En estos días, en la Cámara de Diputados se lleva a cabo la discusión sobre la reducción de la jornada laboral de 48 horas a 40. Para tal efecto se han dado cita, entre otros, gente de la academia, empresarios, especialistas, representantes laborales y trabajadores.

Durante este tiempo han discutido la viabilidad de reducir la jornada laboral. Para tener una mayor comprensión histórica hay que irnos al año 1886, año en el que se pidió una jornada laboral de 8 horas diarias.

En la era de la revolución industrial no había leyes laborales, por lo tanto, los niños, mujeres y hombres trabajaban en condiciones infrahumanas, con horarios hasta de 16 horas al día, o incluso más. No tenían acceso a la salud y laboraban en condiciones sin dignidad alguna. Muchos de ellos trabajaron en fábricas hasta su muerte por agotamiento o por accidente de trabajo.

Por ese motivo, el 1° de mayo de 1886, los trabajadores de Chicago recurrieron a la huelga y la llevaron a cabo, pero fue brutalmente reprimida por las fuerzas policiales de la época, en el fatídico acto que hoy conocemos como los “Mártires de Chicago”.

Pero en nuestro país, los aires de cambio tardaron en llegar un poco más que en los Estados Unidos o Europa. Es bien conocido por todos que, durante los primeros años del siglo XX, el régimen de Don Porfirio Díaz era terrible en cuanto al tema de derechos laborales, siendo una actividad aceptada que los trabajadores “cobraran” en tiendas de raya, propiedad del mismo patrón, curiosamente.

Con el tiempo Francisco I. Madero llegó a la presidencia de México, y se inició la Revolución Mexicana. Fue hasta el primero de mayo de 1913, que más de 20 mil trabajadores, marcharon en las calles de la Ciudad de México exigiendo la jornada laboral de 8 horas.

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Sin embargo, no fue hasta 1936 que se promulgó la Ley Federal del Trabajo, que logró implementar la jornada de 8 horas en nuestro país. Hace exactamente 87 años, que la jornada laboral de 8 horas no se ha modificado. Hay que decirlo, llegamos medio siglo tarde a una “normalidad” que en el mundo se aceptó y fue establecida desde hace 137 años.

Y sin embargo, hoy los empresarios tienen la cara dura de decir que no hay condiciones para modificar la jornada laboral de 8 horas. Actualmente la Ley Federal del Trabajo establece los mínimos en cuanto a derechos laborales. En el país se tiene la mala creencia -sobre todo los dueños de las empresas- que entre más horas trabajen, más productivos son.

En realidad, lo que quieren es sobreexplotar a los trabajadores con largas jornadas y bajos salarios. Justamente en la columna de ayer, abordaba el tema de los trabajadores de la aviación polivalentes, orillados a hacer el trabajo de otras áreas, pero recibiendo el mismo salario.

Tal vez no nos guste escucharlo, pero según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México es uno de los países donde más horas se trabajan. Por eso en estos momentos se discute poder pasar de tener una semana de 48 horas, a una de 40, y aunque se lograra, todavía estamos lejos de las 32 horas que se trabajan en la mayoría de los países de la Unión Europea.

En costal aparte hay que meter el caso de la aviación; y no porque yo la considere una profesión apasionante, sino porque así lo establece la Ley Federal del Trabajo. Las tripulaciones estamos enmarcadas en un Capítulo Especial, el IV. Evidentemente las condiciones son muy diferentes al resto de trabajadores, porque es imposible detener un vuelo para tener “una hora de comida”, esa es la razón, por ejemplo, de que se les proporcionen viáticos a los tripulantes.

Una instructora en Mexicana de Aviación me dijo cuando tomé mi adiestramiento inicial como sobrecargo: “siempre traigan unas galletas o una barra de granola en su bolsa, porque se van a encontrar en situaciones en las que no van a conseguir comida”, y su consejo fue muy cierto. Al carecer de un horario fijo, lo mismo firmas un servicio a las 5:00 de la mañana, a mediodía, o a las 10:00 de la noche, y créanme, a veces es imposible conseguir comida.

A pesar de que en la LFT están perfectamente delimitadas las jornadas de los tripulantes, hay aerolíneas que sobrepasan esas horas, y ya sabemos que eso solamente pone en riesgo la seguridad en la operación. Dice la ley:

“Artículo 215.- Las disposiciones de este capítulo se aplican al trabajo de las tripulaciones de las aeronaves civiles que ostenten matrícula mexicana. Tienen como finalidad, además de la prevista en el artículo 2o, garantizar la seguridad de las operaciones aeronáuticas, y son irrenunciables en la medida en que correspondan a este propósito”.

