La mía, la nuestra, es una generación que nació y creció en una época de esperanza en el cambio.
Un cambio que no termina de llegar, pues aquel pasado difuso, cuadrado, oficioso, ciertamente lo ponderamos tan desigual e injusto que hasta lo hemos despedido ya de nuestras vidas, pero antes de tiempo, sin saber incluso a ciencia cierta si el cambio que invocamos o dijimos provocar, sería mejor.
El desamor y la opresión al interior de la humanidad, misma la tan llevada y traída desigualdad social, son puntos de la agenda del hombre contemporáneo, que nos hicieron mover intermitentemente del centro-derecha a la centro-izquierda, teniendo estancias más o menos prolongadas en el centro, del espectro ideológico político por el mundo conocidos, desde el último tercio del siglo XX hasta el primer cuarto de este tercer milenio, y sin embargo, el cambio anhelado que concite a la idílica y perdida coexistencia pacífica; que dé cierto orden y armonía al debate de las ideas para que la sociedad en países como el nuestro, pueda avanzar sin polarizaciones y daños colaterales propios de una guerra ideológica hacia el progreso material y humano aún no se consolida.
En la inmensa mayoría de Estados-nación que integramos el mapamundi de hoy, gracias a esa larga noche de indefinición de la sociedad universal, gracias a ese largo lapso de experimentación desde 1968 a la fecha, hemos empezado a perder el interés y la fe en ese instrumento universal intrínseco a la “democracia”, denominado voto universal “directo y secreto”, por cuanto para su consecución de parte de las élites en el poder (oligarquías políticas) hacen uso de conductas que corrompen y prostituyen el espíritu que da sentido (en teoría) a la elección libre y justa de sus autoridades.
Igual, quizás, en esencia, a las formas de conducirse de aquellos partidos que le antecedieron en el poder a Morena (el PRI por más de 70 años y el PAN por al menos 12 años) y a su interés de perpetuarse “trepados, a como diera lugar”, se me podrá reprochar. Sin embargo, en medio de esa “guerra” interminable por ver quien de las figuras empoderadas actualmente y cuál de las actuales fuerzas electorales con registro “las puede más” y termina imponiéndose en el ánimo popular y en el resultado final en medio queda el ciudadano común y que con ilusión, se ha venido embarcando en las aventuras y en los avatares prometidos por los candidatos que encabezan ahora cada tres años, a cada partido.
Ciudadanos, familias y núcleos poblacionales enteros, en medio de un auténtico infortunio, pues, ahora también, tienen que afrontar una economía que no crece en México, donde no se generan significativamente un mayor número de empleos anuales como lo está demandando el país. Somos ahora un país sin los servicios básicos de salud pública y educación garantizados; con una infraestructura de comunicaciones descuidada, que solo a partir de este sexenio de Claudia Sheinbaum se está volviendo a atender en los aspectos de mantenimiento y conservación. Somos, además, una nación que ha tenido que enfrentar una grave crisis de inseguridad pública y una violencia inmisericorde que va en aumento y no para. Que, sin embargo, es rampante en todo el mundo, por el incremento de la “polarización” y las adicciones, no sólo en México.
Al final, ha resultado esta una larga, muy larga, noche en el tiempo de espera de los mexicanos que han creído en el cambio... Ha sido un largo, muy largo tiempo.



Sin embargo, para quienes tenemos fe y esperanza, el tiempo es soportable.
Sabemos muchos ciudadanos que ese cambio por fin llegará. Cuando se logre consolidar un auténtico equilibrio entre las diferentes fuerzas políticas, donde ninguno termine por imponer su propia ideología y sea posible una convivencia más armónica.
Cuando ningún gobierno ni su clase político-ideológica pretenda imponerle al grueso de la ciudadanía su propia voluntad por la fuerza, la coacción o el miedo.
Cuando ningún gobierno pretenda reescribir la historia patria ni la del mundo, conforme a su interés ni a su propia idea.
Como si se reinventara la historia de la humanidad con su propio arribo al poder.
EU abandona por tercera vez en su historia a la Unesco
Y por si fuera poco, en esta triste y preocupante historia, la noticia de que el gobierno de Donald Trump ha decidido retirarse de la Unesco, la oficina de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, en inglés), recorre el mundo causando justificada preocupación.
Este órgano fue fundado en 1945 por los Estados Unidos y muchos otros países preocupados por contribuir a la paz y la seguridad internacionales a través de la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación.
Asimismo, promover la cooperación internacional, proteger el patrimonio cultural y natural, fomentar el acceso a la información y la libertad de expresión, y apoyar el desarrollo sostenible.
