Hace un par de días, el abogado Javier Quijano me preguntó si traía un pleito con el periodista Ciro Gómez Leyva, debido a que lo he criticado en algunos artículos. A lo que respondí que no existe un motivo personal para cuestionar al columnista de Excélsior y conductor de noticieros en Radio Fórmula. Simplemente, pienso que se equivoca cuando expresa bastantes opiniones sobre la situación política, lo cual digo en mis columnas de SDPnoticias.
Salinas Pliego y su provocación
Quiero mucho a Ciro y a Javier, a ambos los conocí más o menos al mismo tiempo y los traté gracias a Javier Moreno Valle, quien fue despojado del Canal 40 por Ricardo Salinas Pliego. La crítica a Ciro que llamó la atención de Quijano trataba precisamente de estas relaciones: no entiendo por qué después de décadas de considerar al dueño de TV Azteca como el personaje más espantoso de la vida pública mexicana, ahora Gómez Leyva decidió poner su influencia mediática al servicio de la promoción de este hombre de negocios. Así lo hizo al entrevistar a Lourdes Mendoza, columnista de El Financiero que difundió la reseña de la más reciente provocación de Ricardo Salinas: juntar a todas las personas importantes en los medios mexicanos que tienen alguna participación en TV Azteca para lanzar algo así como una campaña presidencial.
Inteligente e informado, el señor Gómez Leyva sabe que Salinas Pliego no tiene vocación de político o de servidor público, sino que está utilizando a periodistas contratados por su grupo de televisoras para presionar al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Conocemos cuál es la vocación de don Ricardo: ganar dinero, acumularlo y no entregar a la Tesorería de la Federación lo que tiene obligación de aportar. Es muy rico porque ha hecho muy buenos negocios; el tipo es hábil, lo que sea de cada quien. Pero es todavía más rico por una alergia que lo beneficia: la de no pagar impuestos. O sea, le beneficia ser repelente al pago de tributos que deberían ser forzosos para toda la gente que tenga ingresos monetarios. Don Ricardo y muchos otros empresarios de México, se llenan de ronchas con solo escuchar que existen las responsabilidades tributarias, así que les sacan la vuelta.
No hay pleito con Ciro
Lo menciono con frecuencia porque es un líder de opinión. Ya habrá tiempo de destacar sus tesis que sí me parecen brillantes. No lo he hecho en las últimas semanas —antes lo he elogiado bastante por su calidad periodística—, porque dados sus niveles de audiencia me parece que cualquier juicio equivocado que él haga tiene un efecto bastante dañino en la sociedad mexicana. Hoy, lo quiero criticar de nuevo a propósito de la Vuelta Ciclista a España.
El síndrome del neomadrileño
He leído que existe algo así como el complejo del converso, es decir, la persona que cuando cambia de religión, ideología, partido político, e incluso, de equipo de futbol expresa sus nuevas ideas con más apasionamiento que quienes se han mantenido toda la vida en sus posiciones.
Me perdonará Ciro por lo que voy a decir, pero desde hace un año que decidió pasar largas temporadas en Madrid, España, creo que le está afectando un síndrome parecido al del converso: el del neoresidente. A cada rato, presenta en sus columnas en Excélsior y en sus noticieros de Radio Fórmula estampas de la vida madrileña que compara con lo que ocurre en México. En resumidas cuentas, al querido periodista Gómez Leyva le parece chingón todo lo que se hace en España y una mierda todo lo que sucede en nuestro territorio. No ha llegado al extremo de la cursilería e insistir en que aquella nación es la madre patria, pero está cerca de ese rollo con el que nos embaucaron a muchos en la primaria y en la secundaria.
Este lunes 15 de septiembre habla de las protestas de ayer domingo en Madrid, en la celebración interrumpida de la última etapa de la Vuelta a España. Con objetividad sugiere por ahí, en su columna de Excélsior, que el presidente Pedro Sánchez alentó las manifestaciones que impidieron el evento deportivo y dice que la oposición le cayó a palos, o una expresión similar es la que utiliza.
Pero, sin objetividad, Ciro dice que había 100 mil personas protestando en las calles de Madrid. Como diría un viejo amigo de Ciro y mío, don Pancho González, propietario de Milenio: “esa mentira no es verdad”. Tal cálculo de manifestantes fue lo que dijo el gobierno de Sánchez, que no sólo este domingo, sino durante tres semanas, promovió que simpatizantes de Palestina sabotearan la competencia ciclista.
Supongo que Ciro, neomadrileño, anduvo por ahí en las calles observando lo que pasaba, lo que explicaría su error. Porque si hubiese visto el final de la Vuelta en las transmisiones excelentes de Televisión Española habría concluido que no pasaban de 3 mil las personas que se lanzaron a destruir vallas y a lanzar toda clase de objetos para impedir el paso de los deportistas. Las imágenes aéreas que durante horas dejó en internet la televisora pública del Estado español no dejan lugar a dudas.
Ciro cometió un pecado periodístico que siempre ha denunciado: creer ciegamente la versión de una de las partes involucradas en el conflicto sin tomarse la molestia de verificar. Por supuesto, había mucha gente, pero la mayoría estaba ahí para ver el paso de los ciclistas, como ocurre cada año en Madrid, o en París, en el final del Tour de Francia.
Después de la mala aritmética del querido Ciro Gómez Leyva, llegó a su artículo de Excélsior la inevitable comparación con el civilizado Madrid y la barbarie en la Ciudad de México. Dijo que, terminadas las protestas, cancelada la Vuelta y metida España en un problema que puede ser muy serio con Israel y sus aliados (entre los que se encuentra Estados Unidos), después de que la parafernalia antisemita se diluyó —comentó don Ciro—, que toda la gente se fue a las terrazas, los cafés, los bares, los restaurantes a terminar el domingo perfectamente en paz.
