“La delincuente aunque se vista de divorcio, delincuente se queda.”
REFRÁN… TROPICALIZADO
El divorcio como estrategia política. Qué hallazgo. Lo que vemos no es una ruptura sentimental, sino una operación de emergencia con tintes de farsa: un intento desesperado por borrar sospechas que no se lavan con un trámite civil.
Me gustó el artículo de Carlos Loret de Mola en El Universal, pero como buen gourmet, me guardé el postre: hoy sigo yo. Porque no nos tragamos los cuentos de los del “segundo piso” de la transformación. Y las preguntas se imponen: ¿sirve de algo el anuncio de la gobernadora Marina del Pilar? No. ¿Su divorcio le devolverá la visa estadounidense? Lo dudo mucho.
Los hechos: en mayo de 2025, Estados Unidos revocó la visa de no inmigrante a Marina del Pilar Ávila y a su entonces esposo, Carlos Torres. Ambos alegaron no tener acusación formal ni investigación abierta, con una serenidad digna de actor de telenovela. Pero el retiro de la visa no vino de México ni de un capricho diplomático: fue decisión del Departamento de Estado, y ese registro no se limpia con una firma en el Registro Civil de Mexicali.
La 4T domina el arte del pretexto: “yo no sabía nada”, “yo no volé”, “a mí me heredó…”. Ahora estrenan el “yo ya me divorcié”, como si eso bastara para purificarse. Aducir un divorcio para marcar distancia es como ponerse un antifaz: cualquiera sabe que debajo sigue la misma cara.
El caso va más allá del melodrama. Es un divorcio de emergencia, una maniobra para fingir separación política bajo presión internacional. Pero en Washington no se impresionan con trucos domésticos. Muchos han intentado lo mismo —repartir bienes, simular rupturas— y terminan igual: con auditorías más profundas.
Y Marina del Pilar lo sabe. Su divorcio no la limpia. Ante los ojos de los bajacalifornianos y de Estados Unidos, estos deslindes son risibles. Una gobernadora fronteriza sin visa es, por definición, un problema político y diplomático.
Además, no hay que fingir sorpresa: ella disfrutó del dinero mal habido. Las fotos de joyas, ropa de diseñador y arreglitos estéticos lo dicen todo. ¿Pensaron que nadie notaría? Pecaron de cínicos; ahora, de hipócritas.
“Mucho divorcio para ninguna visa”, diría yo. En Estados Unidos no se tragan estas novelas: una hoja de divorcio no borra sospechas ni limpia antecedentes. Marina del Pilar sabía, calló y disfrutó. Eso no se lava con tinta notarial.
Y lo más grotesco: repiten exactamente lo que tanto criticaron. Lo mismo que la 4T reprochó a las esposas de García Luna, Lozoya o Duarte, hoy lo ensayan con igual cinismo.
Como todo lo que la 4T bautiza “del bienestar”, este “divorcio del bienestar” también terminará mal. No solo para los protagonistas, sino para el gobierno estatal y —como siempre— para los bajacalifornianos.
El divorcio no es redención. Es la confesión disfrazada. Si querían limpiar su imagen, eligieron el peor jabón.