De cara a las elecciones intermedias de 2027, donde se renovará la Cámara de Diputados y habrá elección para gobernador en 16 estados, el desgaste y desprestigio acumulado por Morena y sus aliados podría traducirse en la pérdida de la mayoría calificada y de varias gubernaturas.
Un escenario adverso
El partido fundado en 2014, logró en 2018 el poder presidencial y junto con sus aliados (PT y PVEM), gobernar 25 estados y la mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Este éxito, sin precedentes en la historia democrática de México, se explica por el liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador, que supo capitalizar la percepción de hartazgo social frente a la corrupción en el sexenio de Enrique Peña Nieto; un líder que a pesar de las controversias durante su gestión en la CDMX como los casos Bejarano e Imaz, supo construir una narrativa de honestidad e incorruptibilidad.
Su estrategia incluyó incorporar, ofreciendo impunidad a cambio de apoyo político, a personajes políticos cuestionables del PRI, PAN y PRD, muchos de ellos bajo la lupa de la justicia o incluso encarcelados. Morena absorbió a figuras como Manuel Bartlett, Ignacio Mier, Manuel Espino, los Yunes, los Monreal y los exgobernadores de Hidalgo, Sonora, Sinaloa y Campeche entre muchos más. Esta mezcla de intereses consolidó el poder, pero a costa de principios ideológicos.
Otro componente fue la alianza con grupos evangélicos, como la secta de Joaquín Naasón García, hoy preso en EE.UU. por pederastia, lavado de dinero y sus presuntos vínculos con el crimen organizado, especialmente con los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
Otros casos, como el de “La Barredora” célula del CJNG en Tabasco, apuntan a complicidades de alto nivel, incluyendo al ya detenido exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez y al senador Adán Augusto López, además ha trascendido que en las investigaciones de la FGR nombran a sus hijos.
La red de corrupción, cuya punta de lanza son sus tres hijos, es el famoso “Clan” donde amigos y compañeros de la escuela Logos, encabezan empresas que desfalcaron y comprometieron las obras faraónicas de AMLO, como el Tren Maya, Dos Bocas o el AIFA; así como los escándalos y contratos otorgados a sus familiares primos y hermanos.
La fuerza de Morena
El movimiento no se nutrió de convicciones profundas ni de un proyecto ideológico estructurado, es el resultado de una alianza de conveniencia entre mercenarios políticos, líderes religiosos y crimen organizado.
La llamada “Cuarta Transformación” al final no ha sido más que una estrategia de apoderamiento y control con fines de corrupción.
Muestra de ello es que, como pasa con los mercenarios que no responden a nada más que a un interés inmediato, ante los escándalos de corrupción o violencia, AMLO respondía con frases como: “Nuestro ideal es no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”; descalificando “adversarios” o deslegitimando a la prensa crítica con acusaciones de estar al servicio de oscuros intereses de los “conservadores”.
Ahora, la podredumbre de Morena explotó. El huachicol, desde que AMLO —burlonamente— sacó su pañuelo blanco tras la explosión de Tlahuelilpan sin que importaran los más de 160 muertos que dejó, declarando que el problema estaba resuelto, ha seguido estado presente y hoy en el centro del debate, involucrando a sus cercanos como Mario Delgado, Adán Augusto y a los gobernadores Américo Villarreal (Tamaulipas), Alfonso Durazo (Sonora), Rubén Rocha (Sinaloa) y Evelyn Salgado (Guerrero), junto con su padre, el senador Félix Salgado Macedonio. Se mencionan también a Rocío Nahle, Octavio Romero y el propio Bartlett, entre otros.
El escándalo ya trascendió las fronteras y amenaza con llevar a la cárcel a muchos funcionarios, legisladores y allegados de AMLO y sus hijos.
Frente a este deterioro, Claudia Sheinbaum enfrenta enormes desafíos. Aunque prometió construir el “segundo piso de la 4T”, ha optado por dejar de usar ese eslogan, quizá en un intento por marcar cierta distancia ante el creciente desprestigio de su antecesor y del movimiento.
En este contexto, surgen nuevos actores políticos con ambiciones similares. Un ejemplo de ello, el empresario Ricardo Salinas Pliego, quien se destapó como candidato a la presidencia en 2030. Salinas Pliego, aliado en su momento de Carlos Salinas de Gortari y de AMLO, representa a un grupo con poder económico y mediático que podría intentar capitalizar el vacío político.
Otro, es el Partido Verde Ecologista de México. Siempre pragmático, el Verde ha sabido moverse al lado del poder, desde que se fundó para ser satélite del PRI, con el PAN o con Morena. Ahora se perfila para romper su alianza en 2027 y buscar nuevos socios. Se dice que el güero Manuel Velasco, Arturo Escobar y Jorge Emilio González “El Niño Verde” ya están en conversaciones con Salinas Pliego.
Morena no fue un movimiento de transformación sino una suma de oportunistas que veían por sus intereses. Con el desgaste institucional, social y moral, el ciclo podría cerrarse en 2027, el riesgo está en que, en lugar de una verdadera renovación democrática, surjan otros “mercenarios” con el mismo afán de poder.
X: @diaz_manuel