El paraíso se nubla

El discurso oficial insiste en que todo marcha bien, pero los datos lo contradicen. El PIB nacional apenas crece 0.4% en 2025, y las proyecciones para 2026 rondan apenas 1 por ciento. Las lluvias, la sequía y los aranceles de Estados Unidos sirven de pretexto, pero el problema no está en el clima: está en la estructura económica y en la falta de confianza.

El país navega con una economía débil, un aparato productivo desequilibrado y una sociedad fatigada. La desigualdad y la inseguridad se convierten en los verdaderos motores de la incertidumbre.

Sector primario: el espejismo verde

El campo creció 4.5% en el segundo trimestre de 2025, pero representa solo el 3.4% del PIB. No genera suficiente empleo formal ni desarrollo tecnológico. Las sequías, los altos costos de insumos y la dependencia de exportaciones lo vuelven frágil. México produce, pero no transforma: exporta materias primas e importa valor agregado.

“No hay modernización agroindustrial; solo ciclos de esperanza y abandono”.

Sector secundario: la industria sin pulso

La manufactura y la construcción —el 33.7% del PIB— atraviesan su peor momento desde 2021. En el tercer trimestre de 2025, la producción industrial cayó 2.9% anual, y el PMI manufacturero descendió a 49.6 puntos, signo claro de contracción.

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La revisión del T-MEC, las amenazas arancelarias de Trump y las políticas internas poco previsibles alejan inversiones. Mientras tanto, las “obras emblemáticas” se convierten en símbolos del gasto improductivo: refinerías, trenes y aeropuertos que no detonan el desarrollo regional.

“La infraestructura no produce crecimiento si no genera confianza”.

Sector terciario: servicios que resisten en la informalidad

El comercio y los servicios crecen 1.1%, sostenidos por el consumo interno y el turismo, pero el 55% de los nuevos empleos son informales. El empleo formal apenas avanza 0.4% anual, reflejando precariedad, bajos salarios y pérdida de poder adquisitivo.

El sector terciario mantiene al país a flote, pero con trabajo sin prestaciones, baja productividad y mínima recaudación. Es un crecimiento que no mejora la calidad de vida.

Inseguridad: el costo humano y económico

La tragedia de más de veinte muertos en el incendio del Waldo’s de Hermosillo, el asesinato de Carlos Manzo, alcalde independiente de Uruapan, y la violencia en Culiacán muestran el verdadero rostro del país. La inseguridad es un impuesto invisible que todos pagan.

El crimen organizado le cuesta a México más de 19 mil millones de dólares anuales, según estudios internacionales. Ningún modelo económico puede sostenerse con ese drenaje de riqueza y confianza.

Pemex: la soberanía energética que se hunde

La petrolera estatal reportó una pérdida neta de 61 mil millones de pesos al cierre de septiembre de 2025. Cada rescate erosiona el presupuesto público y limita la inversión en infraestructura y educación. Pemex simboliza un modelo agotado: más deuda, menos producción y cero rentabilidad.

Inversión privada: el capital en pausa

La desconfianza domina el ambiente empresarial AAA. Washington ya presiona para que el T-MEC 2026 revise las ventajas otorgadas a Pemex, CFE y Telmex, así como la independencia del poder judicial y la transparencia fiscal. La cancelación de 13 rutas aéreas por EE.UU. —tras la imposición de operar carga en el AIFA— es otra señal de alarma.

“El capital huye de la incertidumbre, la violencia y la arbitrariedad”.

El saldo: un país que sobrevive, no que progresa

La promesa de un paraíso de bienestar se diluye entre estancamiento, informalidad y corrupción. El bajo crecimiento, las pérdidas de Pemex, la inseguridad y la falta de inversión privada son síntomas de un modelo agotado.

El enemigo no es la sequía ni los aranceles: es la falta de rumbo. Sin reformas profundas en productividad, justicia, inversión y seguridad, México seguirá atrapado entre el discurso del progreso y la realidad de la sobrevivencia.