Nuevamente, Marko Cortés, exdirigente del PAN, actúa como Caballo de Troya dentro de la oposición.
Cada vez que Morena o el gobierno federal atraviesan momentos difíciles, Cortés aparece para distraer, dividir y generar polémica entre quienes deberían oponerse con firmeza al régimen obradorista. Su oportunismo resulta evidente: cuando la administración de Claudia Sheinbaum enfrenta crisis —como la violencia en Michoacán y el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, o las protestas ciudadanas contra el fracaso de la 4T—, él sale a escena. Lo mismo ocurre en temas como el huachicol fiscal que involucra a personajes cercanos al expresidente López Obrador, como Adán Augusto y los hermanos López Beltrán.
Al rescate
Cuando el mundo parece derrumbarse para Morena, Marko Cortés sale a rescatar la narrativa oficialista. Su papel como distractor se ha vuelto tan constante que parece parte del libreto del poder. Ahora, en medio de esta crisis, surge el escándalo de su declaración patrimonial, en la que se detalla que, tras concluir su periodo como dirigente del PAN, adquirió un lujoso departamento en Europa por 565 mil euros —alrededor de 12 millones de pesos—, pagado de contado. En total, su patrimonio en propiedades y otros bienes asciende a más de 31 millones de pesos.
Como en casos similares, no ocurrirá nada. La denuncia pública quedará en el aire. No habrá investigaciones ni rendición de cuentas. El exdirigente y legislador del PAN sabe que, al igual que muchos políticos de Morena, está protegido por los mismos pactos de impunidad que dominan la vida pública.
Las acusaciones sobre el origen de esos recursos nunca serán aclaradas, pues los vínculos entre ciertos líderes panistas y operadores morenistas se han vuelto parte del escenario político.
Esta no es la primera vez que Marko Cortés se presta a ese juego. Durante la campaña presidencial, cuando Xóchitl Gálvez empezó a repuntar en las encuestas y superaba en preferencias a Claudia Sheinbaum, el dirigente panista apareció para desviar la conversación y fracturar al bloque opositor. Fue cuando Sanjuana Martínez, exdirectora de Notimex y cercana a López Obrador, publicó en La Jornada un artículo explosivo donde reveló manejos turbios en el cierre de la agencia, así como abusos y desvíos operados por allegados de la entonces candidata de Morena.
Aquellas denuncias cimbraron al oficialismo que, con su acostumbrada estrategia usó a sus aliados dentro de la oposición. Entonces Marko Cortés volvió a servir de escudo: en lugar de respaldar las denuncias y fortalecer la posición opositora, salió a cuestionar a sus propios aliados, acusando sin pruebas al gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez, y a las dirigencias del PRI de incumplir acuerdos políticos. Su intervención bastó para desviar la atención del escándalo de Notimex y permitió al oficialismo recuperar aire mediático.
Así, cada vez que alguien se atreve a señalar estas inconsistencias dentro de la oposición, surgen voces que acusan de “dividir” o “atacar al frente”. Pero la crítica no debilita, sino que fortalece.
La unidad no puede construirse sobre la simulación ni sobre liderazgos que se comportan como parte del sistema, en vez de como adversarios del poder.
La oposición como parte del régimen
Los partidos tradicionales han perdido credibilidad, sus estructuras están corroídas por intereses y sus dirigentes parecen más preocupados por conservar sus privilegios que por construir una alternativa ética y eficaz frente a la 4T.
El resultado es una oposición complaciente, incapaz de generar contrapesos y de representar a la ciudadanía harta de abusos y corrupción.
Por eso, la crítica no debe dirigirse únicamente hacia el gobierno, sino también hacia quienes, desde la oposición, han traicionado la confianza de los votantes. Es urgente exigir una depuración profunda al interior de los partidos. No basta con cambiar de logotipos o eslogan; se necesita una renovación moral y política que sustituya a personajes que, durante años, han convertido la política en un negocio personal.
Ejemplos sobran: dirigentes que acumulan propiedades, que negocian con el poder en turno y que terminan actuando como cómplices de aquello que dicen combatir. En el caso del PAN, su historia reciente está marcada por acuerdos poco claros, por votaciones que avalaron la militarización del país y por liderazgos que prefieren el confort de la complicidad a la incomodidad de la oposición.
La ciudadanía no puede seguir depositando esperanzas en estructuras partidistas que se han vuelto parte del problema. Tampoco puede confiar en partidos satélite como el Verde o el PT, que operan por conveniencia. La reconstrucción de una oposición auténtica debe partir de nuevas fuerzas, líderes con principios y movimientos ciudadanos dispuestos a rescatar la política del pantano en el que hoy se encuentra.
La unidad, por tanto, no debe ser un fin en sí mismo ni una consigna vacía.
La unidad solo tiene sentido cuando se construye sobre la ética, la verdad y la congruencia. Pretender unidad antes de limpiar la casa en MC, PRI y PAN es perpetuar la hipocresía. La verdadera unión vendrá después, cuando existan candidatos sólidos, propuestas claras y una visión de país que inspire confianza.
Criticar a la oposición o a líderes mesiánicos, no es dividir, es un acto de responsabilidad cívica. Dividen quienes se venden, quienes usan el poder para su beneficio y quienes sabotean el cambio para proteger sus privilegios.
Solo una oposición honesta, autocrítica y transparente podrá enfrentar al régimen y ofrecer a México una alternativa real. Lo demás es simulación.
X: @diaz_manuel



