“El poder no corrompe. El poder desenmascara.”
Carlos Monsiváis
El senador Adán Augusto López Hernández —exgobernador de Tabasco, exsecretario de Gobernación de López Obrador, notario, ganadero, empresario, asesor de empresas que le vendieron a su propio gobierno y, de pilón, defraudador del SAT— acaba de estrenar una nueva forma de hacer negocio. Lo de menos es que Pemex esté quebrado ni que sea la petrolera más endeudada del planeta. Pecata minuta también que la “empresa de todos los mexicanos” le deba a Carlos Slim y a una firma suiza. El verdadero asunto es que Petróleos Mexicanos rentó dos pisos en la Torre Empresarial Villahermosa a una empresa propiedad de… ¡adivinaron!: Adán Augusto López Hernández.
Y como en Pemex nunca hay límites cuando se trata de despilfarrar, además de pagar la renta se gastaron 8.9 millones de pesos en mantenimiento y remodelaciones. ¡Esos sí son inquilinos de lujo y no vaciladas! En total, el senador de las manos largas cobró 11.2 millones de pesos mientras era gobernador y titular de Gobernación.
Por supuesto, estos ingresos no aparecen en su declaración patrimonial. Porque aunque López Obrador siempre lo presentó como su “hermano”, Adán Augusto prefirió seguir las enseñanzas de Carlos Hank González, aquel que sentenció: “Un político pobre es un pobre político”.
Y vaya que el tabasqueño lo tomó en serio. Innovó incluso en la técnica del “no declarar” al SAT: mientras las empresas que ayudaron a Pemex siguen esperando que les paguen, él cobraba puntualmente su renta, muy quitado de la pena.
Uno de los problemas más serios que enfrentará será explicar sus negocios con Pemex. Pero, tristemente, el hombre ha cumplido a cabalidad la vieja máxima romana: al pueblo, pan y circo. Y cuando el pan se acabe, pues solo circo. Total, en la 4T el espectáculo es interminable cuando se trata de mezclar negocios privados, dinero público y opacidad institucional.
Algunos dirán que esto no es “transformación”. Pero claro que lo es. No la que votaron millones de mexicanos, sino la versión recargada del viejo PRI: más cínico, más torcido, más rentable.
Seguro hoy escucharemos una nueva justificación del legislador. Algún cuento sobre enemigos imaginarios o conspiraciones mediáticas. Pero por más malabares discursivos que intente, nada borrará el hecho de que sus negocios huelen —cada vez más— a fraude fiscal y conflicto de interés.
¿Lo investigará la Fiscalía? ¿O será la Secretaría Anticorrupción la que, por fin, se atreva a ganarse el sueldo? Ojalá. Aunque, siendo realistas, lo más probable es que todo quede en eso: en deseos.
Mientras tanto, Adán Augusto sigue demostrando que en la 4T el dinero no se evapora… siempre y cuando se quede en sus alforjas.