ESTIRA Y AFLOJA

Es una de las competencias deportivas más famosas y excitantes que existe en el mundo. El Tour de Francia, con más de 100 años de historia, ha llenado sus páginas con hazañas impresionantes, pero también con terribles y espantosos escándalos, sin olvidar curiosidades que la han convertido en una de las pruebas físicas más duras que tiene el deporte en el planeta, 3,480 kilómetros que deben recorrer en tres semanas.

De entrada, y en la actualidad, cuando nos referimos a los participantes hablamos de superhombres, atletas que van más allá de la comprensión humana al llevar sus cuerpos al límite. Próximamente, además, se retomará el Tour femenil, el cual seguramente también dará grandes historias y magníficas postales.

Lo que comenzó en 1903 con apenas 60 ciclistas inscritos, se ha convertido en una industria que mueve millones y millones de dólares en cuestión de 24 días de competencia, además de los preparativos, promoción, etc.

La historia del Tour se nutre de todo y eso la hace más rica. Desde aquellos primeros intentos en los que había bajas de competidores porque no aguantaban los estragos de la batalla, pasando por los días en que los corredores se bajaban a bares en las rutas para comprar cervezas, hasta las grandes hazañas de hombres como Miguel Induráin y Jaques Anquetil.

No podemos olvidar su lado más oscuro. El de los escándalos por dopaje. Sobre todo el que protagonizó el estadounidense Lance Armstrong, quien de 1999 a 2005 ganó siete veces consecutivas el Tour de Francia, pero quien, después de distintas investigaciones, fue declarado culpable de dopaje en varias modalidades, por lo que le fueron retirados los títulos obtenidos.

En este que podría considerarse el capítulo más oscuro del Tour de Francia, los medios tuvieron un papel importante, ya que diversos periodistas fueron los encargados de investigar (en primera instancia) algunas de las prácticas del estadounidense, quien era visto como un gran ejemplo tras vencer al cáncer, como un gran filántropo debido a su fundación (cómo olvidar las pulseras amarillas de LIVESTRONG), pero que al final resultó ser uno de los más grandes fraudes en la historia del deporte.

Después de ese silencio sepulcral que vivió Armstrong, pasaron años para volver a escucharlo, y en declaraciones para Cyclingnews se atrevió a afirmar: “Ni la generación de Merckx, ni la de Hinault, ni la de LeMond, ni la de Coppi, ni la de Gimondi, ni la de Induraín ni la de Anquetil, ni la de Bartali ni la mía, están limpias de dopaje”.

Habitaciones de hotel repletas de jeringas que dejaban los ciclistas, pero nadie en la UCI se atrevía a principio de siglo a hacer algo, es por eso que la historia de la Tour evolucionó y hoy están trabajando para seguir con limpieza, sin dopaje.

Después de este vergonzoso capítulo, el Tour ha trabajado, junto con la UCI y la WADA en medidas estrictas para reducir, por supuesto, el dopaje en este deporte.

Ha habido tensiones, ha habido desacuerdos, pero deben laborar en conjunto para evitar una nueva mancha en uno de las competencias que por su origen y lo que significa mantendrá esta fama que ha obtenido, siempre y cuando no caiga en otro de estos pasajes oscuros.

Por eso seguir al gran Tadej Pogacar, ganador del bronce en los olímpicos de Tokio 2020, ó a Primoz Roglic, campeón olímpico en la prueba contrarreloj, o bien al estelar Jonas Vingegaard, un ciclista danés que tiene una fortaleza sobrehumana, es un deleite, un verdadero deleite.