“La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve.”

Louis Dumur

“Los hombres se corrompen en proporción al poder que creen tener.”

Montesquieu

El senador Gerardo Fernández Noroña pidió licencia del 23 de octubre al 2 de noviembre. El motivo, según él, es un viaje “de solidaridad” a Emiratos Árabes Unidos y Palestina. Lo curioso es que no es auténtico amor a la causa... dicho por él mismo, el vuelo “se lo regalan”. No aclaró si fue la aerolínea, el gobierno emiratí o algún mecenas con vocación revolucionaria. Pero da igual: cualquier servidor público con un mínimo de decencia sabe que aceptar regalos —y más de gobiernos extranjeros— está prohibido.

Y eso es apenas el despegue del problema.

De pronto, resulta que el senador del pueblo… se refiere a otros pueblos. Recomiendo que, antes de presumir su amistad con el palestino, Noroña recuerde que su deber es con el mexicano. Más con los habitantes de Puebla y Veracruz, que aún padecen los estragos de las inundaciones recientes.

Él, muy solidario, decidió dejar el país en crisis para irse de gira internacional. A veces la austeridad también se toma vacaciones.

Va sin mandato del Senado ni autorización del Ejecutivo. No representa a México: se representa a sí mismo, y encima presume que el viaje es cortesía de terceros. Pleitesía ideológica a cambio de millas aéreas.

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Hay más: la licencia que solicitó no cumple ni con la Constitución ni con el Reglamento del Senado. Solo puede aprobarse por enfermedad, gravidez o causas graves comprobadas. “Viaje ideológico de fraternidad” no aparece entre los motivos válidos. Aunque claro, en el universo Noroña, las leyes son sugerencias y la moral, un accesorio de campaña.

El cuadro roza la comedia: el autoproclamado feminista progresista de la 4T visitando países donde las mujeres no pueden mostrar el rostro, votar libremente o aspirar a un cargo público. Emiratos Árabes y Palestina son regímenes donde la desigualdad de género no se debate: se impone. Pero Noroña, tan sensible al feminismo de a deveras, guarda un silencio ejemplar.

Eso sí, en su retórica evita hablar del Estado palestino; prefiere decir “pueblo palestino”. Quizá porque, en el fondo, odia las instituciones… incluso las que no son mexicanas.

Su travesía no es un acto de camaradería: es una maniobra de distracción. Fernández Noroña lleva meses acorralado por sus propios excesos. Ni es austero, ni es humilde ni mucho menos transparente. Dijo que volar en clase turista es un “sacrificio” y por eso prefiere hacerlo en ejecutiva. También admitió que viaja en jets privados porque “se los prestan”.

Y si eso no bastara, tiene una casa en Tepoztlán valuada en unos doce millones de pesos, construida sobre terreno comunal y ausente del registro público a su nombre. Las cuentas no cuadran. Tampoco declara los ingresos que obtiene por sus transmisiones en redes sociales. Para ser un defensor del pueblo, vive bastante bien del presupuesto… y de sus seguidores.

Por eso, con tanto ruido alrededor, el viaje le viene como anillo al dedo: cambia el foco mediático, se envuelve en la bandera de la “solidaridad internacional” y se esfuma unos días. Turismo ideológico con licencia ilegal.

La Constitución es clara: si un legislador falta diez días consecutivos sin causa justificada o sin licencia aprobada por el Pleno, pierde el cargo. Además, la Ley de Responsabilidades Administrativas prohíbe aceptar regalos, viajes o dádivas de gobiernos extranjeros. Las únicas excepciones son los obsequios simbólicos de protocolo. Un boleto de avión a Medio Oriente no entra en esa categoría, aunque venga envuelto en retórica revolucionaria.

Pero el senador confía en su suerte… Noroña se siente intocable. Él no infringe la ley, la “interpreta”. Y siempre a su conveniencia.

Así, mientras presume que recorrerá Palestina, México sigue con sus propias guerras internas: la de la inseguridad, la impunidad y la desigualdad. Aquí, miles de afectados por las inundaciones buscan refugio; aquí, las mujeres siguen siendo asesinadas. Pero él, solidario como pocos, se tomará fotos en el desierto.

Curiosamente, su licencia coincide con la salida —esa sí digna— de la magistrada Janine Otálora del Tribunal Electoral. Ella renunció conforme a la ley; él la evade con entusiasmo. Ella se fue con integridad; él, con boletos gratis. Noroña incluso declaró: “Tengo primero una reunión en Emiratos Árabes Unidos, pero el grueso del tiempo es para recorridos en Palestina. Si la autoridad palestina lo juzga necesario, estaré en Gaza”.

¿Noroña es senador mexicano o es enviado especial de la ONU? En su afán de protagonismo, confunde la diplomacia con el turismo y la ilegalidad con la épica.

Fernández Noroña encarna lo peor de la vieja nueva política: predica moral, viola leyes y exige respeto mientras se burla de todos. No hay ideología en su viaje, solo ego; no hay solidaridad, solo vanidad; no hay austeridad, solo simulación.

Quizá al volver de su “misión internacional” traiga souvenirs o discursos heroicos. Lo único que no traerá, seguro, es vergüenza. Porque en la 4T, la austeridad se predica desde el avión… y los pasajes en Emirates valen más que la decencia.

Giro de la Perinola

(1) Y, mientras tanto, otro ejemplo de frivolidad política: Cuauhtémoc Blanco, diputado federal, faltó a sesión legislativa para jugar pádel. Según él, lo hizo “por su salud”. Qué conmovedor. Sería interesante saber cuántos trabajadores del país pueden faltar a laborar para “cuidarse” de esa forma.

(2) Blanco y Noroña son el retrato de la impunidad con fuero. Uno se va a pasear al extranjero, el otro a jugar con raqueta. Los dos cobran del erario. Los dos juran representar al pueblo. Los dos, literalmente, están jugando.