“El sí es vocabulario completo de los idiotas. Para contestar a todo que sí, para dar asentimiento a cuanto existe, no es necesario raciocinio ni comparación, ni juicio siquiera. Otro ha hecho antes el trabajo. En cambio para decir no es preciso oponer un razonamiento nuevo al de aquel que pregunta, y esto exige cierto grado de inteligencia”.

Benito Pérez Galdós

“Tener suficiente dominio de sí mismo para juzgar a los otros por comparación con nosotros mismos, y obrar en relación a ellos tal como desearíamos que obrasen con nosotros, a esto es a lo que puede llamarse doctrina de la humanidad; no hay nada más allá de esto.”

Confucio

La comparación se hace viral

Las comparaciones son odiosas, máxime cuando son para peor. Si a lo anterior añadimos que lo que diga López Obrador tiende a viralizarse, afectando a más de uno, se tiene la combinación perfecta. O puesto en términos morenistas, las afirmaciones van ‘como anillo al dedo’, aunque en este caso el anillo lastime al tabasqueño...

En la mañanera del lunes, López Obrador cuestionó la honestidad intelectual de Sergio Aguayo. Señaló que el académico había dicho que, con respecto al asunto del CIDE, él (AMLO) era como Díaz Ordaz. Aguayo nunca sugirió eso, tampoco que el primer mandatario optaría por ordenar una matanza como la de aquel fatídico 2 de octubre. Todo lo contrario, abogaba por la negociación y el entendimiento entre las partes.

Pero López Obrador tiene la facultad de manipular la información. La forma en que esto impacta varía, aunque usualmente logra su objetivo, que es el de polarizar a la población y/o culpar a otros de sus errores y desidias.

En este caso, no obstante, el Ejecutivo federal lanzó un bumerán que quizá le azote de forma continua. Él fue quien hizo comparable su relación —en términos personales y ya no solo institucionales— con los estudiantes en el pasado, nadie más.

Así, lo central ha dejado de ser si dicha comparación sería válida y pasó a ser el que el argumento está circulando en redes sociales. Quien logró la hazaña fue el mismo López Obrador.

Con la comunidad intelectual

Si a lo anterior sumamos como antecedente la obtusa relación que lleva la 4T con intelectuales (orgánicos o no), estudiantes e investigadores, se entiende por qué prendió el discurso del inquilino de Palacio, pero en su contra.

Para sumar a la desavenencia, el jefe del Ejecutivo defiende a María Elena Álvarez-Buylla, quien ha hecho todo desde que inició al frente del Conacyt para dinamitar la ciencia y el estudio en nuestro país. Nombramientos, despidos injustificados, recortes a investigaciones y becas en el extranjero, y abusos del poder como darle el SNI Nivel 3 al fiscal Alejandro Gertz Manero, son muestras de cómo ha arrinconado a la comunidad académica y estudiantil.

Lo que sucede en el Conacyt, su negativa para abrir el diálogo con los estudiantes del CIDE y llegar a un acuerdo, a pesar de ser esta la instrucción presidencial, son ingredientes que sirven muy bien para comparar al tabasqueño con aquel otro presidente de apellido —ese sí— compuesto.

*No son de ahora*

Las comparaciones que se hacen de López Obrador con diferentes personajes de la historia iniciaron hace tiempo. Quizá la más famosa es con Jesucristo; desde Enrique Krauze al llamarle ‘el mesías tropical’ hasta la del padre Solalinde con ‘su niño Dios’.

En lugar de preocuparse tanto porque le comparen —de dicho— con unos y otros, el mandatario debería pensar qué es lo que él y su equipo de trabajo están haciendo para parecerse en los hechos a determinados personajes…

No hay “despropósito” en comparar algunas de las circunstancias que llevaron al surgimiento del Movimiento del 68 con la cerrazón al diálogo entre las partes en el conflicto en torno al CIDE.

Más aún, si de la comparación se establecen distinciones (pues no siempre resultan similitudes), tomémosle la palabra a López Obrador cuando afirma que él no se inmiscuye en ese conflicto ya que de por sí “tiene suficiente trabajo”.

Partiendo de lo anterior, celebremos la nula intromisión del primer mandatario en el asunto, pero no por ello dejemos de exigirle —sí, exigir—, como ciudadanos representados que somos, instruya a Álvarez-Buylla sacar sus manos de la institución.

El brete del Conacyt

El desaguisado por la cabeza del Consejo impacta de forma directa en cómo se percibe el posicionamiento e injerencia del presidente AMLO en el asunto. Pensar de otra forma es ilógico.

Con su diatriba, López Obrador está perdiendo la batalla mediática del debate CIDE/estudiantes del 68, la cual es a su vez producto de la mala gestión de una de sus funcionarias. Ya no bastará que el Ejecutivo federal declare que él no es como Díaz Ordaz.

Las comparaciones son odiosas y Andrés Manuel se afanó en lograr una comparación de él mismo con quien se tiene el peor recuerdo de represión en México contra estudiantes.

La comparación está en el aire, anidará en Palacio Nacional, será la sombra del tabasqueño y, mientras peor trate la 4T a la comunidad académica, estudiantil y de investigadores, esta solo crecerá.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero