niega, más se mira la cuenta. Y cuando la caja suena, la política deja de ser teatro y se vuelve contabilidad. En algunos lugares eso se llama conflicto de interés, COHECHO, omisión en declaraciones patrimoniales. No son insultos. Son delitos. Y de los graves.
¿Quién filtró la información? Esa es la novela. Se habla del SAT. Se habla de fuego amigo. Se habla de Claudia. Que cada quien escoja el narrador de su gusto. Lo único indiscutible es que los papeles existen (de hecho, ¡se encuentran en la plataforma pública!), los montos también y la presidenta ya exigió aclaración pública. El tablero cambió.
Y con ello, la frase inevitable: “Tome chocolate, pague lo que debe.” O mejor dicho: suelte lastre. Adán Augusto no es un senador incómodo; es un peso MUERTO. Si Claudia lo tolera, lo protege o lo ignora, lo paga caro. Porque Adán no regresa a casa a lamerse las heridas. Regresa a clavar la lanza en la revocación. Eso no es paranoia. Es manual de la vieja política. Ella, que no sabía de ciencia política, a estas alturas está obligada a conocerla.
La ironía huele a gasolina: mientras Adán hace malabares con sus declaraciones, Ricardo Salinas Pliego juega al perseguido político. El empresario se pinta como víctima, presume empleos y exige justicia fiscal. Y el gobierno, con toda seriedad, le pide… ¡cuentas! Pero ¿cómo exigir a Grupo Salinas que pague si dentro de la 4T hay quienes no ponen en orden ni su propia contabilidad? Esa es la hipoteca moral que quiebra cualquier discurso de pureza. Quiebra a la 4t, claro que sí.
Los números no mienten. En 2023, Adán reportó ingresos por siete millones. El SAT le detectó al menos veintidós. En 2024, declaró 58 millones y ante la Contraloría del Senado apenas 625 mil pesos. Se delató solo. Y la ley es clara: falsear declaraciones patrimoniales amerita inhabilitación y separación del cargo. No es retórica. Es código.
Así que Sheinbaum enfrenta una decisión brutal: o se ata a un compañero que pudre el eslogan de “gobierno limpio” o lo corta de raíz. Dejarlo sería cargar una rémora. Cortarlo, un acto de higiene política y de supervivencia. Porque un Adán libre no es un Adán débil. Es un Adán vengativo. Lo ha dicho sin disfraz: no olvida, no perdona. No es caballerosidad. Es amenaza. Él amenazó primero a la presidenta...
Y no olvidemos el detalle: una de las empresas que le pagó ya está en la lista negra del SAT como presunta fantasma. No hablamos de chisme, sino de control fiscal puro y duro. Eso exige consecuencias, no ruedas de prensa.
Esto no se detiene en Bermúdez, ya lo he dicho. Claudia puede escoger entre la lealtad a la tribu o la lealtad a la institucionalidad que prometió. Puede proteger a un compañero y arriesgar su mandato. O puede demostrar que en su gobierno la escoba también barre hacia adentro. Esa elección definirá si la 4T es un proyecto sólido o apenas un cascarón sostenido por complicidades. Yo soy de la opinión de lo segundo, pero no es a mí a quien tiene que convencer, sino a sus compañeros de movimiento. Muchos —y con razón— empiezan a dudar.
El dilema es simple y cruel: si Sheinbaum quiere presumir limpieza, debe empezar en casa. Y en casa hay un cuarto que apesta: Adán Augusto. Es hora de abrir la ventana y tirarlo al contenedor de la basura política.
Giro de la Perinola
Cuando un servidor público convierte el secreto en patrimonio, no pierde solo la vergüenza. Pierde la legitimidad. Y sin legitimidad, cualquier proyecto —por monumental que se crea— muere asfixiado. O al menos así debería ser.