LA POLÍTICA ES DE BRONCE
Se cumplen tres meses de la ejecución —las cosas deben decirse por su nombre—de Ximena Guzmán y José Muñoz, sin que exista información relevante y, mucho menos, la detención de sus asesinos. La falta de información, el hermetismo de las autoridades y el paso del tiempo abren la puerta a las especulaciones y teorías de la conspiración; sin embargo, todas las conjeturas e hipótesis llegan al mismo punto muerto y a la confirmación de la única realidad en estos crímenes: impunidad.
Esta doble ejecución es incómoda para las autoridades capitalinas y también para las federales; prácticamente es un tema tabú. En su momento, la fiscalía capitalina dijo que no daría información de la investigación hasta que tuvieran avances significativos, lo que se interpretó como una decisión de prudencia; pero después de tres meses se ha convertido en un silencio exasperante y, podríamos decir, en la muestra más evidente de la incapacidad de la fiscalía para hallar a los responsables. ¿Cuánto tiempo necesita la fiscalía? ¿Un mes? ¿Un año? ¿Todo el sexenio de Clara Brugada?
Hace unas semanas, la jefa de gobierno se mostró satisfecha y feliz porque la Ciudad de México había registrado el índice más bajo de homicidios en varios años. Se trata de una buena noticia; sin embargo, esas son estadísticas: números sin rostros, sin cuerpos, sin sentimientos, sin ausencias. Ninguna narrativa de éxito o de mejoría en la seguridad capitalina es sostenible si las ejecuciones de Ximena y José permanecen impunes.
El mensaje es claro y terrible. Si la ejecución de las dos personas más cercanas y estratégicas a la jefa de gobierno sigue sin esclarecerse, si prácticamente ante sus cuerpos se prometió justicia y han fallado, ¿qué esperanza tiene un ciudadano común y corriente, un chilango de a pie, de que en caso de ser víctima su carpeta de investigación sea atendida por las autoridades? La respuesta es simple: ninguna.
Hace tres meses vimos a la jefa de gobierno conmovida casi hasta las lágrimas por el asesinato de sus colaboradores, de sus amigos, de sus compañeros de lucha; junto a ella, su gabinete en pleno con los sentimientos a flor de piel. Vimos la operación inmediata, en plena conferencia mañanera, del hombre más poderoso del país en materia de seguridad, Omar García Harfuch, haciendo llamadas y dando instrucciones. Unos días después, un centro de cuidados fue nombrado Ximena Guzmán en su memoria, pero hasta ahí.
Lo poco que se sabe del caso no proviene de informes de las autoridades, sino de los medios de comunicación y de algunos periodistas muy persistentes que han compartido datos con la opinión pública.
¿Qué es la muerte? La nada y el olvido. Que cada quien, en su fe, encuentre consuelo o trascendencia. Aunque el tema resulte incómodo para aquellos que deberían ser los principales interesados en la justicia, seguiremos recordando a Pepe y a Ximena como un ejercicio de memoria colectiva y de demanda de justicia.
Eso pienso yo. Usted, ¿qué opina? La política es de bronce.