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La desforestación que ha sufrido en los últimos años una gran extensión de la península de Yucatán para ampliar las zonas de cultivo para la siembra de soya con semilla genéticamente modificada y el uso indiscriminado del herbicida conocido como glifosato ha impactado negativamente en la producción de miel, y el habitad de las abejas, causado graves daños económicos a los productores y así como deterioro ambiental a esa zona del país.

La abeja melipona que es una especie sin aguijón que cultivan los pueblos originarios de la península yucateca desde hace cientos de años y que es denominada como “abeja sagrada maya”, por las propiedades curativas y el gran poder nutricional de su miel, se han visto afectadas por los cultivos transgénicos y los pesticidas.

En los últimos años estos insectos originarios de la península del sureste del país se han visto afectados por la agricultura intensiva, el cambio climático y los plaguicidas, a causa de los cuales las casi dos mil especies de abejas que hay en México se encuentran en grave peligro de extinción.

La soya, el maíz amarillo transgénico y el herbicida glifosato si bien es cierto hacen más rentable al campo y es un gran negocio para empresas de biotecnología como Monsanto-Bayer, a la vez son un peligro para la apicultura porque este pesticida contribuye a la mortandad de las abejas.

El herbicida glifosato que es un producto indispensable para el funcionamiento de las semillas genéticamente modificadas está diseñado para combatir malezas en soya transgénica resistente a ese pesticida y es por eso que es usado en casi todos los cultivos por económicos y de gran efectividad; sin embargo, degrada las tierras en su microbiología los hace menos fértiles y a veces no admite otros cultivos posteriores.

De acuerdo con estudios de David Schubert, profesor del Instituto Salk para Estudios Biológicos, la mayoría de las variedades de soya transgénica están modificadas para ser resistentes contra insectos como las abejas, por lo que se les aplica a los cultivos herbicidas como el glifosato que mata todo tipo de hierbas y parásitos, pero la semilla es resistente a este insecticida; sin embargo, esa molécula ha sido asociada a daños a la salud.

En 2000 Monsanto comenzó a cultivar parcelas experimentales de soya genéticamente modificada (GM) en México. En 2010 y 2011, el gobierno de Felipe Calderón elevó estos proyectos a “proyectos piloto”.

En 2012, sin consultar a las comunidades locales mayas, el gobierno mexicano otorgó permisos a Monsanto para plantar soya transgénica en Campeche, Chiapas, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán.

Los cultivos con semillas genéticamente modificadas, pronto empezaron a contaminar la miel local en Campeche, poniendo en riesgo el suministro de alimentos, el medio ambiente y los medios de vida de las comunidades mayas.

La soya transgénica utilizada por Monsanto-Bayer se conoce como “Roundup Ready”, una referencia a la tolerancia genética programada de la planta a altas dosis del herbicida Roundup . El ingrediente principal de Roundup es el glifosato, un probable carcinógeno que también está relacionado con abortos espontáneos y defectos de nacimiento.

Monsanto (adquirida en 2016 por la farmacéutica Bayer) controla el 90% del mercado internacional de semillas y es líder mundial en la producción de herbicidas.

Hay que recordar que, en diciembre de 2020, el Gobierno de la Cuarta Transformación emitió un decreto para prohibir que el maíz transgénico para el consumo humano en 2024; además se ordena la prohibición para sembrar semillas genéticamente modificadas en territorio mexicano; la orden también pide la eliminación del uso del glifosato, del controvertido pesticida que está sujeto a un polémico debate sobre sus efectos potencialmente cancerígenos.

A pesar de que está prohibido la siembra de granos transgénicos y el uso de glifosato en México, estos cultivos siguen estando presentes en el país y con avionetas y drones se fumiga con el herbicida que por Ley no está permitido y esto afecta a los apicultores de la península yucateca, alteran negativamente su economía porque por un lado las colonias de abejas disminuyen y la miel que producen ya no la pueden vender como orgánica ya que esta presenta residuos de glifosato.

Apicultores del sur de Quintana Roo han advertido que la abeja melipona se encuentra en grave peligro por la deforestación y prácticas agrícolas de grupos menonitas, quienes prácticamente han acabado con el 10% de la población de estos insectos.

La abeja maya es vital para mantener la biodiversidad en la Península de Yucatán, por lo que su pérdida sería altamente perjudicial para toda la zona.

Además de la tala, las comunidades de menonitas han abusado de la quema de monte para incrementar sus plantíos, provocando con el humo la muerte de miles de colmenas. Incluso este grupo está atacando a los insectos con insecticidas que matan por millones a estos insectos.

Leydy Araceli Pech Martín, es una apicultora maya, que es conocida como la guardiana de las abejas que se volvió famosa por ganarle una batalla a Monsanto en México, y al desarrollo agroindustrial impuesto al país azteca.

La activista encabezó una coalición para detener la siembra de soya genéticamente modificada por la empresa Monsanto en el sur de México. La Corte Suprema dictaminó que el gobierno había violado los derechos de los mayas y suspendió su siembra.

En noviembre de 2020 la “guardiana de las abejas” recibió un Goldman, el premio ambiental más importante del mundo, por su lucha contra los granos transgénicos y pesticidas.

Los apicultores de la Península de Yucatán están pasando una situación muy delicada porque la ley no se está cumpliendo ya que se siguen sembrando soya transgénica y usando el herbicida glifosato que afecta la producción de miel y la economía de las comunidades mayas.

El Gobierno de la Cuarta Transformación debe tomar medidas más enérgicas para frenar la deforestación impedir los cultivos clandestinos de granos transgénicos y la fumigación con glifosato que afecta la producción de miel y pone en peligro los ecosistemas, además de convencer a las comunidades menonitas para que no talen la selva del sur de Quintana Roo.