Al grano, lo accidentado de la Cumbre para el Combate del Cambio Climático, la COP30 que tuvo lugar en Belém, Brasil, nos lleva a replantearnos ¿de verdad este tipo de cumbres tienen alguna repercusión? y sobre todo, ¿alcanzan algún éxito?
Porque la de este año fue poco más que un “pandemónium”, con todo e incendio al final del evento. Como humanidad llevamos 30 años celebrando encuentros que buscan evitar el “calentamiento global”. Sin embargo, la de este año se puede decir que fue poco menos que “desastrosa”.
Quien seguramente está muy contento con este resultado es Donald Trump, que no solamente ha sacado a su país del Acuerdo de París, sino que para él, el cambio climático no existe, y es una “gran mentira”. El ente naranja tiene una política de impulsar los combustibles fósiles, y ya se está frotando las manos con el petróleo de Venezuela.
A la cumbre COP30 se llegó con países que claramente están incumpliendo los acuerdos a los que se habían comprometido; más que vigente la política del vecino Trump de desmantelar cualquier cosa que suene a “política climática”, y dando paso a los negacionistas del fenómeno climático mientras se impulsa una política contaminante y bélica.
Trump no está solo, y evidentemente en el camino ha encontrado aliados, como Arabia Saudí, por ejemplo, que sigue viendo un gran negocio en la utilización de combustibles fósiles. Por esta razón Colombia, a través de su presidente Gustavo Petro, reclamó en la COP30 que no hubiera acuerdos y lo que es peor, que ni siquiera abordaron que los combustibles fósiles están calentando la tierra con cada día que pasa.
Los Gases de Efecto Invernadero (GEI), responsables del calentamiento de la atmósfera, fueron ignorados dentro del tema de conversación. Ya son treinta años hablando de las rutas a seguir para combatir el calentamiento global, pero en esta cumbre lo único que quedó de manifiesto fue que no existe un consenso entre las naciones.
A pesar de todo, al final se logró sacar el documento titulado “Decisión Mutirão”, que en lengua tupí significa “esfuerzo conjunto”, el cual por cierto no hace mención de que los GEI provienen de los combustibles fósiles.
La industria aérea, a través de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), ha buscado la descarbonización de la aviación, trazando un plan bastante ambicioso, y algunos consideramos que se antoja muy difícil cumplir con la meta de llegar al 2050 con cero emisiones de GEI a la atmósfera.
A pesar de que la industria aérea hace un gran esfuerzo por cumplir esa meta, se requiere del apoyo de los gobiernos para poder lograrlo, pero tenemos casos antagónicos como el de Donald Trump, para quien no tiene ningún sentido apoyar la creación de combustibles sostenibles y amigables con el medio ambiente.
Por eso hoy resalto que existen empresas que están remando contra corriente, y me refiero “LanzaJet” e “International Airlines Group, IAG” (que maneja a Iberia, Vueling, British Airways, Level y Aer Lingus), las cuales tienen como meta que el 10% de sus operaciones se realicen utilizando solamente SAF (combustibles sostenibles).
Estas dos empresas buscan transformar el etanol en combustible “Alcohol-to-Jet (ATJ)”, pensando sobre todo en países que tienen la facilidad de generar volúmenes grandes de bioetanol.
La empresa LanzaJet tiene su planta en Soperton, en Georgia, en los Estados Unidos. Su fábrica “Freedom Pines Fuels” transforma el etanol en SAF, y una de sus principales aliadas es British Airways, con quien tiene contratos para la adquisición de este combustible amigable con el medio ambiente.
Si bien es cierto que por sí sola esta nueva tecnología no puede combatir el cambio climático, sí facilita el proceso de adaptación y genera toda una industria alrededor de los biocombustibles, creando nuevos empleos y espacios de desarrollo para quienes busquen transformar el etanol con el proceso de “ATJ”, aprovechando que poner una planta de este tipo es relativamente sencillo.
Con ello podemos generar nuevos polos de desarrollo, y coadyuvar a que la aviación tenga una menor dependencia de los combustibles fósiles; por eso es importante poner atención en los beneficios de adoptar biocombustibles, que nos lleven a una “bioeconomía”.
Todavía falta un buen tramo para llegar al 2050; ojalá se pueda cumplir la meta de cero emisiones de GEI a la atmósfera. Por ahora, por la forma política en que se está reconfigurando el planeta, se ve complicado. Sin embargo, los biocombustibles sí son necesarios. Para mí es un hecho innegable.





