En 30 años, pasó de ser un ejemplo de democracia, modernidad, servicios públicos, transporte, movilidad, seguridad y turismo, a ser un reflejo del deterioro general del país.
De la excepción a la democracia
La historia política de la capital es de una larga lucha por la democracia. Gran parte del siglo XX los capitalinos carecieron del derecho pleno para elegir a sus autoridades. La designación salía de la Presidencia de la República, no tenían Congreso y con un sistema electoral centralizado, vivían una especie de excepción política dentro del país.
Sin embargo, en la segunda mitad de los años ochenta se implementaron reformas que transformaron la vida política de la ciudad, convirtiéndola en uno de los espacios más avanzados en términos democráticos.
1985: el parteaguas
El terremoto del 19 de septiembre cimbró a la capital no solo en términos materiales y humanos, sino en sus estructuras políticas. La tragedia expuso a un gobierno centralizado incapaz de actuar con rapidez y sensibilidad, la respuesta vino de la organización vecinal, de brigadas civiles de rescate y de la presión de nuevos movimientos sociales que evidenciaron la urgencia de abrir cauces democráticos.
Ese mismo año, las elecciones intermedias quedaron marcadas por un fraude orquestado desde la Secretaría de Gobernación, cuyo titular era Manuel Bartlett. La imposición de mayorías a través de prácticas corruptas, no era más que el reflejo de la resistencia del régimen a abrirse.
Entre los beneficiarios de aquel fraude estuvieron figuras como Manuel Gurría Ordóñez y Adán Augusto López, actual figura de Morena.
1987 y 1993: primeras reformas
En 1987 fue creada la Asamblea de Representantes del Distrito Federal. Aunque con facultades limitadas, su aparición marcó un avance histórico: por primera vez los capitalinos elegían a sus representantes en un órgano legislativo.
En 1993 les fue otorgada la capacidad para legislar en desarrollo urbano, servicios públicos y presupuesto y, aunque el regente o el jefe del Departamento del Distrito Federal seguía siendo designado por el presidente, la ciudad experimentaba un sistema más abierto y plural.
1996: el gran cambio
Una reforma política estableció la elección directa del jefe de gobierno; creó la Asamblea Legislativa con facultades similares a las de un congreso local y fortaleció a las delegaciones políticas.
Cuando el IFE asumió la organización de las elecciones, Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en 1997, en el primer jefe de gobierno electo por voto popular, erigiéndose como un símbolo de la apertura política en el país entero.
2000-2015: consolidación democrática
La capital se convirtió en un laboratorio político: alternancia en las delegaciones, pluralidad en la Asamblea y creciente participación ciudadana. Se introdujeron innovaciones como el plebiscito, el referéndum y las consultas vecinales. El IEDF consolidó su autonomía y credibilidad y la capital se proyectaba como referente democrático.
2016: CDMX
La ley se reformó y el Distrito Federal pasó a ser Ciudad de México; una entidad federativa con derechos plenos y una Constitución promulgada en 2017, que otorgó autonomía para definir su régimen político, estableció un Congreso local con amplias facultades legislativas y fortaleció a las alcaldías.
Una Asamblea Constituyente, parcialmente electa por voto ciudadano, dio legitimidad al proceso y el resultado fue una de las constituciones más progresistas de América Latina, con énfasis en derechos humanos, inclusión social y participación ciudadana.
2018: el retroceso
La llegada de Morena. A pesar de ser un gobierno electo democráticamente, el control de la capital volvió a definirse desde Palacio Nacional, replicando el viejo modelo y traicionando la lucha de décadas.
La ciudad ha entrado en un proceso de deterioro. El ambulantaje creció sin control; los servicios públicos se debilitaron; se frenó la expansión del Metrobús; el Metro, antes ejemplo de movilidad, fue abandonado y ha sido escenario de múltiples accidentes, desde explosiones e incendios hasta la tragedia de la Línea 12. Los sistemas de agua y drenaje colapsaron y las vialidades muestran abandono.
Clara Brugada, la actual jefa de gobierno, ha profundizado el caos operativo, restringido libertades y pluralismo y, ha gestado un gobierno de corte autoritario. La inseguridad alcanza niveles alarmantes, incluso dos de sus colaboradores fueron asesinados en circunstancias hasta ahora no esclarecidas.
De la esperanza al caos
La CDMX, que se erigió como modelo democrático y progresista, hoy refleja un colapso político, económico y social. La esperanza de un gobierno cercano y eficiente se convirtió en la frustración de una capital rehén del centralismo presidencial, del clientelismo y de la improvisación.
La historia reciente de la ciudad demuestra que los avances democráticos son reversibles cuando se subordinan a intereses partidistas y a liderazgos autoritarios.
De motor de modernización, la capital pasó a ejemplo de deterioro. Y ese tránsito, de la esperanza al caos es una advertencia del rumbo que puede seguir el resto de México si no se rescata la autonomía, la pluralidad y la responsabilidad en el ejercicio de gobierno.
X: @diaz_manuel