La diplomacia es el arte de decir ‘buen perro’ hasta encontrar una piedra.”

Will Rogers

“Y al final, la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía…”

Un violador en tu camino, Las Tesis

No hay peor ciego que el (o la) que… se cree canciller. La 4T lo ha vuelto a hacer: clama “no intervención”, pero mete las manos hasta el codo cuando se trata de defender a sus aliados ideológicos. Y luego, claro, se sorprende cuando el resto del mundo le cobra la factura.

Perú declaró persona non grata a Claudia Sheinbaum. No a un subsecretario, no a un embajador: a la presidenta de México. Y sí, eso no ocurre todos los días. Es un nivel de torpeza diplomática que pocas veces se alcanza; ni siquiera López Obrador, con su amor por Pedro Castillo, había logrado que la ofensa fuera oficial.

Pero vayamos por partes. Todo empezó cuando la administración mexicana decidió abrirle las puertas —y el micrófono— a Betssy Chávez, exprimera ministra/jefa de gabinete del gobierno destituido de Castillo. Una mujer acusada de rebelión y procesada por organizar el intento de autogolpe en diciembre de 2022. México, en su infinita coherencia, la acoge “por razones humanitarias”. Y de paso le da tribuna. Luego, cuando Lima reacciona y declara persona non grata a Sheinbaum, el gobierno mexicano pone el grito en el cielo y dice que “no hay intervención”.

¿No hay? ¿En serio?

Otorgar asilo a una exfuncionaria acusada de subvertir el orden constitucional es intervenir. Disfrazarlo de solidaridad latinoamericana es únicamente insultar la inteligencia del continente.

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Perú está en su derecho. Como cualquier país soberano, puede decidir a quién considera bienvenido y a quién no. Y si México insiste en jugar a las revoluciones ajenas, que no se sorprenda cuando los vecinos cierren la puerta.

Sheinbaum repite el guion del macuspano: victimismo, queja, y la eterna cantaleta de que “todo es un complot”. Lo que no dice es que la crisis diplomática con Perú tiene su origen en un patrón ya conocido: la diplomacia ideológica de la 4T, esa que confunde relaciones exteriores con militancia política.

México se peleó con España, con Estados Unidos, con Uruguay, con Panamá… y ahora con Perú. Pero según el gobierno, los otros son los exagerados. La culpa nunca es de Palacio Nacional ni de su nuevo satélite en la Presidencia.

El gesto de Lima es histórico. Declarar persona non grata a una jefa de Estado latinoamericana es inusual, pero no inexplicable. Es una forma de poner límites a la arrogancia diplomática mexicana.

La respuesta de la cancillería, por cierto, fue el colmo de la contradicción: “Rechazamos los falsos planteamientos; México no interviene en los asuntos internos de Perú”. Mientras tanto, la exfuncionaria asilada agradece al gobierno mexicano “por su valentía y apoyo al pueblo peruano”. No hace falta leer entre líneas: lo dicen ellos mismos.

El gobierno de la 4T juega a ser paladín de las causas ajenas mientras descuida las propias. Se indigna por lo que ocurre en Lima, pero ignora lo que pasa en Michoacán, Sinaloa o la Ciudad de México. Y cuando el mundo responde, se hacen los ofendidos.

El gobierno de México quiso dar lecciones de democracia al sur. Terminó con una crisis diplomática y un título internacional que le queda a la medida: non grato.

Giro de la Perinola

Epigmenio Ibarra asegura que esto es “una reacción colonial” contra Sheinbaum. Qué curioso: cuando su caudillo insultaba a España, a Panamá o a Perú, lo llamaban “acto de dignidad”. Ahora que les devuelven la cortesía, resulta que es imperialismo.

Señor Ibarra, el karma, como la diplomacia, también tiene memoria.