Es una pena dedicar líneas de nuevo a un personaje como Gerardo Fernández Noroña. Sin embargo, en tanto que senador de la república y probable aspirante a la presidencia en 2030, sus acciones lamentablemente merecen atención y denuncia pública.

No contento con representar a lo más nefasto de la clase política mexicana, Noroña se empecina en provocar escándalos mediáticos con el único objetivo –se especula- de no ser condenado a la intrascendencia tras haber dejado a su pesar la presidencia del Senado.

El estridente legislador anunció hace unos días que haría un viaje a Palestina, como si esta nación contase con un Estado y territorio delimitados, con el objetivo de expresar su solidaridad a su pueblo. Sin especificar si su heroica misión tendría como destino Gaza o Cisjordania –o ambas- el impresentable senador solicitó licencia a la cámara alta para ausentarse durante algunos días.

El viaje de Noroña plantea numerosas problemáticas. En primer lugar, según ha sido señalado por especialistas, el financiamiento de su travesía conllevaría serias irregularidades. Por un lado, la legislación vigente establece que ningún funcionario público mexicano puede recibir obsequios, en cualquier especie, por parte de un gobierno extranjero. El razonamiento detrás de esta prohibición es bien clara: se intenta evitar un probable conflicto de interés entre el servidor del Estado y el país extranjero en caso de querella diplomática.

En segundo, conviene recordar que el Senado de la República es el órgano revisor de la política exterior conducida por la presidenta. Si bien la jefa del Estado tiene la personalísima competencia de la conducción de la diplomacia (en coordinación, desde luego, con la Secretaría de Relaciones Exteriores) la cámara alta es competente para la formulación de recomendaciones, y aun más destacado, para la ratificación de tratados internacionales, embajadores y cónsules.

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Noroña, sin representación oficial, podría comprometer la posición del gobierno de México ante el conflicto israelí-palestino. Esta problemática podría conducir a un malentendido o franco enfriamiento entre Tel Aviv y el gobierno de México; amén de posibles acciones por parte de los aliados de Israel, y entre ellos, los Estados Unidos.

La presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario Juan Ramón de la Fuente han optado por el silencio. Como si los principales funcionarios del Estado en materia de asuntos exteriores estuviesen obligados a no pronunciarse, han dejado pasar el hecho de que un senador de la república, en contravención de la ley vigente, realice un viaje sin la aprobación del Senado y sin el beneplácito del gobierno de México.

Los motivos detrás del viaje de Noroña han dado espacio a la especulación. Mientras se ha argumentado que no es sino una estrategia dirigida a atraer la atención pública y a lavarse la cara frente a los múltiples escándalos relacionados con su patrimonio y su relación con Nicolás Maduro, sus corifeos se han deshecho en halagos hacia la cantada bondad y ejemplar estatura moral de este farsante legislador.