La narrativa y argumentación que se registra en los documentos oficiales del plan de estudio para la educación básica vigente en nuestro país, establece la necesidad de generar un cambio en la visión educativa y de diseño curricular; por ello, señala lo siguiente:
“El presente Plan de Estudio para la educación preescolar, primaria y secundaria es una muestra de la determinación del Gobierno de México de revertir la visión instrumentalista, homogeneizante y descontextualizada que en el pasado reciente han tenido las reformas curriculares en la educación básica y que generó exclusión e inequidad para niñas, niños y adolescentes, sobre todo para los más pobres.” (Ver: “SEP. Plan de Estudio para la Educación Preescolar, Primaria y Secundaria 2022”. Primera edición, 2024, versión digital, pp. 3-4).
La visión educativa y de diseño curricular anterior estaba centrada en el desarrollo de competencias, que dominó el diseño curricular de la educación básica en México desde 2004.
Las y los especialistas de la SEP y académicos, investigadoras e investigadores educativos que los acompañaron durante el proceso de diseño curricular propusieron la adopción del enfoque de desarrollo de “capacidades”. En un artículo anterior, argumenté porqué dicho enfoque suplente no es rupturista, sino que es una derivación del modelo o enfoque de desarrollo de competencias. (Ver: “SEP: Educación básica, un debate público pendiente”, SDP Noticias.com, 14 de agosto, 2025)
¿Ese enfoque suplente es rupturista o simplemente continuista, es decir, es una derivación del anterior?
En esta colaboración revisaremos brevemente los argumentos centrales del plan de estudio vigente para contestar a esta pregunta.
Esto se afirma en el documento de referencia:
“La educación es la base del desarrollo de las capacidades de una persona y condición fundamental para la construcción de una sociedad democrática, por lo que el bienestar humano, individual y colectivo está relacionado con el desarrollo de conocimientos, valores, experiencias y saberes específicamente humanos.
El desarrollo de las “capacidades” es el centro de la narrativa del gobierno federal, establecida durante el sexenio de AMLO, 2018-2024 y ratificada por el gobierno de Sheinbaum, 2024-2030, en materia de educación básica. Veamos las siguientes líneas para ilustrar lo dicho hasta aquí:
“Las capacidades no se refieren únicamente a las habilidades y los conocimientos que puede desarrollar una persona, sino que se relacionan con una vida digna conformada por salud e integridad física y buena alimentación, el desarrollo de los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento de un modo verdaderamente humano en la creación de obras artísticas; así como en una educación que incluya la alfabetización, la formación matemática y científica, y el desarrollo afectivo y emocional.” (p. 17)
Ahora revisemos una primera contradicción: tratar de meter con calzador o de unir artificialmente el enfoque de desarrollo de capacidades con la vaga noción de “excelencia” educativa, así como con la neoliberal y gerencialista noción de “mejora continua”. Veamos dicha contradicción a través del siguiente fragmento:
“El desarrollo de estas capacidades a lo largo de la educación preescolar, primaria y secundaria favorecen la excelencia de las y los estudiantes, ya que existe un esfuerzo continuo por parte de éstos para mejorar intelectual, física, ética, estética y afectivamente con el propósito de trascender, ser personas diferentes y desplegar sus potencialidades humanas en todos los ámbitos de su vida” (p. 17)
¿Qué se entiende por excelencia y mejora continua en la narrativa oficial de la educación según el artículo 3 de la Constitución política mexicana vigente?
“La educación… i) Será de excelencia, entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos, para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre escuela y comunidad”. (Fragmento de la Constitución política mexicana, Art. 3º., texto reformado en mayo de 2019).
