Viene el cierre del año 2025 y con ello el final de un ciclo de dos décadas y media del presente siglo XXI. Un cuarto de siglo, no más ni menos. Son tiempos de balances y reflexiones.
En dos textos anteriores me referí a los problemas principales que presentan las políticas públicas dirigidas hacia la educación básica en México. En esta ocasión hago un breve recuento de ellos.
1) En el artículo de opinión titulado “Problemas de la educación básica en México, hoy”, (SDP Noticias, 6 de diciembre, 2025), formulé la siguiente pregunta: ¿el programa de becas para todas y todos los estudiantes de educación básica, pública, constituye un mecanismo de combate a las desigualdades sociales y educativas o solo se reduce a una medida con efectos electorales? Ojalá que sea lo primero y no lo segundo. Un problema latente y vinculado con los programas de becas dirigidos a estudiantes de educación básica, es el tipo de efectos que ello tiene no solo en la permanencia y continuidad de los estudiantes en la escuela, sino que también sea una base que favorezca el desarrollo integral de las y los futuros ciudadanos, lo cual lleva implícito el ejercicio del derecho a la educación y los aprendizajes, hoy y a lo largo de la vida.
Con respecto al proceso de cambios curriculares (2022-2023) de la educación básica, cuestioné: ¿cuáles han sido los avances en este ámbito de cambios educativos en cuanto a contenidos y métodos de enseñanza? ¿Cómo han recibido las maestras y los maestros, así como las y los alumnos el planteamiento curricular renovado? Proceso en el cual, por cierto, y en su mayoría, las y los docentes frente a grupo no participaron, sino que el rediseño estuvo a cargo de un grupo de especialistas y técnicos de la SEP ajenos a las escuelas. ¿De qué manera las y los docentes y directivos escolares han impulsado o bloqueado el cambio curricular vigente? ¿Qué tipo de estudios han desarrollado la SEP y otras instituciones de investigación educativa al respecto? Si existen estos estudios, ¿cuáles han sido los resultados?
Las respuestas que tengamos en torno a estas preguntas a lo largo del año que viene, 2026, serán expuestas en este espacio conforme tengamos la información oficial, y en la medida que tengamos resultados específicos de las investigaciones o estudios relacionados con los procesos curriculares en curso.
2) En el otro texto donde abordé recientemente algunos puntos clave y problemáticos sobre las políticas públicas gestionadas por la SEP para la educación básica en nuestro país (“SEP: 25 años de políticas públicas educativas”, SDP Noticias, 17 de diciembre, 2025), escribí que, en el marco constitucional y legal de lo educativo prevalecen, hasta hoy, términos del lenguaje “gerencialista” y “tecnocrático” utilizados durante el último cuarto de siglo por los funcionarios de la SEP para entender y describir los procesos educativos, tales como: “excelencia”, “mejora continua”, “máximo logro de aprendizaje”, “evaluaciones individuales de docentes y directivos escolares” (Ley del SICAMM, 2019), sin reconocer ni valorar a los colectivos docentes en los procesos de evaluación, entre otros conceptos…
Y agregué que tanto la noción de “humanismo mexicano” como la idea de la “nueva escuela mexicana” (NEM) fueron construcciones de comunicación política que se generaron entre 2019 y 2022, al calor de la coyuntura política y del ejercicio del gobierno obradorista, pero no como parte de un proyecto educativo nacional alternativo, progresista radical, ni como planteamiento programático de la llamada “cuarta transformación” de la vida pública del país.
Un problema latente en este sentido es la carencia de un proyecto educativo nacional, propio, alternativo y auténtico de la “cuarta transformación” de la vida pública del país, sin contar con un aparato normativo y conceptual prestado del modelo discursivamente adverso: me refiero al “neoliberalismo” y sus esquemas derivados (tecnocrático y gerencialista).
Cabe mencionar una idea que no puse de relieve en esos dos textos antes referidos, y sobre la cual me interesa llamar la atención. Me refiero a un problema que la propia SEP generó y enfrentó: la contradicción manifiesta que se dio por el hecho de promover y operar una línea política de actualización de los libros de texto gratuitos (LTG) para la educación primaria, entre 2020 y 2021, sin que antes se hiciera una revisión y armonización de estos con el marco curricular vigente en ese momento.
Una analogía crítica y sarcástica al respecto de esa contradicción es la que dice: “… generalmente no se pavimenta, primero, la calle y, después, se coloca el drenaje…”, sino que ello se hace al revés.
Una lección aprendida por la SEP y autoridades responsables de la conducción de las políticas públicas educativas (PPE) consiste en reformular, primero, la base curricular y, después, rediseñar los recursos didácticos (por ejemplo, libros de texto), que habrán de adecuarse a las características de la emergente estructura curricular.
Por último, diría que más allá de pensar y repensar en torno a los problemas que enfrenta y enfrentará pronto el gobierno federal y los gobiernos estatales, en materia de educación básica, no hay que olvidar que también la nación tiene frente a sí el grave problema del rezago educativo, definido como el conjunto de la población, mayor de 15 años, que no ha iniciado y no ha concluido la educación básica.
Gran problema si consideramos que, según cálculos conservadores, se trataría de una población de alrededor de 28 millones de mexicanas y mexicanos; pero que, en el más pesimista de los escenarios, podría tratarse de casi 32 millones de ciudadanas y ciudadanos. Dentro de la población en rezago educativo se cuenta a la población en condición de analfabetismo, que en México se calcula en cuatro y medio millones de personas.
Como se puede apreciar, el problema principal nacional de la educación, (no solo básica, sino de todos los niveles), no se reduce a un asunto de “calidad”, puesto que también es un problema profundo, difícil, complejo, caracterizado por la falta de “equidad e igualdad” educativa y social.
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