Los ilustres legisladores morenistas, cuyos distinguidos linajes echan raíces en el discurso obradorista, se han consolidado como una élite política que no está dispuesta a ofrecer mayores explicaciones en torno a su vida y dispendios.
Sumado a los escándalos protagonizados por individuos como Adán Augusto López, Sergio Gutiérrez Luna y Andrés López Beltrán, el senador Gerardo Fernández Noroña ha de nuevo ocupado los titulares; primero, por sus lujos, y luego, por el escandaloso enfrentamiento que tuvo lugar ayer en el Senado. Me refiero a lo primero.
El lunes pasado Azucena Uresti informó en su programa que el legislador poseía una propiedad de alrededor de 12 millones de pesos y dos vehículos de la marca Volvo.
El iracundo senador, el mismo personaje que vulgarmente se negaba en antaño a pagar el IVA en un mercado o que orinaba en una coladera para evitar cubrir los 7 pesos para el uso de los servicios en una carretera, desestimó los señalamientos y acusó a Uresti de intrigar y de poseer ella misma un apartamento de alto valor. La periodista, en un acto legítimo de congruencia, contestó pertinentemente que no debía responder pues siempre se ha desempeñado en el sector privado.
En otro momento Noroña, en una entrevista con Hernán Gómez, se quejó amargamente de los espacios estrechos de los asientos en la clase económica de las aerolíneas comerciales, y que tal indignante condición le obligaba a viajar en clase ejecutiva. -Mido 1.86 y debo abrir las piernas como rana si el individuo sentado enfrente reclina su asiento- espetó el distinguido presidente de la Mesa Directiva.
¿Recuerda el lector cuando el humilde senador Noroña se congratulaba de ser el primer “plebeyo” en alcanzar el digno de honor de presidir la Mesa Directiva del Senado? ¿Un hombre del “pueblo” puede comprar una propiedad de descanso de 12 millones de pesos y autos de lujo?
La realidad es una. Los morenistas han decidido darse la vida de nuevos ricos, poseer lujosas mansiones, viajar a lugares exclusivos, llevar relojes de alta gama y cenar en los mejores restaurantes. Como si el discurso de la cercanía con el pueblo hubiera quedado en el olvido, los nuevos nobles morenistas, bajo el halo de una supuesta superioridad moral que se desmorona a pedazos, disfrutan de sus altos sueldos en un abierto desdén hacia la gente que ellos juran representar.
Algunos periodistas han señalado que sus sueldos no serían suficientes para cubrir sus lujos, y que quizás sus ingresos no son el reflejo solo de su trabajo sino de otra fuente de ingresos, orientando así la conversación pública hacia posibles actos de corrupción.
El ilustre senador Don Gerardo de Fernández y Noroña, como seguramente el distinguido legislador quisiera ser llamado (con el “de” y el “y” característicos de la nobleza española) al lado de otros impresentables personajes de la clase política mexicana, se empecinan en enviar mensajes contradictorios que les pintan como una pandilla de políticos oportunistas cuyas prioridades distan de estar cerca de los intereses de la mayoría de los mexicanos ¿Pagarán algún día el costo político de su arrogancia y fanfarronadas? Lo veremos.