El Juego del Calamar, quizás la serie más exitosa en la historia de Netflix. Puede disfrutarse tanto a nivel superficial, cómo un símil de otros productos de entretenimiento como Battle Royale y Los Juegos del Hambre; o a un nivel más profundo, cómo una crítica del director Hwang Dong-hyuk a la profunda crisis de desigualdad que se vive en Corea del Sur.

Hwang duró 12 años en convencer a las corporaciones que realizaran su visión. Y no es para menos. La realidad es que, más allá del brillo superficial de empresas como Samsung y el poderío comercial de decenas de bandas de K-Pop populares en todos los rincones del planeta, los ciudadanos comunes, de clase trabajadora de Corea del Sur sufren cómo cualquier habitante del tercer mundo, o para decirlo en términos más novedosos, del “sur global”.

Por ejemplo, los jóvenes trabajadores de las nuevas generaciones ya no tienen asegurados empleos de por vida en las corporaciones conocidas como Chaebols, por lo que trabajan en dos o más empleos precarizados, en servicios como apps de entrega de comida y similares.

El rostro oscuro del capitalismo salvaje sudcoreano también afecta a los adultos mayores. Cómo puede observarse en la serie El Juego del Calamar las personas continúan trabajando de forma informal o en pequeños negocios hasta una avanzada edad, ante una falta de recursos de seguridad social en este país alabado cómo un “modelo de éxito” en el mundo occidental.

En su forma más cruda, también existe un problema de prostitución entre mujeres adultas mayores, quienes al ser despedidas de sus empleos tienen que recurrir al trabajo sexual para subsistir.

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También hay que señalar la inseguridad y abuso laboral, además de las largas jornadas de trabajo que en muchos casos desembocan en problemas de alcoholismo en vía pública, o en las instalaciones y vagones del metro, con la muy popular y barata bebida típica coreana, el soju.

Conociendo este trasfondo social, el mensaje y la crítica social de El Juego del Calamar alcanza nuevas dimensiones, más allá del simple entretenimiento, alcanzando grandes cuotas artísticas para tratarse de un producto lanzado por una empresa transnacional como lo es Netflix.

Manuel Ibarra I Twitter: @Manuel_Ibarra