“Nadie nos vio partir” se ha convertido rápidamente como un fenómeno en Netflix, liderando las listas de popularidad gracias a su intensa narrativa sobre la sustracción parental.
La serie aborda temas tan relevantes como los derechos de la infancia y la violencia familiar, invitándonos a tomar conciencia y a actuar para construir un mundo mejor para nuestros niños y niñas. Pero sobre todo es un drama real que narra la angustia de una madre, víctima de violencia vicaria, tema que nos lastima como sociedad y afecta no solo a la mujer, deja secuelas en las infancias, convirtiéndose en una herida que no deja de sangrar.
La serie captura al espectador desde el inicio, con una escena impactante donde dos niños salen de su casa casi a la fuerza, llevados de la mano por su padre, quien los jalonea. Uno de ellos dice que le duele el brazo, que tiene hambre. Llegan al aeropuerto, se disputan un asiento, mientras su padre gestiona los pasaportes con una joven empleada, que le pregunta si viajan sin la madre.
Este momento presagia el conflicto central: el secuestro de Tamara e Isaac, orquestado por su padre como un acto de venganza contra su madre.
La historia de Tamara Trottner, la autora de la novela en la que se basa la serie, es un testimonio conmovedor, que nos pone de frente a una de las mayores tragedias que viven miles de mujeres y sus infancias: la violencia vicaria.
Ver en la pantalla esta problemática nos lleva a sentir el dolor de una madre que ve cómo su hijo o hija, a quien ha amado y cuidado desde el primer instante que llegó al mundo, incluso desde la concepción, es utilizado como un instrumento de venganza.
Esta forma de violencia es especialmente perversa porque ataca el vínculo más sagrado que existe: el amor materno. El agresor sabe que sus hijos son el tesoro más preciado de la madre y los utiliza para infligir el máximo daño posible. No le importa el bienestar de los niños y niñas, solo busca castigar y controlar a la mujer, sometiéndola a un sufrimiento constante y desgarrador. En lo personal muchas veces me he preguntado si esos agresores no quieren a sus pequeños y pequeñas, porque están totalmente deshumanizados y no miden el daño irreparable que les causan.
Vi “Nadie nos vio partir” al lado de mi sobrina, que aunque ya es adulta recordó lo vivido cuando niña y lloró al revivir los días y semanas que estuvo separada de mi hermana porque su papá se la llevó de viaje y no quería regresarla, argumentando que su madre era una loca, controladora y narcisista. El tipo al final la regresó, pero durante su estancia en aquel lugar lejano escuchó cómo amenazó a mi hermana diciendo que no volvería a verla hasta que no cambiara su forma de ser, de vivir y hasta de vestir. Nunca le permitió hablar con ella y no le decía a la madre dónde y cómo estaba su hija. Una terrible tortura psicológica que ninguna ha podido olvidar.
Esta serie, que trasciende el mero entretenimiento, se estrenó apenas hace unos días, convirtiéndose en una historia que invita a la reflexión sobre temas cruciales de nuestra sociedad.
Y es que pese a su gravedad, la violencia vicaria solo se considera delito en 22 entidades del país. Muy pocas para todo lo que implica.
El éxito de “Nadie nos vio partir” se debe a su habilidad para evidenciar temas tan sensibles, que muchas veces se invisibilizan. La serie expone la fragilidad de los lazos familiares ante la ineficacia institucional, generando un debate crucial sobre estas problemáticas.
Algo importante: aunque los hechos reales ocurrieron en 1968, nuestro sistema judicial sigue siendo ineficiente para abordar el tema, y por ello sabemos del suplicio de tantas mujeres que han muerto en vida por ser separadas de sus hijos e hijas.
La producción destaca por su profunda exploración del impacto psicológico y social del secuestro parental. A través de una narrativa visual y sonora cuidadosamente elaborada, transmite la ansiedad, el miedo y la esperanza que experimentan tanto los niños como las madres. Al centrarse en la sustracción de menores en el ámbito intrafamiliar, “Nadie nos vio partir” invita a una reflexión colectiva sobre las deficiencias del sistema judicial y la necesidad de fortalecer los mecanismos de protección y restitución de los derechos de los niños.
Es una miniserie mexicana que estoy segura llegará a muchos corazones rotos que han vivido esta tragedia en carne propia. Muy recomendable verla este fin de semana y dejarla grabada en la memoria.





