Solemos pensar y hablar de la democracia en términos macro o del gran concepto que la identifica como régimen político o estructura jurídica.

Ubicamos a la democracia junto a nociones tan enormes y abstractas como el capitalismo, la Constitución o los derechos.

La hacemos formar parte de sistemas sociales, estructura, símbolos o ideales.

Empero, poco o nada nos referimos a ella en términos de prácticas inmediatas y cotidianas.

A la macro democracia hay que sumarle la democracia de lo concreto: la micro democracia.

La micro democracia está hecha con los pensamientos, actitudes y acciones del momento a momento y del día a día.

Recorre de manera transversal el largo y ancho de las instituciones sociales: de uno mismo a la familia, escuela, comunidad, sindicato, empresa o gobierno.

La micro democracia es tolerancia, respeto, diálogo, denuncia, resistencia, resiliencia, movilización, protesta, acuerdo, competencia, cooperación o compromiso.

Es la garantía social y cultural de la Constitución que llamamos democrática. Es el subsuelo de la democracia constitucional que limita el poder y asegura los derechos, el principio mayoritario, el pluralismo y la independencia judicial sin perder capacidad de conducción y gobierno.

La micro democracia es, por ejemplo, la libertad de expresión e información al escribir y difundir artículos periodísticos. Es la práctica de los grandes valores y principios en la dimensión que está a nuestro alcance.

En conclusión, la micro democracia es parte sustancial de la macrodemocracia. De aquélla depende la sostenibilidad de esta. No esperemos con actitud pasiva a que esta última algún día se cumpla. Es crucial fortalecerla en el constante mejoramiento de nuestras prácticas cotidianas.