México Canta
A la presidenta Claudia Sheinbaum le salió bien la idea y el propósito de lanzar el concurso “México Canta”; la secretaria Claudia Curiel logró materializarlo con un nivel aceptable de éxito al menos en términos mediáticos. En el contexto del Sistema Nacional de Educación Artística Formal y Comunitaria, que anunció la secretaria de Cultura hace meses en la conferencia de prensa matutina, se había informado de un programa y un proyecto encargados por la jefa del poder ejecutivo como parte de las políticas integrales de atención a las causas de la pobreza, la violencia y la inseguridad –en particular en localizadas zonas de riesgo–, que contribuirán a mejorar las condiciones de vida en el país: un programa de coros a nivel nacional y un concurso binacional, México-USA, de corridos con una redirección positiva respecto de su sentido comercial actual. (Hablé del tema en “Las dos Claudias: De coros y malentendidos o malintencionados críticos de corrido”).
Desconozco el cauce del primero de ellos, que es muy valorado por la presidenta por su propia experiencia como niña músico y cantante, como ya hemos visto aquí. Experiencia que desea extender como un “sueño”: que “en todas las escuelas públicas de México haya coros”, pues frente a la pluralidad de instrumentos de una orquesta, dice, “en el coro tienes tu voz”. Ojalá vaya bien, que tanto el programa Pilares (instaurado por la exjefa de gobierno de la ciudad), como la SEP y otras instituciones, contribuyan a su necesario desarrollo.
En cuanto al concurso, pasó de los corridos a la intervención de múltiples estilos que actualmente se escuchan a nivel comercial: pop, rap, ranchero, banda,… Expresándose cada uno, de acuerdo a la convocatoria, con una letra propositiva, optimista, amorosa o desenamorada pero amante, patriótica, de buenos sentimientos humanos para que contrastara con el discurso dominante dictado por la violencia, la ambición, el odio, el crimen, las drogas, el machismo, el feminicidio,… Todo ello, manifestado en varias categorías de competencia: compositor, cantautor, intérprete, solos, duetos…
La página oficial de “México Canta” señala que “el concurso surge con el objetivo de crear nuevas narrativas musicales que se alejen de la apología de la violencia, mediante letras que evoquen el amor, el desamor y la grandeza de México. Además de fortalecer y preservar los géneros musicales tradicionales mexicanos”.
Se registró la inscripción de 15 mil 115 participantes en la primera experiencia del “México Canta por la paz y contra las adicciones”. En los siguientes géneros y porcentajes:
Banda: 26.27%
Norteño: 22.24%
Pop: 12.91%
Campirano: 9.52%
Rock: 7.83%
Rap/Hip hop: 5.78%
Bolero: 5.14%
Independientemente de los procesos para ir sorteando las etapas (¿cómo pasaron de escuchar a más de 15 mil candidatos a seleccionar trecientos y cacho?, no quedó claro algo tan complejo), puede inferirse un éxito del proyecto ideado por la presidenta, sin duda. En particular, en lo referente al contraste de las “narrativas”: la pacífica y amorosa frente a la violenta y criminal. Todo ello en una calidad heterogénea entre las piezas y los intérpretes participantes.
Ante pregunta expresa, la presidenta dudó responder si el concurso será anual o bianual, es de suponerse que evaluarán los resultados y el impacto del evento inaugural; tengo la impresión que, de continuarse, debiera de ser cada dos años, para no saturar al público.
Ahora bien, este éxito en cuanto a los textos de aspiración novedosa, su lírica optimista o propositiva, ¿crea un “nueva música” en México, como sugirió la presidenta en otra conferencia? En realidad no. No hay una música nueva puesto que se están usando estilos que ya son prácticamente de laboratorio a los cuales se ajustan textos diferentes. Esto es, un rap es un rap (nada mexicano, por cierto), una de banda lo mismo, o un bolero o una ranchera: hay un nuevo registro combinatorio, mas no “música nueva”; es lo que se escucha todos los días en cualquier parte.
