Tiene solo dos meses de edad y lucha por su vida en la Torre pediátrica de Veracruz.

Se trata de una bebé que fue brutalmente golpeada por su padre, quien en la agresión casi la mata.

Su madre, de nombre Ariadna, con 18 años de edad, relata que la pequeña estaba enferma y lloraba mucho, por lo que el padre la golpeó, la tiró abajo de la cama y la apretó tan fuerte que “le tronaron sus huesitos”.

Como pudo la joven escapó con su criatura y la llevó al hospital, donde los médicos al momento la reportan como grave.

El padre se dio a la fuga

Y es que Ariadna relata que desde que quedó embarazada este sujeto la golpeaba constantemente en el vientre, deseando que abortara.

La joven asegura que desde que conoció a su pareja, un año atrás, él “a veces estaba bien y otras mal”, porque “es muy enojón”, pero “esperaba” que se le pasara y empezara a querer a su nena.

Por supuesto, esto no ocurrió.

El caso de esta joven es uno de los millones que existen en nuestro país, donde la violencia intrafamiliar y de género cobra vidas o deja graves secuelas en las víctimas.

La bebé que ahora lucha por sobrevivir en la cama de un hospital a sus escasos sesenta días de nacida, tiene fractura de cadera y los médicos no saben cómo responderá o cuáles serán las consecuencias de la brutal golpiza.

Por su parte, las autoridades investigan hasta qué punto Ariadna es culpable por omisión de lo que le ocurre a la pequeña y de encontrarla responsable del ataque, no podrá seguir teniendo consigo a su hija,

Este relato, desgarrador sin duda, es parte de las estadísticas de espanto que tenemos en el país.

Un estudio realizado por el Instituto Politécnico Nacional, en colaboración con Inmujer señala que las mujeres, cada vez más jóvenes, son víctimas de violencia por parte de sus parejas, lo cual es alarmante, pues estamos hablando que las adolescentes que inician un noviazgo, pueden ser violentadas.

Las cifras nos dejan fríos. A lo largo de una década, es decir, de 2012 al 2022 dos de cada tres mujeres cuyas edades oscilan entre los 15 y los 20 años de edad, ha sufrido violencia física, emocional, sexual o económica por parte de su pareja sentimental, lo cual debe encender los focos rojos en las autoridades e implementar políticas certeras de educación entre las y los jóvenes para evitar que estas cifras sigan en aumento.

Pero hay un dato aún más escalofriante

El 60 por ciento de estas mujeres violentadas pertenecen a familias en apariencia “funcionales”, es decir, con padre y madre casados y con un núcleo familiar “sólido”, lo cual echa abajo la creencia de que la permisibilidad de la violencia es producto de familias desintegradas o que han vivido en casa abusos o daños físicos.

En paralelo, en las zonas rurales del país, donde hay pobreza y marginación el fenómeno parece persistir, pero con matices que han sido considerados “normales” por ser parte de los usos y costumbres.

Pese a ello, estadísticas del INEGI señalan que en comunidades donde no se habla español, es decir, mujeres hablantes de lenguas indígenas, al menos el 52 por ciento de las que fueron censadas este año admitió haber sido violentada por su pareja.

EDUCACIÓN, MARGINACIÓN Y VIOLENCIA

En charla reciente con personal del IVEA (Instituto Veracruzano de Educación para los Adultos) narran que cuando realizan brigadas de incorporación en comunidades alejadas, el principal obstáculo que enfrentan es que las mujeres acepten aprender a leer y escribir, pues temen que sus parejas, padres o hermanos las golpeen o les impidan hacerlo.

Un caso que me impresionó fue que en una plaza pública estaban dos jóvenes de no más de 20 años queriendo concluir su educación primaria, pero llegó el pastor del centro religioso y se llevó a una de ellas, diciéndole al asesor que sus padres se la acababan de “regalar” para que le hiciera el aseo en su casa y lo “cuidara”.

Mientras quisieron averiguar si era esto real, vieron a lo lejos al padre de la chica observando que el “trato” se consumara.

Así, de terror

Mientras sigamos en pañales en políticas públicas para permitir que la violencia doméstica feminicida perviva y se deje de normalizar las agresiones hacia las niñas, jóvenes y mujeres en nuestro país, casos tan lamentables como el de la pequeña que al escribir estas líneas se debate entre la vida y la muerte en la torre pediátrica de Veracruz, seguirán existiendo.

Una sociedad medianamente civilizada requiere de manera urgente medidas de prevención y protección hacia las mujeres, pero sobre todo, requiere de educación hacia los jóvenes de ambos sexos, para evitar que sigan ocurriendo tragedias como la que ahí he expuesto.

Por cierto…

En una sociedad medianamente civilizada, también, debemos dejar de alcahuetear la inmoralidad repitiendo barbaridades en la sobremesa o en charlas de café o, en su defecto, dando “likes” o compartiendo comentarios de entes descerebrados que días después del lamentable suceso al periodista Ciro Gómez Leyva lo siguen celebrando.

Más allá de su profesión (muy digna y muy apasionante, por cierto) elucubrar sobre lo ocurrido o incluso sentenciar, es poco menos que atroz.

Juzgamos, aplaudimos o nos mofamos de algo que es a todas luces reprobable: atentar contra una vida.

Mientras no “cambiemos el chip”, nos volvamos más humanos y dejemos de aplaudir la violencia, estamos perdidos, porque lo que nos urge a todos es tener un país en paz. Tan simple o tan complejo como se lee.

Avancemos, no retrocedamos. Es una tarea urgente.