Fue Andrés Manuel López Obrador quien bautizó a Carlos Salinas de Gortari como “el innombrable”. Irónicamente, ese título ahora recae sobre su autor, quien se lo ha ganado a pulso y con mayor mérito que el original.
AMLO utilizaba el apodo para referirse al expresidente cuya imagen se desplomó tras el “error de diciembre”, como parte de una estrategia política y mediática muy bien calculada. Con él, englobaba las oscuras privatizaciones, los pactos que consolidaron a la llamada mafia del poder, los magnicidios de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, el crecimiento del narcotráfico vinculado a su hermano Raúl y una corrupción generalizada en toda su administración.
Además de los escándalos como el de Conasupo, con Ignacio Ovalle; los manejos turbios de Raúl Salinas; el grupo de Carlos Hank; José Córdoba Montoya; Justo Ceja; Manuel Camacho Solís y su escudero Marcelo Ebrard que desataron una crisis política y económica por la sucesión presidencial y marcaron aquel sexenio; estuvieron también las privatizaciones de la banca que favorecieron a los empresarios amigos del régimen: José Madariaga, Jorge Lankenau, Isidoro Rodríguez, su sobrino “El Divino” y Carlos Cabal Peniche. Otros sectores como Telmex, entregado a Carlos Slim o TV Azteca, a Ricardo Salinas Pliego, múltiples minas de oro.
La impopularidad de Salinas trascendió fronteras. Al final de su sexenio tuvo que abandonar el país en secreto, fue rechazado como aspirante a dirigir la OMC, se refugió primero en Irlanda y después en Cuba. Su hermano Raúl terminó en la cárcel y su figura se volvió símbolo de corrupción.
Hoy, la historia da un giro: el mote se vuelve contra su creador
Andrés Manuel, convertido en todo aquello que juró combatir, heredó a Claudia Sheinbaum un país con crecimiento económico nulo, cifras de pobreza manipuladas, ciudades abandonadas, presupuestos recortados, obras inútiles e inconclusas, inseguridad desbordada y una rampante corrupción, incluso mayor que la registrada en los gobiernos de López Portillo y el propio Salinas.
Repudiado internacionalmente, AMLO no encuentra quien le ofrezca asilo. Ni Cuba ni Venezuela parecen seguros y hasta Lula da Silva en Brasil ha tomado distancia.
López Obrador, el nuevo innombrable, emerge señalado por sus contradicciones, ve sus sueños de reconocimiento perdidos en la opacidad en los negocios de sus hijos y de los operadores que dejó incrustados en la administración de su sucesora.
No solo tuvo un hermano incómodo, sino tres; más sus hijos mayores, su prima Felipa y otros familiares, todos nuevos ricos beneficiados por la asignación directa de contratos millonarios.
AMLO no combatió a la “mafia del poder”, favoreció a los mismos empresarios que Salinas: Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Carlos Cabal Peniche, e incluso al heredero del grupo Atlacomulco y, a través de la 4T, se asignaron contratos a amigos de los hijos para obras como el Tren Maya, Dos Bocas y el AIFA.
Replicó, e incluso superó lo que tanto criticó
Como Salinas también acabó siendo rechazado fuera del país, por su populismo y su respaldo a los regímenes de Maduro, Díaz-Canel, Evo Morales y los Kirchner. Con el agravante de haberse enfrentado abiertamente con Estados Unidos sin importarle aislar a México en el escenario internacional.
El paralelismo se vuelve inquietante. En su gobierno, AMLO revivió a figuras emblemáticas del salinismo: Manuel Bartlett, Ignacio Ovalle, Josefa González Blanco (sobrina de Salinas), Javier Jiménez Espriú y, a discípulos políticos de Manuel Gurría y Patrocinio González, como Adán Augusto López y Rutilio Escandón.
Mientras Salinas cargó con el título por razones históricas, López Obrador lo buscó y, hoy por hoy, lo superó. El innombrable ya no es solo parte del pasado, es también una figura del presente.
X: @diaz_manuel