En el caso de las tripulaciones tenemos dos tipos de hora: la de servicio y la de vuelo. La hora de servicio es la que abarca cuando estás de reserva, y desde que firmas tu vuelo de ida, y se concluye cuando firmas tu salida de regreso. A ese lapso se le considera “horas de servicio” y la ley establece que no podrán exceder las 180 horas al mes.

En cambio, la hora de vuelo, es la que se toma “de calzo a calzo”; también conocida como “hora efectiva de vuelo”, esto es, cuando el avión está estacionado, se le pone una especie de peso llamado “calzo” para que el avión no se mueva; los mismos se quitan cuando remolcan el equipo y lo dejan en la calle de rodaje.

Al momento que quitan los calzos empiezan a correr las horas de vuelo. Cuando el equipo aterriza y llega a la plataforma, vuelven a colocar calzos al avión, y en ese momento se terminan de contar las horas de vuelo, y estas, de acuerdo con la ley, no deberán exceder las 90 horas al mes.

También existen diferentes tipos de jornada y son clasificadas de la siguiente forma: la diurna -o de día- que no debe exceder las 8 horas de tiempo efectivo de vuelo; en la jornada nocturna el máximo es de siete horas; y en la jornada mixta el máximo son siete horas y media. El tiempo que se puede exceder un vuelo, es llamado “extraordinario”.

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Por lo menos en el último cuarto de siglo, he sido testigo de la merma que han sufrido mis compañeros; cada vez vuelan más y ganan menos. Es normal que sus jornadas se vean rebasadas, y vuelen más de lo que permite la ley. Incluso en redes sociales se pueden encontrar algunos videos de pilotos, que, ante demoras de vuelo, les explican a los pasajeros que traen la jornada vencida, pero que ahí están para sacar el vuelo.

Estamos en un punto donde los empresarios creen que cualquier reducción en horas de jornada laboral, se traduce en gravísimas pérdidas. En la industria aérea tenemos una larga lista de compañeros que incluso han perdido su licencia -y por ende su modo de vida- al no poder con las extenuantes jornadas, terminando muy mal, física y emocionalmente.

Si revisamos las condiciones laborales, veremos que no se han modificado de manera drástica desde la implementación de la Ley Federal del Trabajo, en un ya lejanísimo 1936; como sociedad no podemos seguir impávidos ante los vientos de cambio que solicitan las 40 horas de jornada laboral a la semana.

Urge hacer un cambio de “chip”, y que los empresarios entiendan que la productividad no es igual a largas horas de jornada; seguramente ustedes conocen esos trabajos en lo que se va a hacer “horas nalga”. Se trata de que se saque el trabajo de la mejor manera, y lo que realmente te hace eficiente es que aprendas a hacerlo en el menor tiempo posible.

Revisé los videos de estas reuniones que se están llevando a cabo en la Cámara de Diputados, y es momento de romper paradigmas. Yo creí que la pandemia de Covid 19 iba a ser ese parteaguas que acabase con lo inútil que resulta que los trabajadores se desplacen por varias horas hasta su lugar de trabajo, para luego cumplir con su horario y van de regreso a su hogar.

Invertir en promedio 2 horas para ir a trabajar y 2 horas más para regresar a casa, aumentando -si te va bien- las 8 horas de jornada, nos hace hablar de 12 horas dedicadas al trabajo. Si un día tiene 24 horas, y lo saludable es dormir por lo menos 8 horas para estar física y mentalmente sano, quedan 4 horas para “vivir”, dedicárselas a tu familia o a ti. Eso provoca evidentemente que la gente termine botando el trabajo por cansancio acumulado.

Urge una conciliación materno-paterno laboral, en la que haya un equilibrio entre las horas de trabajo y las que se dedican al seno familiar. Lo dijeron en esas reuniones expertos en psiquiatría, que las largas jornadas son uno de los principales factores que terminan afectando la salud mental de los trabajadores y se vuelve un serio factor de riesgo para las empresas, así como el responsable del aumento de adicciones.

Y podría extenderme, pero es importante decirles a los legisladores, a los trabajadores, a los empresarios, que, por el bien de todos, por el país, incluso por sus empresas, es imperante la aprobación de la jornada de 40 horas a la semana. Todo mi apoyo a quienes promueven esta reforma.