Debido al énfasis que pone la argumentación de la estructura curricular en las “capacidades” y no en las “competencias”, como suele suceder en los diseños curriculares para la educación básica de otras naciones, por ejemplo en España, se podría considerar a esta visión educativa mexicana como “capacitista” o centrada en el desarrollo de capacidades. Veamos el siguiente párrafo:
“En este Plan y sus respectivos Programas de Estudio se reconocen (a) las capacidades como referentes para establecer las intenciones educativas en el perfil de egreso, en los contenidos de los programas de estudio y su relación con los ejes articuladores en sus respectivos campos de formación, así como el establecimiento de las actividades de enseñanza y aprendizaje que, en esta propuesta, recaen en la autonomía profesional del magisterio, en el marco de las condiciones que establece la comunidad urbana o rural en la que estén establecidas las escuelas.” (p. 18)
Un análisis de textos simple, con un procedimiento cuantitativo básico, es decir, sólo de frecuencia de palabras, indica que el documento oficial de referencia registra la protagonista palabra “capacidades” 49 veces, mientras que la palabra antagonista “competencias” se presenta en 33 ocasiones. Ello es sólo un referente superficial de la supremacía del concepto de “capacidades” en el documento oficial que hoy se analiza.
Por otra parte, el marco general ideológico, político y económico donde se inserta el cambio curricular de la educación básica actual tiene sustento o fundamento en una visión crítica a las políticas públicas neoliberales, lo cual no es en sí mismo reprobable, pero marca una característica de la narrativa oficial:
“En México, por lo menos en los últimos 30 años, ha predominado un enfoque instrumental, conductista y eficientista en el diseño y operación de los planes y programas de estudio de la educación preescolar, primaria y secundaria que se ha ido ajustando con cada reforma, pero que ha definido la experiencia formativa expresada en conceptos, sistemas explicativos, habilidades, saberes, normas, valores, establecidos en los contenidos y objetivos del currículo, su planeación y evaluación…
Esta visión ha sido acordada con organismos internacionales… Que la emplearon como un instrumento para proponer la modernización educativa en América Latina en la década de 1970 y más recientemente se han adoptado las recomendaciones de organizaciones internacionales como el BM, la OCDE, el FMI y la OMC, con un giro marcadamente empresarial sobre la educación… Este periodo se ha centrado en que las niñas y los niños acudan a la escuela con un fin predeterminado por el Estado, la llamada sociedad civil o las empresas, con escasa libertad y participación de las y los estudiantes y de las maestras y los maestros. Estos fines se han expresado curricularmente en objetivos de aprendizaje, competencias o aprendizajes clave, que predeterminan el diseño de las experiencias educativas y establecen sus productos al final del proceso formativo.” (p. 51)
Es cierto que el debate y la crítica al paradigma o enfoque de desarrollo de competencias se da en tres planos estructurales: político-ideológico y económico, social cultural y científico-técnico. Y los tres son relevantes. Sin embargo, en el texto analizado es más frecuente encontrar el uso del plano estructural político-ideológico y económico como eje analítico principal para combatir la lógica “competencial” que cualquiera de los otros dos planos.
Para concluir este comentario, diría que, si bien el enfoque de desarrollo de competencias es dominante en el mundo, éste sin embargo se ha agotado por su carácter pragmático, reduccionista e instrumental, por lo que las críticas apuntan hacia la necesidad de crear un enfoque pedagógico alternativo. El problema es que la narrativa y la fundamentación oficial no es suficiente para revertir el enfoque competencial y menos aún si los conceptos periféricos que se utilizan provienen del mismo campo conceptual-semántico: capacidades, desempeños, calidad, excelencia, máximo logro de aprendizajes, mejora continua.
Por todo lo anterior, considero que es necesario recuperar y reconstruir alternativas educativas al enfoque hegemónico (“competencial”), que hoy en México el gobierno de la “4T”, a través de la SEP, ha reinstalado implícitamente en la educación básica (SEP, 2022) y explícitamente en la el marco curricular común para la educación media superior (SEP, 2023); y ello habrá de abordarse, desde abajo, con la participación de las comunidades educativas: docentes, directivos escolares, estudiantes y sus familias, entre otros actores sociales.
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