“Un hombre malvado quemará su propia nación hasta los cimientos para gobernar sobre las cenizas.”
Sun Tzu
¡Houston, tenemos un problema! O mejor dicho: La Habana y México tienen varios entuertos. Y no son menores.
La congresista republicana por Florida, María Elvira Salazar, expuso recientemente ante el Subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes —encargado del hemisferio occidental— que México participa en una nueva modalidad de esclavitud moderna: la contratación de “médicos” cubanos. A grandes rasgos, la legisladora señaló que el equivalente a 108 millones de dólares del presupuesto de gobierno de México —dinero de los contribuyentes mexicanos— han ido directamente a financiar al gobierno cubano; ese dinero no ha ido a parar a las manos de los alrededor de 3 mil médicos que fueron enviados a trabajar a México. Un esquema que, dijo, viola de forma flagrante las disposiciones contra la trata de personas contenidas en el T-MEC.
El señalamiento no quedó ahí. Salazar exhortó al gobierno mexicano a dejar de respaldar a las dictaduras de Cuba y Venezuela, subrayando que, tan solo en los últimos meses, México habría enviado a la isla decenas de buques tanque de petróleo, con un valor que se cuenta en miles de millones de dólares.
Dado que en Presidencia continúan las confusiones entre regímenes y ciudadanías, la pregunta es inevitable —y urgente—: ¿por qué no destinar esos recursos a que los mexicanos paguen menos gasolina?, ¿a paliar el desabasto de medicinas?, ¿a atender alguna de las múltiples carencias internas que se viven en nuestra nación?. ¿Por qué seguir subsidiando a una dictadura?
Conviene recordar un detalle nada menor: Cuba no tiene capacidad suficiente de refinación para procesar ese “regalo”, lo que indica que al menos una parte se revende. El resultado es claro: saqueo a los mexicanos y oxígeno financiero a un régimen que lleva más de 65 años en el poder de manera todo menos democrática.
En el caso de los médicos, el debate es igual de turbio. Galenos mexicanos han denunciado que muchos de los cubanos no cuentan con la preparación necesaria para realizar ni siquiera tareas básicas, y que su función real es adoctrinar políticamente. Otros, más benévolos, sostienen que ayudan a cubrir la escasez de médicos en zonas rurales. El problema es que, aun si fuera cierto, el dinero no les llega a ellos, sino al aparato estatal cubano.
Para el gobierno de Estados Unidos, este esquema tiene nombre y apellido: trabajo forzado.
No es un modelo nuevo. Ya se ejerció durante el primer mandato de Lula da Silva en Brasil con el programa Mais Médicos, donde los impuestos brasileños acababan en La Habana. Una de las viejas recetas del Foro de São Paulo.
Ante el exhorto de Salazar para dejar de financiar dictaduras, la presidenta Claudia Sheinbaum fue clara: “Nuestra posición con relación con Cuba se va a mantener”. Apeló a la “soberanía” y al “humanismo”, conceptos elásticos que sirven para justificar la protección de un régimen autoritario, mientras el pueblo cubano —y ahora también el mexicano— pagan la cuenta.
Más allá de ideologías, hay una obligación básica: gobernar para los gobernados. Y hoy, con Pemex quebrado, con déficits crecientes y necesidades urgentes, regalar petróleo a Cuba no es soberanía ni humanismo. Es irresponsabilidad.
La cifra estremece: más de 54 mil millones de pesos enviados a la dictadura cubana. Una cantidad que supera el presupuesto anual proyectado para Ciencia y Tecnología y duplica el del INE.
Sobre aviso, no hay engaño. Más allá de lo dicho por una congresista estadounidense, el dinero regalado a la isla no es ideológico: es de los mexicanos. Y debería quedarse aquí, no financiar a estructuras extractivas de un régimen aliado.
Giro de la Perinola
Pagar médicos cubanos y traerlos a México: solidaridad.
Cooperar con Estados Unidos en materia de seguridad: injerencia.
Así la coherencia de muchas voces de Regeneración Nacional.