Cito a Gómez Leyva, apasionado y apantallado nuevo ciudadano de Madrid: “Para mí, mexicano, lo admirable es que las milicias no rompieran aparadores, ni pintarrajearan monumentos y, que al final del día, hubiera solo dos detenidos y ningún herido de gravedad. Y que en las terrazas y cafés madrileños con vista a las calles no les tocara algún garrotazo y gas, y que la tertulia siguiera alegre, como si de otro domingo soleado se tratara”.
¿El civilizado Madrid y la barbarie en la Ciudad de México?
No es justo Ciro con su país. Él sabe que en las mayores manifestaciones de protesta que ha habido en las calles de la Ciudad de México —tanto las del movimiento de izquierda hoy en el poder, como las derechistas— han sido no sólo realmente multitudinarias, sino que no han terminado ni en monumentos pintarrajeados ni en aparadores rotos. Ciro alguna vez cubrió desde el original Canal 40, la gigantesca marcha contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Fue Epigmenio Ibarra quien puso la infraestructura de cámaras y aparatos para la transmisión, y Ciro ofreció las pantallas de la televisora de Moreno Valle para narrar lo ocurrido. Fácilmente, hubo de 300 mil a 500 mil personas desfilando por el centro de la capital mexicana y, como suelen decir AMLO y Claudia Sheinbaum, “no hubo un solo vidrio roto”. Tampoco se rompió nada en una manifestación de la derecha mexicana muy grande antes de 2006 para protestar por hechos de violencia que habían sacudido a nuestra sociedad. Así muchas otras grandes protestas pacíficas mexicanas.
Sí, algunos grupos en ciertas manifestaciones han quebrado los cristales de los comercios y pintarrajeado el Ángel de la Independencia. Pero debe considerárseles la excepción, y sus motivaciones han sido precisamente las de salir a la vía pública a causar daños materiales.
Si Ciro abriese en su celular una calculadora, investigara un poco y calculara los daños materiales expresados en dinero que ha habido en las protestas mexicanas, y comparara el costo de tales estropicios con el daño material causado por las manifestaciones en la Vuelta a España, se sorprendería: a la organización de la Vuelta le debió haber resultado costosísimo, o le va a resultar costosísimo, regresar el dinero de los patrocinios incumplidos con marcas comerciales muy importantes de toda Europa, además de lo que en muchos lugares del mundo, se pagó en derechos de televisión para que la gente presenciara un evento deportivo de primer nivel.
Acabo de leer que el ayuntamiento de Madrid exigirá la devolución de decenas de miles de euros que había ofrecido para promover a la ciudad en la televisión global. Y, es verdad, no se quebraron aparadores ni se pintarrajearon monumentos, pero se destruyeron muchísimas vallas que algún costo tendrán. Y antes, en las manifestaciones antisemitas en las carreteras españolas, se generaron a los equipos participantes gastos derivados de la improvisación cuando se tuvieron que recortar etapas y, desde luego, gastos médicos de un ciclista que se lesionó durante las protestas y que ya no pudo seguir compitiendo.
El antisemitismo español
Como mexicano, esto es, habitante de un país donde el antisemitismo no forma parte de la cultura, me sorprende que un periodista tan inteligente como Gómez Leyva, no haya dedicado una sola palabra para condenar lo que ha hecho el presidente de España: enfrentar a este país con Israel, valiéndose además de lo más ruin que puede hacer cualquier político, motivar a las masas para poner en riesgo a un pelotón de cerca de 200 ciclistas profesionales que cuando van lanzados en la carrera en el terreno plano, llegan alcanzar velocidades superiores a los 60 km por hora. Cualquier obstáculo los pone en riesgo grave.
Como epílogo
Solo lamentaré que hoy los diarios españoles amanecieron con la valiente propuesta del presidente Sánchez de expulsar a Israel de todas las competencias deportivas. No entiende su papel este demagogo. A él no le corresponde decidir qué deben hacer el Comité Olímpico Internacional, la FIFA y las otras federaciones que organizan el deporte mundial.
Ya se anuncian problemas para el próximo año, cuando en Barcelona inicie el Tour de Francia. No es alarmismo pensar que estas manifestaciones poco pacíficas se repetirán en las calles de la capital de Cataluña. Una pregunta, ¿esto, en qué carajos ayuda a España?
Como quiera que sea, en lo deportivo la Vuelta a España resultó de primer nivel. Será inolvidable la etapa del pasado sábado en la subida a la Bola del Mundo. Un nombre bastante metafísico para unas antenas de televisión instaladas en lo alto de un cerro muy difícil de trepar en bicicleta. Supongo que en Israel celebrarán no solo que el equipo Israel Premier Tech resistió hasta el final, sino que en la escalada a la Bola del Mundo, un jovencito estadounidense de ese equipo fue de los pocos que le dieron pelea al gran campeón Jonas Vingergaard.
Me han preguntado que por qué defiendo el genocidio en Gaza. Es una pregunta tonta. Solo defiendo la práctica profesional y lo pacífico del deporte que más me gusta, el ciclismo por etapas. Y, por supuesto, creo que la violencia en la franja de Gaza no terminará, sino que inclusive podría empeorar por las agresiones promovidas desde un gobierno europeo como el español contra un equipo de jóvenes ciclistas que fueron contratados por un empresario israelí-canadiense al que le apasiona el ciclismo. Espero que Silvan Adams, el millonario que financia al Israel Premier Tech no deje de hacerlo.