Voltearemos a ver la historia para observarla como si fuera una puesta en escena. Como espectadores hemos visto fragmentos de la obra teatral, desconocemos lo que ocurre entretelones, hechos comprobables que además de entretenidos, son esclarecedoramente importantes para entender el aquí y ahora de la situación de la aviación nacional.

Revisemos, pues, esos entretelones, esos pasillos y rincones fuera del ojo crítico del espectador, donde los actores repasan sus últimas líneas, miran las marcas a las que deben llegar en el escenario, toman una profunda respiración y salen a vendernos una historia.

Justamente eso fue lo que sucedió en el caso de la bajada de vuelo de Mexicana de Aviación. Ni más ni menos, en ese momento histórico tuvimos de todo: un escenario perfectamente iluminado, actores principales, actores secundarios, antagonistas y por supuesto no puede faltar el coro. Todo dispuesto para que el público asistente, con boleto pagado, aplaudiera al final.

El guionista de esta obra de teatro mal llamada “quiebra” de la aerolínea bandera del país intentó dejar en la memoria colectiva la idea que la empresa era “insostenible” por culpa de una “huelga de los trabajadores”, orillándola a parar operaciones. Y cuando platico con la gente en la calle, compruebo con tristeza y coraje que lo logró. Muchos siguen pensando que así fue.

En 2010, el discurso oficial tanto el dueño de la empresa, Gastón Azcárraga Andrade, como del entonces secretario del Trabajo Javier Lozano Alarcón, y del secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, fue compatible con el amasiato de corrupción entre ellos y el presidente en turno, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

Contar tantas veces la misma mentira en el escenario se pretendió cubrir las espaldas del Azcárraga, empresario hotelero consentido de Vicente Fox, desde una temporada teatral anterior que conocimos como “Transición política” en el año 2000, tiempos en los que el hotel Fiesta Americana Reforma, fue la casa de transición del político guanajuatense.

Quedó plenamente documentado que nuestro protagonista principal -Gastón Azcárraga- recibió a Mexicana de Aviación, empresa valuada en más de mil millones de dólares, a un precio de regalo: 165 millones de dólares, de los cuales todavía se descontaron varios rubros: 70 millones por el edificio corporativo en Xola; 50 millones más de ahorros gracias a un convenio con el grupo de pilotos, representados por la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASPA) y además 25 millones por parte del personal de tierra, agremiados al Sindicato Nacional de Trabajadores de Transportes, Transformación, Aviación, Servicios y Similares (SNTTTASS).

Con los únicos trabajadores que no pudo transar fue con el grupo de sobrecargos pertenecientes a la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA). Pedía un “ahorro” de 30 millones de dólares, pero se topó con pared. Su respuesta visceral fue demandarnos bajo la figura de Conflicto Colectivo de Naturaleza Económico, que terminó en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y dando la razón a los trabajadores, pero hasta el año 2014, cuando a empresa ya no volaba.

Aún así, el empresario hotelero pagó solamente 20 millones por Mexicana de Aviación. Sin duda alguna un perfecto negocio. Pero en esta tragicomedia Mexicana de Aviación tenía un doble papel. Además de ser la línea bandera del país, fue utilizada no sólo sanear, sino para hacer crecer de manera exponencial el “negocio familiar” de los Azcárraga Andrade, dueños de Posadas, grupo hotelero.

Las ganancias de la línea aérea se iban al grupo hotelero y las pérdidas de los hoteles se cargaban a la aerolínea. Magia, alquimia y chapuzas de la economía. Para estos enjuagues, los sindicatos de la empresa resultaban un estorbo, por eso cambió el guión de obra de teatro, para buscar congregar a todos los trabajadores (tripulaciones y personal de tierra) en un solo sindicato. Y lo logró en la empresa recién creada Link, que era una “alimentadora” de la compañía aérea principal. Ahí, pagando solamente una cuarta parte de sus salarios y bajo la promesa de respetar los acuerdos celebrados, el sindicato de tierra obtuvo la detentación de los contratos de pilotos y sobrecargos, además del personal de tierra.

Ya con todos los actores en sus posiciones dentro del escenario, nuestro joven y atractivo dueño comenzó a decir sus tres “actos”:

  • Acto número uno, trabajar bajo el contrato de Link, y eso significaba renunciar tanto a ASSA, en el caso de los sobrecargos; como a ASPA en el caso de los pilotos, para pertenecer todos al SNTTTASS.
  • Acto número dos, comprar por un peso la empresa y la posibilidad de usar la marca durante seis meses, después de esa fecha, renombrarla bajo cualquier otro nombre.
  • Acto número tres, quebrar la aerolínea.

Mientras en los medios de comunicación se gestaba la idea del “alto costo de los trabajadores”, para ir calentando el ambiente y preparar el terreno, donde los villanos de esta historia son los empleados avariciosos y caros, que hacían insostenible la operación de manera sana la empresa.

Al ver que ni pilotos y mucho menos los sobrecargos daban su brazo a torcer, entraron los actores secundarios de esta historia. Tanto el Secretario del Trabajo y el de Comunicaciones ejercieron en todo momento presión al grupo de trabajadores, mencionando que un rescate por parte del erario era más que imposible, que la única salida era la de recortarse los salarios y como se dice coloquialmente “apretarse el cinturón”.

Sin embargo, esta historia todavía no concluye, el final de la obra se ha alargado ya durante once años, en los que varios de los actores ya tienen otros papeles, unos han partido de este plano terrenal y otros más ahora desempeñan otros cargos.

Mientras, amable lector, los trabajadores de la primera compañía aérea del país siguen esperando justicia y salir de un limbo, porque Mexicana de Aviación, legalmente al día que escribo estas líneas, no ha quebrado.

Ximena Garmendia en Twitter: @xime_garmendia