LA POLÍTICA ES DE BRONCE
El monzón mexicano ha pegado con furia en Ciudad de México y en otras metrópolis como Guadalajara y Querétaro; en esta última, además de provocar graves daños, causó pérdida de vidas. Hemos visto autos flotando, personas arrastradas por la corriente, casas devastadas, caída de árboles y espectaculares, así como suspensión de operaciones en el aeropuerto Benito Juárez.
Desde junio, con excepción de unos días soleados, prácticamente ha llovido a diario en el territorio nacional. Estas condiciones climáticas parecen que se extenderán hasta noviembre. Las lluvias se llevaron el otoño. De hecho, mientras escribo estas líneas, sigue la lluvia, que inició desde la madrugada y, según el Servicio Meteorológico, prevalecerá todo el día.
Con las torrenciales lluvias llegaron los encharcamientos, algunos hasta de 50 cm; las inundaciones, que han alcanzado metro y medio; los traicioneros baches y los socavones. Es decir, las lluvias ponen al descubierto el deterioro, el descuido o las fallas en la infraestructura urbana y los servicios.
En la Ciudad de México, las lluvias han castigado particularmente el sur y el poniente, pero toda la metrópoli está plagada de baches. No hay vía rápida —incluido el Periférico— donde las lluvias no hayan provocado estragos, generando no solo más tráfico, sino también averías en llantas, suspensiones y, en algunos casos, percances viales.
Los baches son traicioneros porque, cuando se circula, no se percibe claramente su profundidad, sobre todo si están cubiertos de agua o lodo. No se sabe si es un simple espejo de agua o un hoyo de varios centímetros de profundidad que, al pasar en automóvil, daña llantas y suspensión, pero que, al transitar en motocicleta o bicicleta, puede convertirse en una trampa mortal.
No es casual que la principal demanda ciudadana en estos momentos sea tapar los baches en calles y avenidas, y que no pocos políticos y políticas oportunistas hayan contratado, por cuenta propia, maquinaria para atender esta exigencia social.
Los baches de la Ciudad de México se convirtieron en tema internacional cuando dos atletas paralímpicos, uno de ellos el colombiano Francisco Sanclemente, que participaban en el maratón capitalino el pasado fin de semana, sufrieron un percance, afortunadamente sin consecuencias graves.
En plena premiación del maratón, el segundo lugar en silla de ruedas mencionó el hecho en presencia de la jefa de gobierno, Clara Brugada. Primero se dijo que los atletas habían caído en un bache, después se supo que se trataba de una coladera mal colocada, como si eso fuera excusa. Fue una falla terrible en la organización: A nadie se le ocurrió darle una revisada al recorrido del maratón o, simplemente, consideraron que una coladera mal tapada no significaba ningún problema.
Hablar de los grandes problemas capitalinos es correcto, pero las autoridades deben estar atentas también a las necesidades inmediatas de la población. Hablo de tapar los baches: todavía restan por lo menos dos meses más de lluvias, aunque sabemos que las reparaciones durarán poco, porque el peor momento para tapar baches es en temporada de lluvias.
La verdadera planeación debe preverse para los siguientes años e incluir la limpieza de coladeras, políticas para evitar arrojarles basura y, por supuesto, tapar baches y repavimentar calles.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado una campaña nacional de repavimentación; qué bueno, ojalá lo haga, pero a los ciudadanos nos interesa que se tapen los baches y limpien las coladeras de las calles donde vivimos.
También es importante darnos cuenta de que las lluvias no son una maldición, sino una bendición que no hemos aprendido ni estamos preparados para aprovechar. El 90% del agua de lluvia se va a la coladera y al drenaje, cuando es un recurso natural invaluable para enfrentar los ciclos de sequía que cada día son más recurrentes. Nos falta mucho por hacer y por aprender.
Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.