En política el término “cebo” se usa metafóricamente para describir una táctica de manipulación o distracción cuyo objetivo es atraer, provocar o desviar la atención de un adversario, del público, o de los medios.

Como en la pesca o la caza, la carnada está diseñada para que la “presa” muerda el anzuelo, casi siempre para su perjuicio. En el escenario político actual, eso representa Ricardo Salinas Pliego para la presidenta Claudia Sheinbaum: un señuelo funcional para una lucha de poder puesta en marcha rumbo a la revocación de mandato de 2027.

El modelo callista

Dentro de Morena, la apuesta real no está en 2030, sino en la elección intermedia de 2027; el único escenario fijo que AMLO como sus adversarios quieren, es que la revocación de mandato sea vinculante para abrir la puerta a un relevo anticipado en caso de un resultado adverso.

La disputa central la protagonizan los duros del Grupo Tabasco, de López Obrador y la nomenklatura histórica incrustada en Morena a través del PVEM, PT y MC, que conserva influencia sobre cuadros del PRI y PAN.

Quienes afirman que López Obrador quiere “regresar al PRI” se equivocan. En realidad, AMLO añora el modelo del Partido Nacional Revolucionario (PNR) creado por Plutarco Elías Calles: un partido oficial subordinado al caudillo, diseñado para contener y regular las disputas por la presidencia y sus beneficios.

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López Obrador intentó construirlo con Morena. Una unidad vertical en torno a él. Aunque el modelo callista duró poco, dejó raíces profundas, una lógica de control político que cada cierto tiempo, revive en nuevas formas.

En esa lógica se explican fenómenos como el TUCOM (“Todos Unidos Contra Madrazo”) del bloque priista de gobernadores que en 2005 trató —sin éxito— de impedir la candidatura presidencial de Roberto Madrazo.

La lucha interna del PRI mostró entonces la fuerza de esa nomenklatura que hoy se reagrupa dentro y fuera de Morena; la integraban Natividad González Parás, Humberto Moreira, Héctor Ortiz, Arturo Montiel, Ismael Hernández Deras, Fidel Herrera, Manlio Fabio Beltrones, Ivonne Ortega, Roberto Albores Guillén y otros. Muchos de ellos, o sus herederos políticos, siguen presentes y activos.

El bloque del poder

En la sucesión adelantada, esa misma nomenklatura —de priistas reciclados y barones de poder— busca recuperar influencia: Eruviel Ávila, Ricardo Monreal, los Murat, Manuel Velasco, Alberto Anaya, Dante Delgado, Beltrones, y sus contrapartes en el PAN, Ricardo Anaya, Marko Cortés y Jorge Romero. Tres líderes de partidos aliados a Morena (PVEM, PT, MC) más las dirigencias formales de la oposición tradicional. Todos ellos parte de un mismo entramado de intereses.

A este bloque se ha sumado históricamente la oligarquía asociada al salinismo: Raúl Salinas de Gortari, Carlos Peralta, Carlos Slim y, desde luego, Ricardo Salinas Pliego; cuyas fortunas, influencia y presencia mediática crecieron al amparo del poder político.

Ricardo Salinas Pliego

El empresario ha admitido que recibió un préstamo de 29.7 millones de dólares de Raúl Salinas para adquirir Imevisión, luego en TV Azteca. También que asesoró a Raúl en inversiones que dieron lugar a transferencias de cientos de millones a cuentas en el extranjero. Su historia empresarial no puede separarse de esa alianza.

Con AMLO la nomenklatura se le alineó y Ricardo Salinas no fue la excepción: formó parte del Consejo Asesor Empresarial, lo acompañó en su visita a la Casa Blanca durante la administración Trump y Banco Azteca participó en la dispersión de apoyos sociales. Sin embargo, con el tiempo, la convivencia entre bloques de poder se rompió.

Los duros del Grupo Tabasco comenzaron a desplazar a la vieja élite. La ruptura se hizo evidente durante la selección de las corcholatas: la nomenklatura no obtuvo las posiciones que esperaba y algunos brincaron; Ricardo Monreal denunció piso disparejo, encuestas cargadas y exclusión del círculo presidencial, e incluso amagó con irse a otro partido.

Con la revocación de 2027 en puerta, para evitar enfrentarse directamente con AMLO o con Sheinbaum, la nomenklatura optó por usar un señuelo capaz de disparar contra el gobierno sin exponerse: Ricardo Salinas Pliego.

Él tiene los recursos, la plataforma mediática y la narrativa necesaria para golpear al obradorismo desde fuera; exhibir presunta corrupción interna y tensar el escenario político. Su función no solo es “pegar” a Sheinbaum, lo es evitar que la oposición capitalice la crisis, conteniendo la descomposición de Morena para que no surja un candidato externo que amenace a ambos bloques.

Tapadera

Salinas Pliego es, así, cebo y tapadera: sirve para distraer, para presionar y para proteger al verdadero candidato o proyecto de la nomenklatura de un ataque directo del poder presidencial. Ya cuenta con el apoyo del líder del PAN, Jorge Romero, quien cumpliendo con los compromisos que tiene, ofreció hacerlo candidato presidencial.

El problema es que el conflicto escaló. El gobierno ha respondido con amenazas fiscales y con advertencias sobre concesiones a la vez que ha lanzado golpes selectivos como la detención de Isidro Pastor, figura del grupo Montiel–Eruviel, un mensaje claro y, del lado contrario, tras el asesinato de Carlos Manzo, se investigan figuras cercanas al Grupo Tabasco como Leonel Godoy.

El choque entre ambas facciones está llegando a las manos. Los mensajes son cada vez más frontales y el cebo —Ricardo Salinas— solo es el primer movimiento visible de una guerra interna mucho más profunda.

X: @diaz_manuel