Andrés Manuel López Obrador ha perdido en su discurso. Su rabiosa, sin sentido y autoritaria respuesta ante el cuestionamiento periodístico de la periodista Nayeli Roldán fue brutal, perdió la narrativa y el estilo: “Porque no es a partir de lo que a ustedes les conviene, que son contrarios a nosotros. Ustedes no van a poner la agenda. ¿Por qué? O sea, si tienen todos los medios para expresarse, manifestarse, ¿por qué les vamos a hacer el caldo gordo a ustedes?”.

¡Vaya! Sin siquiera la libertad de ejercer el trabajo periodístico ¿qué queda en México de libertad de expresión?

No es la primera vez que pierde los papeles cuando la conferencia se sale del “guion”, en esta ocasión el enojo del presidente vino de la evidencia de que su gobierno promueve el espionaje político y, en cambio no hace nada en contra de las organizaciones del crimen organizado y sus efectos negativos en la sociedad. Que no le importa que el “pueblo” esté a merced de las bandas criminales.

La situación de inseguridad que priva en el país es cada vez más grave y este gobierno no ha podido hilar ninguna acción para combatirlo. AMLO nunca ofrece un compromiso o asume su responsabilidad, simplemente ofrece excusas con las que busca manipular y polarizar a la opinión pública.

Difícil no pensar en un narcoestado

Todo indica, por la respuesta de Andrés, que él tiene conocimiento de que los aparatos de “inteligencia”del Estado son utilizados en contra de quienes se oponen al gobierno y en particular de quienes han tenido el valor de hacer denuncias sobre irregularidades en su administración.

Apenas el mes pasado, el defensor de los derechos humanos Raymundo Ramos quien dio seguimiento puntual a la muerte de cinco jóvenes a manos de soldados fue blanco de una campaña en medios y redes a partir de material de espionaje. Las “consideraciones” del servicio de inteligencia de Sedena lo intentaron ubicar como integrante del crimen organizado para dar un vuelco y ponerlo como blanco y así detener sus investigaciones.

Espía, intimida y reprime

Lo verdaderamente grave y peligroso es que, al acercarse a la recta final de su sexenio, al presidente le queda muy poco tiempo para ejecutar estrategias en el combate a la delincuencia, pero le resta muchísimo tiempo para presionar, manipular y dividir a la opinión pública y a eso dedica sus peroratas mañaneras y para ello se vale de todo el poder del Estado.

Lo dijo en 2020: “Ya no hay ese espionaje político para nadie, ya es otra función: es un centro que se encarga de la definición de estrategias y de inteligencia para enfrentar el crimen organizado, no a la oposición política”.

Pero el viernes pasado, al responder sobre tema de Pegasus, perdió los estribos ante una realidad que lo confronta y que ya no pudo ocultar y simplemente confirmó el espionaje.

Al hacer su pregunta, la periodista Roldan retomó un tema que destapó el hackeo de la agrupación de las Guacamayas, que documentó cómo el Ejército espió a grupos feministas que fueron catalogadas como organizaciones de “amenaza media-alta”., a activistas y hasta universidades, y del “seguimiento” a embajadores, legisladores y gobernadores. Además de que, para ingresar a los teléfonos celulares de periodistas y activistas, se contrató el software espía Pegasus.

Ya en octubre pasado, luego de las filtraciones, AMLO afirmó que Pegasus era un software de monitoreo empleado por el Ejército mexicano para realizar labores de “inteligencia”, no de “espionaje”, en contra de activistas y periodistas como en su momento denunciaron Animal Político y Proceso.

Lo mismo quiso repetir ahora, sin embargo, esta vez, la evidencia entregada por la reportera lo dejó iracundo y cayó en contradicciones.

Aseguro no conocer que es Pegasus: “Es que Pegasus, si me pregunta sobre Pegasus no podría contestarle porque no sé bien de qué se trata, entiendo que es una marca… sí se contrata tecnología, pero no sé si sea Pegasus”.

Totalitarismo

El presidente, con formas dignas de un dictador, quiere conservar el poder y lo hace a través del poder. Permite el espionaje a sus opositores sin control, sin transparencia y con un solo objetivo, hacer campaña político-electoral.

Como Jefe del Ejecutivo Federal lejos de tomar acciones en contra del crimen organizado, detener las desapariciones o abatir el crecimiento de homicidios dolosos, dedica tiempo y recursos en “descubrir” a quienes se le oponen.

Nadie más que él fue espiado por los gobiernos anteriores, él fue la víctima, hoy dice que no se espía a nadie, que es “inteligencia”. Qué forma tan irresponsable de tirar la toalla.

No tolera a las voces que no son coro ni compasa, le cuesta aceptar el verdadero periodismo, lo reprime, lo exhibe y lo calumnia para demeritarlo.

Para Andrés el periodismo es la adulación de sus paleros y lambiscones, no la investigación, los datos duros y verificables o la opinión que propone.

Lo que demuestra el presidente al descalificar a la academia, al INE, al Poder Judicial, a la sociedad civil, a los medios y a todo el que levante la voz para expresarse, es que se ha convertido en todo lo que prometió destruir.