El asesinato de el joven Hugo Carbajal nos atañe a todos. Creo que nos impacta mucho más a quienes somos madres o padres de familia y que tenemos hijos justamente de esa edad. Yo tengo una hija de 15 años. La misma edad que tenía Hugo. A ella también le atraen ya las fiestas y tiene esta curiosidad por conocer, salir y divertirse; explorar el mundo y comérselo en un segundo.
No sé si soy una madre perfecta o soy una buena madre, solo sé que he hecho lo que he podido con lo que tengo pero en estos tiempos ser padres de adolescentes es un reto. El dolor de la madre de Hugo es mi propio dolor. No estoy yo para juzgar a otras madres cuando como madre he fallado una y cientos de veces.
Las adolescencias que están viviendo los jóvenes de hoy están siendo brutales: existe mucha depresión, mucha ansiedad, ideas suicidas, alcoholismo y autolesiones en ellos (cutting).
Pudiera hasta pensar que es como una especie de histeria colectiva, algo que está llegando hasta ser contagiable. Porque ya no se sabe si en verdad los jóvenes están padeciendo un problema real o bien tienden a imitar a otros que están en situaciones difíciles como para hacerse visibles y sentirse identificados y formar parte de algo o de alguien. De cualquier manera tenemos que estar muy atentos a cada uno de sus reacciones y comportamientos.
Esta pandemia también está trayendo rupturas en padres con hijos adolescentes lo cual ha hecho aún todavía más complejo el asunto.
Y si a eso le agregamos todo lo que ven en redes sociales, el contenido sexual que presencian en esas imágenes y los “retos” que se imponen par ver quien toma más alcohol, por ejemplo, pues acelera sus procesos de autogestión y es probable que hasta sean alcanzados por el alcoholismo sin ellos mismos darse cuenta.
La salud mental de los jóvenes está en franca gravedad pero parece no ser vista ni por padres ni por autoridades.



Los propios padres inmersos en sus propios dolores y preocupaciones hace que no detecten aquel joven que se les empieza a salir de control.
Todo esto está pasando y el caso de Hugo, me lleva a hacer esta reflexión: Los jóvenes no están a salvo en un país como este.
Tristemente pero si le buscamos un porqué a las cosas quizá el caso de Hugo pueda alertar a otros jóvenes sobre las consecuencias de la ingesta desmedida de alcohol y los contratiempos que pueden sufrir por asistir a fiestas en donde la idea no es alcoholizarse pero parece que así lo interpretan.
Hasta donde tomar y con quién se juntan es una manera efectiva de ponerse a salvo de muchas situaciones, pero es algo que tienen que entender ellos y convencerse de eso, aunque en el proceso se equivoquen una y otra vez.
No obstante estoy convencida de que Hugo no merecía morir.
Estoy convencida que la madre no tuvo la culpa y quizá la siente y carga con ese sentimiento y la forma de sobrellevar y lidiar con su dolor es haciéndolo tan mediático, pero dolorosamente este horrible evento puede ayudar para que exista más seguridad para nuestros jóvenes pero también que haya una toma de conciencia en ellos mismos para saber cuando, cómo y dónde hacer las cosas y de qué manera enfrentan sus imperiosos deseos de vivir al máximo todas las sensaciones y emociones, que son conductas propias de la adolescencia.
El fin… Ojalá Hugo estuviera entre nosotros. Ojalá hubiera contado con buenos amigos que lo hubieran cuidado. Ojalá seamos como sociedad más humanos y más empáticos para lejos de condenar a la madre o al propio joven por estar en una fiesta, nos dolieran los dolores de otros.
Ojalá Hugo estuviera aquí. Ojalá todos los jóvenes estén a salvo, de todo y de todos. Ojalá pudiera abrazar a su mamá.
Ojalá…