Cuánta dulce tortura quietamente sufrida
Cuando, picada el alma de tristeza sombría,
Sabedora de engaños, me pasaba los días
¡Besando las dos manos que me ajaban la vida!
Alfonsina Storni
Detesto el victimismo y pago sin vacilaciones el peaje de la independencia.
Antonio Escohotado
¿Adulterado o auténtico?
Da igual; intencional o circunstancial, de todas formas el resultado iba a ser el mismo: la victimización.
Los maestros enojados pararon el andar de la comitiva de AMLO rumbo a su mañanera chiapaneca. El tabasqueño, en un desplante de “no reacciono a chantajes” y “el papel de mártir se me da muy bien”, se quedó en su vehículo participando de la conferencia de prensa.
El muy sufrido. La víctima de todos los días. De la prensa, de la mafia del poder, de los conservadores.
Antes solo se le escuchaba plañir en la mañanera por el “maltrato sufrido” en su gobierno, en su persona. Pero ahora ha saltado al siguiente nivel aprovechando el desplante de los maestros de la CNTE en Chiapas. Solo falta escucharle clamar: ¡pobre de mí!
Porque dada la seguridad que tiene AMLO como jefe de Estado, pero sobre todo las tablas en esos menesteres (¡creció políticamente llevando a cabo precisamente ese tipo de acciones!), es imposible pensar que no se tenía la información necesaria de que estaban los maestros esperándolo o los recursos suficientes para haber evitado el plantón.
AMLO arguyó que él no se puede someter a chantajes y que por eso no quiso dialogar con los docentes. Lo cual es en sí mismo contradictorio por al menos tres razones:
1) “se vende” como el líder bondadoso con quien se puede dialogar, pero no entabla conversación alguna.
2) se sabe que la CNTE es uno de los “aliados” con lo que cuenta el tabasqueño, especialmente a raíz de que lanzó la contrarreforma educativa, pero la desacredita.
3) el primer mandatario ha vivido de chantajear a quien se deje por lo menos durante los últimos 30 años, pero se queja de esa práctica. O sea, ‘azadón de palo en casa del herrero’.
El primer mandatario presume de “respetar la investidura presidencial”. Sí, pero exclusivamente cuando se trata de no hablar con quienes le cuestionan o cuando le conviene capitalizar la imagen de ecuánime, lo que para fines prácticos viene siendo exactamente lo mismo. ¿Víctimas de la violencia, padres de niños afectados por el desabasto de medicamentos, opositores políticos? Nahhhh.
Pero hablemos de logística e inteligencia gubernamental: ¿en serio no hay comunicación entre el cuerpo de seguridad estatal y la seguridad del presidente? Inadmisible creer que la información de seguridad nacional (incluyendo a los secretarios de SEDENA, SEMAR, Secretaría de Seguridad Pública y la Guardia Nacional) no supieran lo que le esperaba a López Obrador o no escudriñaran al contingente para que no hubiera ningún peligro para el macuspano. Vergonzoso, entonces, saber que el presidente AMLO montó un espectáculo de ¡tres horas! Las circunstancias del país no están para desperdiciar tiempo en estos fatuos menesteres.
Un triste reality show que de verdad no tiene nada; su paso fue frenado y su intención fue probar con ello su bonhomía y la intransigencia de los otros. Y le resultó, ciertamente al menos entre sus huestes y no pocos despistados.
Lo vieron como el ejecutivo “secuestrado”; escenografía marrullera —incluidas camionetas Suburban— para aparentar ser víctima y tener motivos para no atender a nadie.
La mentira de un presidente cercano a su gente, pero que usa camionetas blindadas y ofrece su mañanera de gira dentro de las instalaciones de una zona militar.
Qué rápido quedó atrás al López Obrador que hubiera dado voz, escuchado y defendido al grupo de maestros que acusaban al gobierno estatal de represión y prisión política de estudiantes, además de despidos injustificados y pisoteo de sus derechos laborales. Ahora que esas acusaciones provienen de los normalistas rurales de Chiapas, de los maestros de la Universidad de Ciencias y Artes en la misma entidad, al ser contra un gobierno morenista, guarda silencio. Un incómodo silencio que debe perseguirle ante todos quienes en el creyeron.
El sufrido, el pobrecito no habla cuando le piden ayuda, se limita a transmitir su mañanera por celular.
Poco a poco, pero consistentemente, el presidente trastoca el quehacer gubernamental en tristes actuaciones. Del chantaje que hizo él a todo lo largo y ancho del país, a la victimización como último recurso del desgobierno y de la ineficiencia de un régimen.
Total. El resultante: ese día no tuvimos mañanera, pero del teatro igual no nos libramos.