El Morelos paradisíaco lleva varios años de que su imagen sufre mutación por otra menos estimulante que trastorna y domina su identidad, hasta reconvertirla hacia factores claramente negativos.

Cierto, en esencia Cuernavaca conserva su buen clima como producto de su cercanía con el bosque, de su ventilación natural con el sistema de barrancas que la atraviesa y de su altura sobre el nivel del mar, que la hace proclive al desarrollo de variedades distintas de plantas y cultivos; otras regiones del estado, como Oaxtepec, luce su referencia como zona de resguardo de especies en la etapa prehispánica, mientras se mantiene una tradición, cada vez más apremiada, en la producción arrocera, caña de azúcar, jitomate y rosas, así como una vieja idea de un corredor industrial insuficientemente desarrollado.

Buena parte de la vocación del estado ha cedido al despliegue urbanizador manifiesto en la acometida de condominios y conjuntos habitacionales, que conviven con viejas haciendas y una industria compleja de renta de predios e instalaciones para eventos y bodas; junto con todo ello una actividad turística que persevera a pesar del gran descuido gubernamental para alentar inversiones, calificar servicios y garantizar condiciones para las actividades lúdicas; el potencial de la entidad como centro de aprendizaje de extranjeros para el español, cedió de la mano de una inseguridad que se asentó y ha sentado sus reales en la tierra de Zapata.

Los centros de investigación de la UNAM que se encuentran en el estado parecen testigos mudos de conocimiento científico y de inteligencia, pues no logran ser conectados para detonar el desarrollo de la entidad; ahí están, pero no se ha buscado que graviten a pesar de su indudable potencial.

La desilusión que generó la clase política por sus propios desvíos y extravíos, condujo al intento de encontrar soluciones en los relevos de gobierno con el recambio de fuerzas políticas, pero el experimento fue finalmente frustrado por los tumbos de una intensa alternancia que pasó del PRI al PAN, después por el PRD y, en 2018 a Morena (producto de lo que fue la alianza entre esa fuerza política con el Partido Encuentro Social, PES y PT), lo que marca la profundidad de una crisis política abrupta y de lo vano de intentar solucionarla en la popularidad de un personaje con talento deportivo, pero reprobado para conducir un gobierno y encabezar una administración.

Encabeza el gobierno un hombre inmerso en la polémica desde que los hermanos Yáñez decidieron introducirlo en la política morelense para que fuera candidato al gobierno de la capital, improvisando para ello una falsa residencia y con el estímulo del otorgamiento de 8 millones de pesos para convencerlo de la aventura; finalmente rompió con sus mentores y el exfutbolista los demandó por amenazas de muerte.

En las elecciones de 2018 Cuauhtémoc Blanco fue el triunfador indiscutido para la gubernatura de la entidad con más del 50% de los votos emitidos, pero su ascenso ha coincidido con una de las etapas más negras en la gestión de gobierno alguno en el estado, baste mencionar que el inicio de este año se tiene como el más violento de los últimos años; con información de 2022, la entidad ocupó el primer lugar en secuestros en todo el país y el sexto en homicidios dolosos; por otra parte el presupuesto para el 2023 fue modificado por los diputados y el gobernador se opuso a publicarlo, encontrándose sujeto a controversia constitucional, donde destaca que 15 de 20 diputados que integran el Congreso local, se manifestaron contrarios al proyecto presupuestal que integró el gobierno, entre los que se encuentran algunos pertenecientes a Morena.

Ahora se exhibe una nueva ruptura con el partido que impulsó el arribo de Blanco al gobierno -antes Partido Encuentro Social y ahora Partido Encuentro Solidario-, el hecho es que se gobierna con una visión propia de una gestión pública que se concibe a la manera de asuntos de familia y, conforme a ello, se proyecta la figura del medio hermano Ulises Bravo, como el hombre fuerte y al que se quiso colocar al frente de la dirigencia de Morena en la entidad.

La secuencia de rupturas del gobernador Blanco lo tiene también confrontado con el Fiscal de la entidad Uriel Carmona, que se suma al diferendo antes mencionado con buena parte de los integrantes del Congreso de la entidad.

En tanto todo ello ocurre, Morelos ha extraviado su vocación, se encuentra hundido en la violencia, impone costos brutales a quienes invierten pues el deterioro que exhibe relaja la actividad económica y socava las oportunidades para el desarrollo de los negocios, limita la expansión del empleo y la generación de bienestar. Se vive un brutal rezago que se agudiza por el ambiente de incertidumbre que tiene lugar ante la debilidad del régimen de derecho y de la triste exhibición de la administración, de sus corruptelas, excesos y desvaríos. Todo empezó con la idea de llevar a una figura del espectáculo y del deporte al gobierno, la fórmula no pudo ser más errónea; el costo del error lo paga, como si fuera un brutal y abusivo impuesto, toda la sociedad.