“Voy a empezar a cantarles

La canción del agrarista,

Les diré muchas verdades,

Señores capitalistas…”

“Es el cantar de los pobres

Que en el campo trabajamos,

Los que con tantos sudores

Nuestras tierras cultivamos.”

La tierra y sus frutos pertenecen a quienes la trabajan, esa era la premisa y de esa idea surge la todavía llamada CNC, aquel lejano 1937,  Confederación Nacional Campesina, creada también como un contrapeso a la creciente influencia de la CTM —Confederación de Trabajadores de México, central sindical obrera fundada el 24 de febrero de 1936— en la política, sería una pieza clave en el sistema político mexicano.

Pero al igual que la CTM y muchas otras instituciones creadas para beneficio de los pobres, se llenó de ratas de cuello blanco que aquilataron riquezas a costa de los que menos tienen, creando nuevamente latifundios, muchos políticos añejos,  panistas y priistas, gozan de caudales agrícolas a lo largo y ancho del país; apropiarse lo que costó lágrimas y sangre al pueblo, es una infamia.

“Mucho tiempo padecimos

La esclavitud del vendido,

Hasta que al cabo pudimos

Ver nuestro triunfo reunido…”

“¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!,

Luchando por nuestro anhelo

Murieron muchos hermanos,

Que Dios los tenga en el cielo...”

Hace pocos días desperté con este himno taladrando mi cabeza, hija, nieta de ejidatarios, me enchina la piel recordar el ardor, entusiasmo; esperanza y verdadero sentimiento arraigado en la sangre, en  el sudor mezclado con tierra del campo arado, brotando  en cada palabra y nota de un corrido lastimero, que sin embargo en el estribillo, de la nada surgía un tono marcial que entonado por la multitud, contagiaba y sacaba lagrimas…

“Marchemos agraristas a los campos

A sembrar la semilla del progreso...

Marchemos siempre unidos sin tropiezo

Laborando por La Paz de la nación...”

“No queremos ya más luchas entre hermanos

Olvidemos los rencores compañeros

Que se llenen de trigo los graneros

Y que surja la ansiada redención.”

Este estribillo cantado a  todo pulmón, invitaba a sumarse al coro de miles de voces, que con una mezcla de alegría, dolor y esperanza lanza verdades esperando  ser escuchados y sobre todo atendidos…

“Don Porfirio y su gobierno,

Formado por dictadores,

Nunca oyeron de su pueblo

Las quejas y los clamores…”

“Siempre trabaja y trabaja,

Siempre debiendo al tendero,

Y al levantar las cosechas

Salió perdiendo el mediero…”

Me tocó siendo una niña muy pequeña, acompañar a mi abuelita, —éramos inseparables, mi madre de alma y enseñanza— a las convocatorias campesinas cada vez que el candidato a la presidencia o ya presidente, gobernador, llegaba al municipio, las pocas camionetas del pueblo se llenaban, o mandaban autobuses, como siempre el acarreo se hacía presente para mostrar el aprecio que el pueblo le tenía al gobernante en turno, pero al mismo tiempo, entonar: “El Himno Agrarista”, era una forma de sobresalir entre la multitud, el orgullo de ser campesino, de reclamar lo suyo...

“Nuestras chozas y jacales

Siempre llenos de tristeza,

Viviendo como animales

En medio de la riqueza…”

“¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!,

Luchando por nuestro anhelo

Murieron muchos hermanos,

Que Dios los tenga en el cielo…”

Un país con autonomía agraria, siempre será un país soberano, la auto sustentabilidad alimentaria puede lograrse en México, los caciques apuestan a fertilizantes y tecnología extranjera en detrimento del campesinado y los suelos, las labores de antaño consideradas obsoletas por muchos,  en Europa cobran auge nuevamente, la siembra tripartita de nuestros ancestros —Maíz, fríjol y calabaza— un ejemplo de sabiduría acumulada por generaciones, la tierra seguirá fértil sabiendo utilizarla. Depende del gobierno actual voltear a ver al campesinado mexicano y resolver el problema creciente, pero  necesitan respuesta puntual y de fondo.

El arraigo a la tierra y el amor a producir, el saber que de ella y sus dos cosechas anuales se alimentará la familia completa, al mismo tiempo que  servirá  como base en la enseñanza y aprendizaje de la familia y sociedad; la siembra como tal encierra un complejo andamiaje, el saber “leer” el cielo, escuchar a los animales, predecir los tiempos de preparación del campo para el inicio del barbecho,  siembra, escarda, retira de espiga ( o no se logrará buena mazorca) y cosecha, es un lento aprendizaje que sólo se logra a base de práctica en el terreno mismo...

Remembrar, escuchar el himno agrarista cantado a miles de voces, la voz nítida de mi “Abue”… resuena y taladra  mis recuerdos, aún me enchina la piel y saca lágrimas... Tantas décadas del campesino poniendo su esperanza en las promesas del candidato, del gobernador, del presidente... ¿Aún hay esperanza para ellos?

“Como programa máximo, la confederación propugna por una equitativa y económica distribución de la tierra, llegando a la socialización de la misma; para que no haya un solo campesino mexicano que carezca de tierra por la cual logre su liberación económica.”

C.N.C.

El 7 de septiembre de 1937, en un discurso en el acto de creación de la Liga de Comunidades Agrarias del Distrito Federal, el presidente Lázaro Cárdenas anunció directrices para el apoyo que el gobierno aportaría a la nueva agrupación nacional…

Como nota adicional; “Desde 1937, en las elecciones internas del entonces PNR en Durango, Yucatán y el Distrito Federal para elegir sus candidatos a diputados, fueron dirigidas exclusivamente por los representantes de las Ligas agrarias y los sindicatos obreros. Resultaron ser experiencias exitosas que sirvieron para poner las bases para el futuro funcionamiento del Partido de la Revolución Mexicana.”

Fuente: Memoria Política de México.

El Corrido del Agrarista del veracruzano Lorenzo Barcelata será  interpretado en los años siguientes en los actos agraristas, llegando a  convertirse en el himno de la CNC. Aunque  años después a algunos políticos les molestaba la interpretación al considerarla un reclamo popular.

Hoy sigue ese reclamo, hoy los campesinos necesitan actos y no promesas, el futuro de generaciones sigue dependiendo  de quienes trabajan la tierra y alimentan al país.