“Pocos se mantienen firmes en el amor sin el incentivo apropiado.”
Jane Austen, Orgullo y prejuicio
Colecciono alcancías; debo tener unas 400, por eso —al menos en sentido figurado— sé de lo que escribo. “Hasta por debajo de las piedras”, resulta ser el nuevo lema oficial del gobierno de la 4T. Porque si algo les sobra es creatividad para “rascar de donde se pueda”, desde el presupuesto para encarpetado/bacheo hasta cuentas bancarias de empresas y ciudadanos. Una buena parte de lo que sacan, se lo roban, por cierto. Lo mismo que en otros gobiernos que les antecedieron.
Así que ahora el gobierno anuncia que, a partir de 2026, los bancos ya no podrán deducir impuestos por sus aportaciones al IPAB (antes Fobaproa). Algo así como 10 mil millones de pesos.
Pero si “le rascas” un poco, esto que se determina desde Hacienda y la Presidencia no convence. Según Sheinbaum, “esa deuda era privada y se convirtió en pública… se deduce, la gran mayoría ya no la van a deducir a partir del próximo año”. Hasta dónde yo entiendo, el Fobaproa era un mal necesario para salvar la banca y proteger el dinero del pueblo bancarizado. Pero de un tiempo para acá, ya que rinde dividendos políticos, se convirtió en el villano perfecto.
Mientras tanto, Segalmex —esa joya de la administración cuatroteísta, encargada de la distribución alimentaria que cuesta paciencia y presupuesto— ya devora 15 mil millones de pesos. ¿Para cuándo habrá explicación sobre esto otro? ¿O es parte del arte de correr el foco, mientras seguimos con la cantaleta de que no hay dinero para nada más?
Parece que no se entiende la diferencia entre un incentivo —que busca promover una conducta deseable— y un esquema arbitrario para disfrazar nuevos robos.
Y hablando de no entender, ¿qué tanto sabe la 4T (y su afán manipulador) sobre lo que realmente representó el Fobaproa?
Acá lo resumimos. Rescate para evitar el colapso. Sí, colapso, de las finanzas públicas: 552,000 millones de pesos cuyos intereses suman ya dos billones. ¿Favoritismos? ¿Polizones fiscales? ¡Sin duda!, pero NO han sido la mayoría.
El gobierno ahora rasca recursos para continuar su propio festín: pagar clientelas electorales, financiar megaobras que ya se tambalean, proyectos inútiles y quebrados como Dos Bocas, el Café del Bienestar o un AIFA que ciertamente es más fotogénico que eficaz. Todo lo necesario para mantener las dinámicas populistas, aunque el péndulo financiero de México esté a punto de colapsar.
La estrategia es clara: en Morena se desesperan por recaudar mientras van dejando huella —y deuda— en cada comunidad, en cada programa, en cada contrato con olor a moches y robos.
La 4T atrapada en un pasado que no termina de morir. Enganchados en rescates, expropiaciones fallidas, deuda generacional y ahora en una vorágine presupuestal que busca tapar hoyos que son del tamaño de los baches de las vialidades de la CDMX, sin pensar en mañana.
La ironía suprema: eliminan la deducibilidad de los bancos, como si fuera un acto de justicia fiscal, cuando la verdadera injusticia quizá fue en parte, el rescate bancario, pero CIERTAMENTE ha sido la Cuarta Transformación en su totalidad.
Y ahora, encima, de súbito, en la administración del Claudia Sheinbaum pretenden estrenar condecoraciones a la austeridad. Todos sabemos que a los morenistas les encantan los lujos a cargo del erario.
Giro de la Perinola
(1) El gobierno insiste en que “no hay para casi nada”, pero siempre hay para clientelas electorales, obras faraónicas y rescates a Pemex. Prefieren saquearlo todo, incluso ese dinero que antes, bien que mal, al menos en parte, pagaban los bancos a cambio de incentivos/deducciones impositivas.
(2) Conmovedor triunfo del cinismo: rascando hasta el último rincón, disfrazan falta de visión como heroicidad fiscal.
(3) Se acabó la deducción, dicen. Pero no se acaba el problema, ni la deuda heredada, ni el desenfreno presupuestal ¡del ‘segundo piso de la Transformación’!