Desde abril de 2025, la administración Trump ha activado una política arancelaria radical: tasas entre el 10 % y el 50 % sobre exportaciones de más de 200 países, con sectores clave como el de semiconductores sufriendo incluso un 100 % de arancel, salvo que se fabriquen dentro de EU. En cuatro meses, el Tesoro ha recaudado más de 100,000 millones de dólares por esta vía, con julio marcando un récord de casi 28 ,000 millones, y un arancel promedio del 18.2 %, el más alto desde 1934.
Estos números no son anecdóticos: son la evidencia contundente de un modelo económico con efectos inmediatos y estructurales.
La prensa afín al trumpismo no exagera al señalar que Estados Unidos está viviendo un renacimiento económico. Trump ha afirmado, respaldado en números, que los aranceles están “haciendo a América grande y rica de nuevo”. Empresas como Apple ya han comprometido 600,000 millones de dólares en inversión local para evitar estos gravámenes.
Más allá del símbolo, el superávit arancelario se perfila como una palanca de transformación:
• Pago de deuda pública.
• Recortes fiscales sostenibles.
• Inversión en infraestructura crítica y educación técnica.
• Modernización militar e innovación tecnológica.
• Apoyo directo a pequeñas y medianas empresas.
En otras palabras, la política arancelaria no es solo un instrumento comercial, sino una estrategia de reindustrialización nacional de los Estados Unidos.
Mientras Trump entrega resultados, la oposición demócrata se encuentra en crisis. La bancada visible la encabezan figuras como Alexandria Ocasio-Cortez, Bernie Sanders, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y otros nombres que, lejos de articular una alternativa viable, encarnan extremos ideológicos desconectados del votante promedio.
No se trata de simpatías o antipatías, sino de describir un momento de la realidad norteamericana. La falta de liderazgo serio ha provocado una caída sostenida en la intención de voto demócrata. No hay proyecto, no hay candidato con viabilidad nacional y no hay narrativa capaz de disputar el modelo de resultados que representa Trump.
Quizá el fenómeno más inesperado es la diversificación de la base electoral trumpista. Más allá del núcleo MAGA, millones de mexico-americanos y latinos han comenzado a identificar beneficios directos en las políticas económicas del actual gobierno.
• El voto latino a favor de Trump creció a 46 % en 2024, y aunque ha enfrentado desgaste por su retórica migratoria, mantiene una sólida aprobación en sectores económicos de clase media trabajadora.
• Las comunidades binacionales, especialmente en California, Texas, Arizona y Nevada, han comenzado a reorganizar su simpatía electoral no por etnicidad, sino por pragmatismo económico.
Para México se acerca la oportunidad de rediseñar el tablero:
Si Trump se consolida con una mayoría legislativa en 2026, el impacto para nuestro país será profundo y no por la amenaza, sino desde la transformación estructural:
1. Rediseño institucional de mediano plazo = menor radicalismo en Morena y más moderación fiscal y migratoria como carta de legitimidad frente a EU.
2. Compromisos reales en seguridad y migración = México deberá asumir un papel más activo en frenar flujos ilegales y garantizar seguridad en su territorio para proteger a connacionales y estadounidenses por igual.
3. Reconfiguración del modelo económico bilateral = con un EU. más cerrado, México deberá apostar por mayor autosuficiencia industrial, atracción de inversión relocalizada y acuerdos aduanales específicos con Washington.
Este escenario no es negativo si se asume con inteligencia estratégica. Pero exige abandonar las narrativas polarizantes y asumir una lógica de Estado.
Donald Trump ya no es solo un ícono del conservadurismo norteamericano: es un operador exitoso de una política económica tangible, medible y eficaz. En su nación y frente a una oposición sin liderazgo, el modelo Trump demuestra que es posible transformar la retórica en recaudación, los slogans en empleos, y la geopolítica en soberanía fiscal.
Su probable victoria en las elecciones intermedias será algo más que un mandato electoral: será una revalidación histórica de su estrategia económica. Y para México, será también una oportunidad.
Porque cuando el liderazgo, más allá de condiciones subjetivas como la aceptación o los niveles de popularidad, se ejerce con firmeza, visión estratégica y resultados, no solo se ganan elecciones. Se redefine el continente.