Hoy, EU se retira por tercera vez de ese organismo multinacional (dos veces esto ha sucedido con Donald Trump en la Presidencia y una más, la primera, en la administración de Ronald Reagan). Así, durante los gobiernos de extracción republicana, los estadounidenses han mostrado ser portadores de una “doble moral”, pues mientras reconocen y auspician la “agenda global mundial”, actúan como auténticos “globalifóbicos”, escudándose en sus “temores” de desarrollo de una corriente de pensamiento “antisemita” (pueblo al que ellos defienden en todos los confines del orbe) y una excesiva “ideologización izquierdista” en los países miembros de la Unesco.
En tal virtud, dejará el gobierno de la Unión Americana de enviar a la sede de la Unesco en París, lo equivalente al 22 por ciento del gasto total del organismo y lo equivalente al 8 por ciento de su gasto corriente. Por lo que le generará un sensible “boquete financiero”, aunque la titular de la Unesco, la francesa Audrey Azoulay, lo niegue y solo se limite a lamentar la decisión del presidente Trump.
Por su parte, el Departamento de Estado norteamericano divulgó al justificar esta medida, que continuar en ella “no redunda en el interés nacional”, ya que la Unesco impulsa “causas sociales y culturales divisivas”.
Más claro ni el agua ahora habrá qué ver, que país o conjunto de países (en bloque) se proponen defender a todos aquellos sectores de la población mundial que no están inscritos en el interés o el gusto de la izquierda moderada o radical (anarquistas, agenda Woke, etc).
En México, la crisis por ausencia de liderazgo occidental en Unesco ya se siente
Si algún valor nos queda como país, es la existencia de una población rica en cultura y aspiracional en términos de pretender conforme crece su estatus económico, crecer también en términos de su conocimiento y “aculturación” (asimilación) de los valores occidentales y del mundo en general.
Hay diversidad de corrientes culturales y la estratificación a la que nos han llevado la “polarización” histórica y la llamada “lucha de clases”, provenientes de gobiernos de izquierda, nos han dejado marcados y hasta enfrentados como sociedad entre nosotros mismos.
Con el arribo del gobierno de la 4T en 2018, ya se preveía esta actitud gubernamental para tratar de reivindicar la historia nacional y hasta la historia universal, reposicionando en su papel histórico, a grupos tradicionalmente defendidos desde el discurso demagógico, patriotero, “chauvinista”, indigenista, marginados y a grupos sociales en general afectados por el clasismo, el racismo y la discriminación o lo que es lo mismo, susceptibles de englobar en un muy largo “etcétera”.
Y es así como por ejemplo, desde 2020, se amenazó –y se cumplió– desde el Gobierno de la Ciudad de México, encabezado por la actual presidenta de México, Claudia Sheinbaum –quien era la Jefa de Gobierno de la Ciudad– con remover, por ejemplo, la más acabada de las estatuas representativas hasta entonces de nuestra ciudad capital y de la proeza mundial del descubrimiento vía la navegación marítima, de lo que es hoy el continente de América; suceso que detonó la regeneración de los procesos económicos y culturales del mundo en general: alusiva al navegante genovés, denominado Cristóforo Columbus (Cristóbal Colón, castellanizado),
Fue un reimpulso que redimió los procesos productivos y acumulativos de la civilización misma.
Dicha estatua, construida por el escultor francés Charles Cordier, el mejor de su tiempo a nivel mundial; fue inaugurada por el presidente Porfirio Díaz en el cruce de Paseo de la Reforma y avenida Ignacio Ramírez en 1877, donde permaneció hasta el 2020, en que los “vientos de ese multicitado y esperado cambio” resultó un auténtico vendaval, por demás agresivo para con algunos sectores de la sociedad mexicana.
Sectores poblacionales educados en los valores de la estética y la lógica europea, hay que decirlo sin rubor, porque así fue el propósito de las familias desarrolladas al amparo del porfirismo del último cuarto del siglo XIX.
Porque la Ciudad de México es una ciudad con una burguesía consolidada, con su clase media estratificada en alta y baja, desde luego pero con su aristocracia muy definida y consolidada también pésele a quien le pese.
Así entonces, se dijo que el monumento referido a Colón sería resguardado en otro inmueble para fines incluso de restauración: Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán. Lo que no ha podido ser comprobado aún.
Y en lugar del Colón de Cordiere y gracias a la “presión política” de grupos feministas “reivindicadores”, que terminarán “honrando a los pueblos indígenas“ que resistieron el embate de los europeos “saqueadores y crueles” en septiembre de 2021 se anunció la instalación de una colosal cabeza de una fémina de origen y tipo ‘olmeca’, de nombre “Tlalli”, que en náhuatl significa “Tierra”, aunque en realidad después se aclaró que la monumental cabeza -según los especialistas- es náhuatl más que ‘olmeca’.
Gracias a la controversia, días después de retirada la de Colón (original) se procedió a instalar una representación ‘antimonumenta’ donde numerosos sectores de la población capitalina desahogaron su disgusto por la ausencia de reconocimiento a la mujer indígena, resiliente y resistente a la conquista del Reino Español.