Se requiere mucho más que un concurso o dos para crear música con características de novedad. Y en este sentido, va aquí una contrapropuesta crítica para estimular los resortes emocionales y de conocimiento, para intentar crear condiciones para una nueva música; como músico que fue desde la niñez, la presidenta comprenderá y podrá evaluar objetivamente su pertinencia.
Un ejército de músicos y cantantes
La propuesta es muy simple y práctica, y no es en absoluto original. Se desprende tanto del hecho de que siempre se habla del arte surgido en México al término de su revolución, como de la experiencia musical de otros países, en particular, europeos: el estímulo que el Estado debe, tiene que ofrecer a los niños, jóvenes y adultos. El acceso a las más altas creaciones de la humanidad durante milenios. Sí, está bien la valoración de lo nativo, porque aunque sea rústico tiene su condición de raíz, de surgimiento del “alma” o espíritu del pueblo: eso está muy bien. Pero hace falta incorporar a la mayoría de la población eso que es “extraño” pero probadamente valioso. Y no por “apropiación”, como está en boga académica decir, sino por conocimiento y asimilación.
Para ello es necesario que el Estado contrate un número importante de músicos, instrumentistas y cantantes con formación clásica, de todas las edades, no sólo jóvenes, porque ese discurso y esa política de la 4T, han dejado sin posibilidades a muchos artistas entre 40 y 60 año. Por otro lado, que sean músicos independientes, que no tengan una plaza en instituciones culturales o educativas, que ellos tienen sus labores propias y sus intereses.
Estos artistas tendrían que ser conformados en dúos, tríos, cuartetos; tendrían que integrar programas que no se imprimirían en papel sino que deberán ser explicados por los mismos ejecutantes. A veces se ha experimentado con la variante de que alguien, aparte de los intérpretes, explica las piezas de los programas. Eso no, aquí se trata de que el propio pianista, violinista, trombonista, percusionista, cantante explique un poco su experiencia pero, sobre todo, los números interpretados, los compositores, su tiempo, su estilo.
Así como Carlos Pellicer o Gabriela Mistral salían a las giras presidenciales o por propia cuenta a ofrecer discursos y leer poemas en la época de José Vasconcelos como fundador y secretario de la SEP, este “ejército” de músicos ejecutaría sus instrumentos o cantaría, y explicaría a toda audiencia posible de qué se trata eso tan distinto que escuchan. Porque una cosa es cierta: pese a las redes sociales y la exposición de la sociedad a ellas, el grueso de la población mexicana desconoce y quizá no ha escuchado nunca de manera formal fragmentos de música clásica o fragmentos de ópera, tanto universales como mexicanas. Y menos todavía, se les ha explicado.
La propuesta es compartir y difundir una experiencia sonora y una aproximación al conocimiento consciente de la misma. Esto daría sin duda pauta a posibilidades tanto de creación de público como a ambiciones de mayor acercamiento, a nivel proactivo, al aprendizaje de esa música, su ejecución e incluso su invención. Naturalmente, algo tan germinal necesita compromiso auténtico y tiempo. Además del obligado desarrollo musical en escuelas, esta acción propuesta sí que contribuiría a cambiar la percepción musical del país y a crear tal vez nueva música a través de la experiencia sonora, el conocimiento y la imaginación. Ahí está, pues.
P.d. Les comento que el pasado 10 de octubre fui invitado por un grupo de académicos de la UAM a realizar un breve concierto en línea para la clausura del VIII Coloquio Internacional: El nacimiento de una cultura de la violencia. Seminario de Genealogía de la Vida Cotidiana. UAM Azcapotzalco. Les comparto dos de las piezas interpretadas entonces, si son tan amables de escuchar; al piano, la Mtra. Teresa Rodríguez:
1. De la célebre Antología Italiana, “Danza, danza, fanciulla gentile” una arietta del barroco, de Francesco Durante (1684-1755):
2. “Core ‘ngrato”, canción napolitana de Salvatore Cardillo (1874-1947); letra del poeta Riccardo Cordiferro (1875-1940):

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo






