Soñé con que… El nuevo poder judicial, a partir del 1 de septiembre, cerraba la puerta a las tácticas dilatorias. Hoy los créditos fiscales que sus empresas han impugnado durante años están en los tribunales. En mi sueño, las sentencias se cumplían puntualmente y se hacía efectivo, sin privilegios, el pago de los adeudos que los juzgados y tribunales fueran confirmando.

Soñé con que… El Estado aplicaba la ley parejo, sin excepciones de apellido. Que la discusión dejaba de ser un pleito retórico con el fisco y se convertía en lo que debe ser: cumplimiento de resoluciones judiciales firmes, con transparencia y sin dramatizaciones mediáticas.

Soñé con que… El Instituto Federal de Telecomunicaciones —en el ámbito de sus atribuciones— revisaba con lupa el cumplimiento normativo de su televisora. Y que, si encontraba violaciones graves y acreditadas, ejercía las medidas previstas en la ley, incluida la revocación. No como censura, sino como consecuencia jurídica cuando procede. Porque la libertad de expresión no es coartada para incumplir la ley.

Soñé con que… La Secretaría de las Mujeres dejaba los posicionamientos tibios y activaba todo su alcance institucional. Que acompañaba denuncias, pedía medidas de no repetición y, cuando correspondiera, canalizaba quejas ante autoridades competentes —por ejemplo, el INE— en casos de violencia política contra las mujeres, para que, si así lo resolvían las instancias electorales, se inscribiera a quien correspondiera en el Registro Nacional de Personas Sancionadas. Y que, más allá de sus limitaciones sancionadoras, encabezaba campañas contundentes contra la violencia simbólica y mediática.

Soñé con que… Las autoridades financieras exigían reglas claras en todos los frentes. Que las prácticas más agresivas de crédito al consumo fueran supervisadas con rigor y que ningún actor usara su influencia para evadir la normativa.

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Soñé con que… México despertaba distinto. Con la certeza de que la ley sí se cumple; de que ningún discurso de “oposición” sirve de escudo frente a resoluciones firmes; y de que la autoridad no se achica ante la chequera. Ese día, la justicia dejaba de parecer aspiración y se volvía rutina. Ese día, por fin, a Salinas Pliego le alcanzaba la justicia.

Esta es una pieza de opinión basada en información pública y en resoluciones judiciales y administrativas conocidas. Cualquier proyección es claramente hipotética.

X: @Renegado_L