Lo que avivó el jaloneo y se optó por una tercera opción, la que hoy subyace y que tiene que ver con una figura arqueológica encontrada recientemente, tallada en piedra y que data de hace varios siglos, donde está representada la deidad indígena representante de la juventud, a la que se le llama ‘Amajac’.
Así se llama incluso la estación del ‘Metrobús’ más próximo a lo que fue la ‘Glorieta de Colón’.
En ninguno de los casos, cabe señalar, se tomó el Gobierno de la República ni el de la Ciudad de México, la mínima molestia de consultar el andamiaje legal que existe para realizar estos movimientos mucho menos se tomaron la molestia de “realizar la mínima consulta” o la simulación de la misma –como ya se ha hecho en temas de menor relevancia– a la población afectada o involucrada sentimental o estéticamente con los referidos bienes inmuebles, propiedad de los habitantes de la muy noble y sufrida Ciudad de México.
Respecto al andamiaje o tramitología legal administrativa, existe a partir del llamado Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) adscrito o anexado desde el sexenio de Peña Nieto a lo que hoy es el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Esta instancia es la que después de cierto pronunciamiento técnico para proteger al bien, autoriza o no traslados o cualquier otra obra sobre su naturaleza o presentación física.
No se hizo lo interior y, por el contrario, parecía que incluso la pauta se iba señalando de forma arbitraria y hasta ocurrente, desde Palacio Nacional o hasta del Palacio del Ayuntamiento (contiguo al Palacio Nacional) …
Todo, absolutamente todo, a donde se resguardarían, en qué tipo de vehículos se trasladarían, la forma en que se les expondría a la intemperie, entre otros muchos aspectos de la logística del caso.
Jamás se consultó a la llamada ‘Carta Internacional sobre la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios’, también llamada coloquialmente ‘la Carta de Venecia’, que fue suscrita también por el Gobierno de México desde 1964 y que es un documento fundamental en la protección del patrimonio cultural. Adoptada en 1964, establece los principios internacionales para la conservación y restauración de edificios históricos y sitios con valor cultural.
Es decir, México y su ciudad capital tales cuáles son lo que significan en el concierto internacional, no son autónomos sus gobiernos en el manejo del patrimonio cultural e histórico que pertenece a los mexicanos. De hecho, todo funcionario con autoridad considerable como el presidente de la República y la jefa de Gobierno misma, deben saberlo por protocolo básico.
La ‘Carta de Venecia’ es un instrumento derivado del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos en Venecia.
Fue la Unesco, el que impulsó la creación del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) durante este congreso, con el objetivo de promover y aplicar los principios de la Carta.
Guerra de estatuas entre Clara Brugada y Alessandra Rojo de la Vega
Lo mismo ha pasado en el más reciente affaire de reivindicación “ideológica” y de “clase” a través de movimientos de estatuas. También en la CDMX.
En fechas recientes se anunció la remoción de las estatuas de Fidel Castro y de Ernesto Guevara de la Serna “El Ché”, líderes de la Revolución Cubana, cuyas representaciones en bronce se encontraban montadas sobre una banca, asemejando una conversación profunda entre sus personajes escenificados en el Parque Tabacalera, colonia del mismo nombre; en franca alusión también al lapso en que nuestra ciudad fue el asiento de los líderes revolucionarios antillanos, donde planearon incluso el asalto a la isla y de dónde abrevaron sin duda, de numerosas fuentes de financiamiento, logística y organización para tal empresa.
Son obra del escultor Óscar Ponzanelli, y ambas fueron retiradas tanto en 2018 como en este 2025, debido a las fuertes presiones políticas que sobre estas obras -no obstante, su alto valor artístico- ejerció la comunidad cubana residente en la CDMX.
Desde 2017 el gobierno morenista de la capital y la alcaldía Cuauhtémoc las instalaron… y en 2025, lo más reciente, fue la propia alcaldesa, la priIsta Alessandra Rojo de la Vega, quien ha procedido al cambio de sitio de su instalación (aún por definir) prometiendo incluso, en el propio lenguaje de los morenistas, a “rifarlas” si es necesario y no se encuentra un espacio propicio para tenerlas.
Lo que ha provocado un nuevo frente contra la alcaldesa por parte de Clara Brugada, de extracción oficialista.
Pero en todo caso, este se ha vuelto un pleito “de poder a poder” a ver quién “las puede más” atropellado, lírico, sin reparar en que hay instancias legales superiores en la materia a las que ambas instancias del Poder Ejecutivo deben sujetarse y atender, para el caso del manejo, traslado e instalación de monumentos de carácter histórico, artístico y que son parte del patrimonio cultural de la ciudad y del país.
Y más ahora, en que ya no está Estados Unidos desde la Unesco, sancionando y estableciendo cierto equilibrio en la semiótica que se traza para la historia política y cultural del mundo.
Renunció Donald Trump a su liderazgo, a cambio de “ahorrarse unos bilimbiques”.
Héctor Calderón Hallal: @pequenialdo; @CalderonHallal1;
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