“No se mata impunemente cuando el pueblo ha aprendido a contar sus muertos.”
Eduardo Galeano
“Cuando la rabia se organiza, el poder tiembla.”
Refrán popular michoacano
Ajá…
Así, con ese desdén clasista disfrazado de análisis, una de las comentaristas oficiales del régimen, Viri Ríos, llamó “carroñeros” a los ciudadanos que marcharon en Uruapan tras el asesinato de Carlos Manzo, empresario y activista social que denunció durante años la corrupción y la extorsión en Michoacán. Lo dijo sin rubor, desde su púlpito digital y con la arrogancia de quien confunde la crítica social con servilismo. Ríos no entendió —o no quiso entender— que lo ocurrido en Uruapan no fue un espectáculo político, sino un grito colectivo de hartazgo. Un pueblo que vive secuestrado por la violencia y abandonado por el Estado decidió salir a la calle. Y eso, para el poder, es imperdonable. Han comenzado a hablar los muertos que la 4T no puede enterrar.
Miles de ciudadanos vestidos de blanco marcharon por las avenidas de Uruapan. No hubo camiones del gobierno ni tortas ni promesas electorales. Hubo rabia, miedo y dignidad. “¡Fuera Bedolla!”, “¡justicia para Manzo!”, “¡queremos paz!”. Las consignas no salieron de un partido, salieron del dolor. Pero en la narrativa de la 4T todo aquello que no les sirve debe ser descalificado: si no los apoyas, eres conservador, fifí o carroñero.
Lo mismo hicieron con la Marea Rosa: intentaron minimizarla, acusarla de “invento” o de “infiltrada por el PRIAN”. Se refieren a la movilización de Uruapan como manipulación. ¿De quién? No lo saben, pero repiten el guion. Es la estrategia de un gobierno que ha secuestrado el derecho a protestar; solo es legítimo manifestarse si es para aplaudir al poder.
La diferencia es que Michoacán está al borde del colapso. Empresarios, transportistas y comerciantes viven extorsionados. Cada semana hay bloqueos, incendios, ejecuciones. La Fiscalía estatal ha sido rebasada, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla niega la crisis y la Federación mira para otro lado. Michoacán encabeza, junto con Guerrero y Guanajuato, los índices de homicidios dolosos. No son percepciones: son hechos.
Por eso la indignación. Porque Carlos Manzo fue asesinado a plena luz del día, frente a su casa, luego de haber denunciado lo que todos saben y nadie enfrenta. Porque su muerte simboliza el hartazgo de un estado que ya no cree en las autoridades. Y porque su esposa, Grecia Quiroz, hoy alcaldesa de Uruapan, ha dicho con valentía lo que muchos callan: “habrá voto de castigo en 2027 para honrar su memoria”.
Eso, claro, descompone al oficialismo. La 4T no soporta la autonomía ciudadana: necesita títeres o enemigos, nunca ciudadanos libres. Por eso sueltan a voceros que insultan desde el privilegio, para reducir una tragedia social a un hashtag ideológico.
Pero los únicos carroñeros aquí son quienes lucran con la desgracia ajena: los que usan su influencia para encubrir la incompetencia del poder; los que cobran por fabricar narrativas que niegan la realidad; los que insultan al pueblo que sufre y protesta.
Porque sí, Michoacán está sitiado: por el crimen, por el abandono y por la soberbia del poder central. Y cuando el Estado abdica, la gente toma la palabra. Cuando la justicia no llega desde arriba, surge desde abajo. Eso es lo que pasó en Uruapan: una sociedad civil cansada de ser carne de cañón decidió gritar.
Viri Ríos podrá llenar espacios de opinión con desprecio, pero los hechos son tozudos. No hay “carroña” en Uruapan; hay valor, duelo y memoria. No hay manipulación, sino resistencia. Y no hay derechas detrás de la marcha: hay un pueblo que, a fuerza de enterrar a los suyos, aprendió a contar sus muertos… y a no olvidar.
Así que sí, el miedo cambió de bando. Y cuando eso ocurre, ni las descalificaciones del poder ni los insultos de sus voceros bastan para silenciarlo.
Giro de la Perinola
Le toca a Viri Ríos: dejar de pontificar desde su burbuja moral. Si quiere ver carroña, que mire hacia el poder que defiende. En Uruapan no hay buitres: hay víctimas que se cansaron de serlo.






