Luego del extraordinario resultado que obtuvo Nyck de Vries en su atípico debut en la Fórmula Uno durante el pasado #GranPremioDeItalia, surge por enésima ocasión el debate y la discusión sobre los pilotos que están en la actual parrilla, versus los que deberían estar en ella. En otras palabras, hay pilotos que con pocos argumentos deportivos, están a bordo de un monoplaza de la máxima categoría; mientras que también hay pilotos que tienen más de lo necesario para competir en la plana mayor, pero no lo están haciendo.

Nicholas Latifi es un piloto del que no se habla de más por temas extradeportivos, su comportamiento en el paddock es sumamente ejemplar y jamás se mete en problemas de ningún tipo en el entorno de la Fórmula Uno. Vamos, incluso hasta es un tipo que hace buen ambiente dentro de Williams, con quienes corre desde la temporada 2020 luego de que en la anterior, saliera subcampeón de la Fórmula 2.

El problema con Latifi, es que en poco más de dos años en los que ha estado en el máximo circuito, no ha dado el ancho en cuanto a resultados; todos los compañeros de equipo con los que ha competido en la interna, lo han superado y con creces; incluido el mismo De Vries que sin conocer el auto de Williams ni haberlo probado previamente, lo venció categóricamente en la Qualy y en carrera.

Latifi, en una buena medida está dentro de la Fórmula Uno porque Sofina, que es una compañía especializada en la producción y distribución de alimentos, es propiedad de su padre, Michael Latifi, quien a través de esa empresa, acompañó el ingreso de su hijo al asiento del segundo Williams, a cambio de una fuerte cantidad de millones de dólares anuales por la publicidad de la marca de alimentos canadiense en los monoplazas del histórico equipo.

Es cierto que sostener a un equipo dentro de la Fórmula Uno es un auténtico reto, financieramente hablando; y por aquel 2020, la familia Williams no la estaba pasando nada bien en lo que tenía que ver con la gestión económica del equipo que lleva su apellido, y cuando vieron la oportunidad de tener a un piloto rookie, que en el pasado había tenido resultados muy buenos en la inmediata categoría inferior a la Gran Carpa, no dudaron en ficharlo, porque además entendieron que detrás de él venía un patrocinio con capital importante que sería de gran ayuda para el equipo.

Pero es aquí donde el eterno debate sobre los pilotos de pago surge con mayor fuerza, y nos hace preguntarnos si sigue siendo viable el aceptar en el paddock a pilotos que quizás no tengan el gran talento, pero que la parte del financiamiento económico lo tienen resuelto.

El fin de semana pasado en Monza, De Vries demostró que merece el segundo asiento de Williams, y que el equipo -que ahora goza de una estable situación financiera, al tener un fondo de capital como nuevo propietario-, debería ya no renovar a Latifi para la siguiente temporada; formando una dupla mayormente competitiva con Albon y De Vries como coequiperos en 2023.

Sin embargo, el caso de Latifi no dista mucho del de Lance Stroll en Aston Martin; otro piloto canadiense que carrera tras carrera demuestra que solo está en el grupo de los veinte pilotos de la máxima categoría, porque su papá, Lawrence Stroll es dueño del mismo equipo. Para muestra, cabe recordar que cuando el equipo aún se llamaba Racing Point y ante el anuncio de Ferrari, en el sentido de que Sebastián Vettel no sería tomado en cuenta para la temporada 2021 con los de Maranello, Lawrence se lanzó con todo por el multicampeón del mundo para ficharlo, teniendo que prescindir de uno de sus dos pilotos para que el alemán ocupara su lugar. La historia nos dice que el empresario echó del equipo a su piloto número uno, el mexicano Sergio Pérez, en lugar de a su hijo Lance, que al momento siempre fue superado por el jalisciense en Libres, Qualys y Carreras.

Y como Lance y como Latifi, también tuvimos el reciente caso del ruso Nikita Mazepin, quien también se subió al monoplaza de Haas gracias al apoyo económico de su padre, un empresario ruso, que también le metió millones de dólares al equipo estadounidense con la condición de que su hijo ocupará el segundo coche del equipo.

Al final, Mazepin terminó expulsado del equipo por el tema de la invasión de Rusia a Ucrania y la condena internacional por ese hecho, que provocó que muchos deportes en el mundo prescindieran de atletas rusos como forma de manifestarse por el conflicto; y la Fórmula Uno fue uno de ellos al apoyar la decisión de Haas de rescindir el contrato del piloto ruso, que además, nunca mostró la calidad necesaria como para merecer un lugar en el paddock.

El punto es que a lo largo de la historia de la Fórmula Uno, pilotos de pago han habido y por montones; ¿Los seguirá habiendo? Se espera que no, porque pilotos como De Vries, Illot, Shwartzman o Drugovich, que vienen de categorías inferiores demostrando que tienen el talento para competir en la parrilla del Gran Circo, son talentos que no encuentran un lugar para competir, mientras que los pilotos de pago. sin hacer gran cosa en pista, ocupan esos lugares.

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