En la presentación digital de su libro, desde su lugar de retiro, el expresidente López Obrador señala que hay que apoyar mucho a la presidenta Sheinbaum porque estos son "tiempos de buitres, de zopilotes". Las expresiones del expresidente no son nuevas y van dirigidas a aquellos que, ante una tragedia humana, alzan la voz de indignación o preocupación, según el caso. Se refiere a la oposición, a las manifestaciones —como las de Michoacán ahora y a las madres buscadoras o los padres de niños con cáncer— y, muy especialmente, a los medios de comunicación. Lo mismo aplica en ocasiones de tragedias naturales, accidentes de impacto, ejecuciones producto de la violencia o muertes por negligencia oficial.
La verdad sea dicha, el zopiloteo no es nuevo. Debe decirse que no es aceptable ni deseable castigar la indignación social o la cobertura mediática en este tipo de asuntos, particularmente cuando está de por medio la responsabilidad de las autoridades. Queda claro que, para el régimen político alzar la voz por la recurrencia de crímenes es tarea indebida. Incluso se llega a extremos, como el del senador Gerardo Fernández Noroña, al salir a insultar con bajeza y ruindad a la esposa del alcalde ultimado de Uruapan, Carlos Manzo, en un intento de contener la ola que llevaría a Morena a perder la elección venidera. Carroñero, sin duda alguna, el senador y el ahora titular del IMPI, Santiago Nieto, por la misma causa y razón: medrar políticamente con dicha tragedia. El escenario de derrota en Michoacán los enloquece, y no solo a ellos; no entienden que hay cosas peores que perder una elección.
Si ha habido un político que a lo largo de su carrera practique el zopiloteo, ha sido Andrés Manuel López Obrador. Lo hizo como opositor y en el gobierno. La prueba más reciente es la investigación promovida por él para que el fiscal Gertz Manero —ahora en desgracia— utilizara el homicidio de Luis Donaldo Colosio para responsabilizar a Carlos Salinas y a su cercano entorno mediante un imaginario segundo tirador. Su respuesta a Luis Donaldo hijo hizo del zopiloteo tarea de Estado.
Las expresiones del expresidente contrastan con las de Cuauhtémoc Cárdenas, emitidas días antes, respecto a la necesidad de que exista diálogo y respeto entre diferentes, como hiciera el general Lázaro Cárdenas cuando México, al igual que hoy, enfrentaba la amenaza del exterior. Cuauhtémoc alude a la auténtica unidad nacional —la de todos los mexicanos—, no al cierre de filas del grupo en el poder. Él remite a la defensa del país; López Obrador, a la de la nueva mafia en el poder y a su blindaje mayor: la impunidad.
La presencia de López Obrador es, por demás, inoportuna, y sus palabras son excesivas, como su dicho de que “es la mejor presidenta del mundo“. Tales expresiones deben ponderarse junto con su afirmación de que México tendría “el mejor sistema de salud del mundo” y las de la presidenta, quien sostiene que somos “el país más democrático del orbe” porque elegimos por voto a juzgadores… a quienes tiene que salir a corregir por la tontería mayor de echar por tierra la condición de cosa juzgada, principio elemental para la certeza de derechos. Eso lo entiende incluso una científica; no así Lenia Batres ni los cuatro ministros que la apoyaron, incluido el presidente de la Corte.
Hay buitres y zopilotes porque el país está plagado de cadáveres; porque día a día se acumulan los homicidios reconocidos y los encubiertos bajo la elusiva definición de desaparecidos. Al régimen le preocupa la denuncia, como fue evidente en el caso de Teziutlán, Jalisco, donde el objetivo del gobierno fue evitar se reconociera un campo de exterminio. No importa que en el país abunden los cementerios clandestinos por la violencia.
Buitres y zopilotes aluden no solo a las muertes y desapariciones derivadas de los abrazos y no balazos; remiten también a los cientos de miles de víctimas por la criminal gestión de la pandemia, que debiera merecer una evaluación rigurosa, siquiera para no repetir los mismos errores. Buitres y zopilotes refiere al sistema de salud devastado por un régimen que siempre ha privilegiado los objetivos electorales por encima del ejercicio diligente del poder. Buitres y zopilotes es la condena de nuestros tiempos: algunos por hacer, otros por callar y muchos más por no poder contener el abuso criminal del poder.


