Rocío era una niña que vivía, con sus padres y hermanos, en el edificio Nayarit, que estaba muy cerca del edificio Nuevo León, en Tlatelolco, donde vivían sus primos, primas, tía y tío. Todos ellos eran originarios de Fresnillo, Zacatecas. Sé que llegaron a Tlatelolco por motivos de trabajo de su papá y su tío a final de los años 70´s e inicios de la década de los 80´s. La historia de Rocío es como la de muchas y muchos vecinos del edificio Nuevo León que, lamentablemente, perdieron a sus seres queridos el 19 de septiembre de 1985.
Rocío iba a la primaria “Nicolás Rangel” en el mismo grupo que mi hermana menor, Myrna. Por eso conozco de cerca su historia.
El edificio Nuevo León era el edificio habitacional que ocupaba el centro del grupo de inmuebles que daban sus caras hacia el Paseo de la Reforma, al norte de la Ciudad de México. Estaba escoltado por varias torres, también de viviendas y comercios, en su planta baja: del lado derecho, vistos desde Reforma, se ubicaban las torres Veracruz, Coahuila, Zacatecas y Oaxaca; y del lado izquierdo estaban las torres Jalisco (suites Tecpan), Puebla (Tecpan) y Cuauhtémoc.
En la planta baja del edificio Nuevo León había una sucursal del banco del Atlántico, la papelería Pimpinela, un negocio de comida para llevar o cocina económica, un expendio de pan, oficinas de varios giros, una lavandería y locales de impresión y de plomería.
Antes de 1985, el edificio Nuevo León había sido objeto de obras de reconstrucción, puesto que ya se habían detectado fallas estructurales o de cimentación. De hecho, durante meses, las y los vecinos de Tlatelolco vimos una o varias mantas colocadas en las ventanas y desde las terrazas de ese edificio, en las que los habitantes del Nuevo León denunciaban las irregularidades de la obra de reconstrucción.
Con el terremoto del 19 de septiembre de 1985, trágicamente dos de los tres módulos de departamentos del edificio Nuevo León se vinieron abajo. El módulo central se hundió como dos o tres pisos y luego cayó hacia adentro de la unidad habitacional. El módulo norte, en cambio, cayó hacia el otro lado, es decir, hacia Av. Paseo de la Reforma.
El edificio Nuevo León era para nosotros, los habitantes de la tercera sección de Tlatelolco, un lugar emblemático. Aunque muchos vivíamos en otros edificios de esa zona (mi familia y yo vivíamos en el edificio Durango), ese edificio que cayó como un gigante fue un lugar de memorables historias.
Había un equipo de futbol de salón, que se practicó en los inicios de los años 70´s, en el club social, cultural y deportivo “Antonio Caso”, el cual llevaba el nombre de “Nuevo León”, en razón de que la mayoría de sus jugadores vivía ahí. Recuerdo que los colores de su uniforme eran rojo y blanco. Eran nuestros amigos, no sólo porque nuestro equipo se llamaba “Monterrey”, sino porque algunos de ellos eran compañeros nuestros en la primaria.
En el espacio que había entre el edificio Nuevo León y el club “Antonio Caso”, nos reuníamos varios grupos de niños para echar volados para ganar o perder e intercambiar estampitas de los álbumes que se vendían en la Pimpinela. No puedo olvidar a algunos amigos que eran muy buenos para los volados, que cargaban fajos enormes de estampitas con sus respectivas ligas.
Dos álbumes de estampitas famosos de esos tiempos fueron el de las caricaturas de Hanna-Barbera y otro del mundial de futbol de 1970, que incluía una buena colección de fotos de los jugadores y las banderas de los diferentes países participantes.
En el edificio Nuevo León vivieron amigos y amigas de la infancia y sus queridas familias, de los cuales algunos o algunas, tristemente, perdieron la vida en esa fecha de septiembre de 1985. Aparte de las familias de los famosos como Roberto Cobos, actor, y Plácido Domingo, cantante, tengo en la memoria, y con gratos recuerdos, a las familias de la Sra. Chelo y a Armando (del módulo que quedó en pie); a Beto, Alejandro y Arturo; a Diana y sus hermanos; a Walter o Edgar, que era hijo de uno de los integrantes del grupo musical “Los Aragón”; y de Ernesto, Silvia y Alejandra.
También recuerdo al empleado de la Pimpinela, un moreno “ponchado”, que duró muchos años en ese trabajo, y cuyo nombre les quedo a deber, quien alguna vez corrió con nosotros en una carrera de 5 km., nocturna, en los límites de la tercera sección de Tlatelolco, por ahí de los años 1980-1981.
Por último, les platico que, en uno de los locales comerciales del Nuevo León, planta baja, trabajaba el Sr. Arroyo y sus hijos (con quienes constaté que no éramos parientes directos ni indirectos). Ellos participaron en algunas puestas en escena del teatro “Antonio Caso”, en la compañía que dirigió por varios años la Profesora Irma Cosío. En el local comercial tenían una imprenta, porque el Sr. Arroyo, que tenía un parecido físico con el cura Miguel Hidalgo y Costilla, se dedicaba a difundir un pequeño boletín sobre Tlatelolco y sus anécdotas, historias y noticias de la vida cotidiana de los habitantes del barrio.
El edificio Nuevo León es un símbolo del recuerdo y la memoria viva de Tlatelolco. Abrazo, una vez más y como cada año, a todas y cada una de las familias que vivieron ahí.