Entre el chiste, el spot y el desastre colectivo
Vi la película Idiocracy (Mike Judge, 2006) casi por curiosidad, esperando una comedia tonta sobre un futuro lleno de gente idiota. Lo que no imaginé es que terminaría sintiendo que estaba viendo no una profecía, sino un cuasi documental sobre la historia reciente... Pero ambientado en México.
En la película, el mundo ha degenerado en un caos gobernado por el consumismo, la estupidez mediática y la ignorancia colectiva. La ciencia ya no existe, la gente riega las plantas con bebidas energéticas y el presidente es un exluchador convertido en influencer. Todo es risa, ruido y decadencia. Y mientras la veía, pensé: carajo, esto ya lo vimos en nuestro país.
En Idiocracy, el programa más visto se llama Ow! My Balls!, un reality donde un tipo recibe golpes en sus partes íntimas. Suena absurdo. Hasta que uno mira la televisión mexicana o TikTok y se encuentra con influencers fingiendo accidentes, políticos bailando para ganar likes y noticieros que parecen sketches (saludos, Chumel).
Durante décadas, la “telebasura” mexicana nos enseñó que lo importante no es pensar, sino entretener. Hoy esa misma lógica reina en redes sociales: basta decir una barbaridad con carisma para ser trending topic. El algoritmo recompensa la idiotez porque es rentable. Y como en la película, el espectáculo ya reemplazó a la verdad.
Mike Judge imaginó un mundo donde la ciencia y la razón eran vistas como amenazas. En México no estamos tan lejos. Aquí, opinar con argumentos te gana el mote de “elitista”. Ser médico, maestro o investigador no te hace respetado: te hace sospechoso.
Triunfa el que grita, no el que razona.
Nos acostumbramos a desconfiar de todo lo que suena a inteligencia. El discurso político, sobre todo, el de derecha se alimenta del mismo combustible: la emoción antes que la evidencia. La “idiocracia mexicana” no es un pueblo tonto, sino un pueblo saturado de ruido y vacío de reflexión.
En Idiocracy, las plantas mueren porque la gente las riega con una bebida energética que “tiene electrolitos”. En México, las plantas —y las personas— se mueren por el azúcar y la publicidad.
Somos el país que más refrescos consume, el que más horas pasa frente a pantallas, el que más gasta en lo que menos necesita. El capitalismo emocional encontró en el mexicano a su cliente perfecto: pobre, aspiracional y crédulo.
Mientras los medios reparten eslogans, las corporaciones venden adicción.
Y como la bebida energética de la película, sus productos no solucionan nada… Pero están en todas partes.
En la película, el presidente es un exluchador convertido en payaso mediático. En México, tuvimos algo parecido: un presidente que gobernaba a punta de chistes.
Vicente Fox llegó como “el cambio” y se fue como un meme antes de que existieran los memes. Cada conferencia era un sketch, cada frase una ocurrencia.
El poder se volvió comedia.
El Estado se redujo a un eslogan: “hoy, hoy, hoy”. Un país gobernado por comerciales de televisión y chistes rancheros. El inicio formal de nuestra idiocracia nacional.
Con Fox comenzó la comedia. Con Calderón, la tragedia.
Si Idiocracy mostraba un futuro dominado por la torpeza, Felipe Calderón lo convirtió en política de Estado. Su guerra contra el narcotráfico fue el acto más estúpido y sangriento de nuestra historia reciente: miles de muertos, ningún resultado.
Y como todo idiota con poder, necesitaba justificar su fracaso, inventó la división entre “los buenos” y “los malos”. De su sexenio nació el insulto que hoy todavía divide a México: “chairo”. Desde entonces, pensar distinto te convierte en enemigo.
El clasismo y el odio se volvieron política pública.
Durante los años del PAN, México vivió gobernado por la televisión.
La política se transformó en marketing, los noticieros en propaganda y la ciudadanía en audiencia.
Fox gobernó con Televisa como guión. Calderón, con Televisa como escudo. El pueblo sólo veía comerciales: del “presidente del cambio” al “presidente valiente”.
El país real, mientras tanto, se caía a pedazos.
Mike Judge imaginó un futuro gobernado por idiotas. Nosotros lo vivimos entre 2000 y 2012. Y no era ciencia ficción: era México.
La idiocracia mexicana tuvo logotipo, partido y lema de campaña. Se llamaba PAN.
Y su legado aún nos sigue costando caro. A veces, la estupidez también se viste de democracia.
X: @Renegado_L